Bueno, antes de seguir con la historia (que ya está en camino el sexto capítulo editado, solo que faltan detalles) vengo para explicar unas cuantas cosas.
He decidido que cada mes se haga una "Noticia del Mes" acerca del blog... Cumpleaños, noticias curiosas, estadísticas del blog y demás curiosidades relacionadas con nuestra historia o con Square-Enix.
De momento, os comunico que la primera noticia del mes es la siguiente...
¡El Blog de Final Fantasy Crystal Destruction ha echo su propio record con más de 300 visitas en el mes de Junio!
Realmente, como hablé con algunas personas, para un blog de estas características, basando una historia en un videojuego y que tenga un número de 300 visitas (y subiendo todavía) en un solo mes es algo que realmente está muy, pero que muy bien.
Desde los estudios centrales de Welgaia (Vamos... mi casa xD) y desde las delegaciones en Madrid y Venezuela, os damos las gracias a todos los que nos habéis visitado. Seáis quienes seáis, tenéis un lugar en nuestro corazón. Gracias.
Eso si, si comentáis, nos alegraréis incluso más que todas las visitas. Que conste que no nos comemos a nadie (Bueno, a lo mejor Senzo quizás si... xDDD)
Linkaín.
Final Fantasy Crystal Destruction es una obra conjunta de varios autores, en la cual predomina la magia y la fantasía que han sido siempre la insignia de los juegos de Square-Enix. Con un mundo original, una historia original y unos personajes originales, el lector se podrá internar en el universo de una de las más grandes sagas jamás creadas.
martes, 28 de junio de 2011
Noticia del Mes.
Sección de la Biblioteca:
Diseño del Blog,
Noticias
miércoles, 22 de junio de 2011
Agradecimientos e imágenes.
Como dice el título, esta entrada viene a mostrar imágenes y también ciertos agradecimientos.
Lo primero de todo es agradecer al autor de Deviant Art "Inkarnus" por la imagen del Templo del Fuego Eterno que salió en el anterior capítulo. Espero que, si algún día llega a vernos él o alguno de sus seguidores, sepa que aunque no le hayamos pedido permiso le atribuímos todo su mérito por tan impresionante imagen. Gracias a él pudimos hacer un "Templo del Fuego Eterno" mejor que en el original. Inkarnus: Gracias.
Link de la imagen original: Damcyan y el Templo del Fuego Eterno.
Lo segundo es que en esta ocasión he decidido hacer unas imágenes de batalla de cada templo que llegue a pasar en la historia, al igual que hice en su momento con la imagen de la Batalla contra Ifrit. Sin embargo, las nuevas imágenes serán con los nuevos monigotes y con pintura y efectos nuevos.
La primera de las batallas contra los Guardianes es esta: Ifrit, Señor del Fuego:
Es una imagen a tamaño igual que las imágenes del menú. 500x500. En la imagen tenemos un sprite de Ifrit sacado de Final Fantasy IV pintado píxel por píxel por mi mismo (Nunca me ha gustado que Ifrit, Eidolon del Fuego, sea VERDE >_<), sprites para Onizuka, Dreighart, Ankar y Lomehin, sus HP, MP, barras de turno y barras de trance. También he intentado dar una sensación de calor con las llamas y el coloreado sofocante. Esta imagen sustituye la anterior con gráficos de Final Fantasy para una versión mejorada.
Por otra parte, advertir que a partir de ahora, los capítulos no serán "reeditados" de la versión anterior, si no simplemente "editados". Me explico... Los primeros cinco capítulos estaban editados ya en su momento, solo que habían fallos y lagunas de información que se han ido completando con la Reedición. Sin embargo, a partir del Capítulo VI: Unión y Separación, será una edición directa de los borradores originales, por lo tanto será un arduo trabajo que espero a todos guste.
También añadir una última cosa: Las imágenes de los personajes serán colocadas junto a sus fichas en sus entradas correspondientes, y colocadas en su propio separador en la zona de menús con el nombre de "Peregrinos de los Cristales". Espero que os guste, pues viene información personal de cada personaje junto a una (o varias) imágenes del mismo editadas por mí.
Sin mucho más que añadir, solo os deseo una buena noche y gracias por leer nuestro proyecto.
Linkaín.
Lo primero de todo es agradecer al autor de Deviant Art "Inkarnus" por la imagen del Templo del Fuego Eterno que salió en el anterior capítulo. Espero que, si algún día llega a vernos él o alguno de sus seguidores, sepa que aunque no le hayamos pedido permiso le atribuímos todo su mérito por tan impresionante imagen. Gracias a él pudimos hacer un "Templo del Fuego Eterno" mejor que en el original. Inkarnus: Gracias.
Link de la imagen original: Damcyan y el Templo del Fuego Eterno.
Lo segundo es que en esta ocasión he decidido hacer unas imágenes de batalla de cada templo que llegue a pasar en la historia, al igual que hice en su momento con la imagen de la Batalla contra Ifrit. Sin embargo, las nuevas imágenes serán con los nuevos monigotes y con pintura y efectos nuevos.
La primera de las batallas contra los Guardianes es esta: Ifrit, Señor del Fuego:
Es una imagen a tamaño igual que las imágenes del menú. 500x500. En la imagen tenemos un sprite de Ifrit sacado de Final Fantasy IV pintado píxel por píxel por mi mismo (Nunca me ha gustado que Ifrit, Eidolon del Fuego, sea VERDE >_<), sprites para Onizuka, Dreighart, Ankar y Lomehin, sus HP, MP, barras de turno y barras de trance. También he intentado dar una sensación de calor con las llamas y el coloreado sofocante. Esta imagen sustituye la anterior con gráficos de Final Fantasy para una versión mejorada.
Por otra parte, advertir que a partir de ahora, los capítulos no serán "reeditados" de la versión anterior, si no simplemente "editados". Me explico... Los primeros cinco capítulos estaban editados ya en su momento, solo que habían fallos y lagunas de información que se han ido completando con la Reedición. Sin embargo, a partir del Capítulo VI: Unión y Separación, será una edición directa de los borradores originales, por lo tanto será un arduo trabajo que espero a todos guste.
También añadir una última cosa: Las imágenes de los personajes serán colocadas junto a sus fichas en sus entradas correspondientes, y colocadas en su propio separador en la zona de menús con el nombre de "Peregrinos de los Cristales". Espero que os guste, pues viene información personal de cada personaje junto a una (o varias) imágenes del mismo editadas por mí.
Sin mucho más que añadir, solo os deseo una buena noche y gracias por leer nuestro proyecto.
Linkaín.
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Arte,
Diseño del Blog,
Noticias
lunes, 20 de junio de 2011
Capítulo V: Guardián
Recorría
los largos pasillos del castillo en silencio, guiada por un obediente soldado
que solo había anunciado su nombre y el de quien lo enviaba. Eso había sido
media hora atrás. Imaginaba que el líder de los dragontinos no había podido
conseguir una hora mejor, pero estaba bien. Cuanta menos gente la viera, menos
explicaciones habría que dar; cuanta menos gente hubiera, menos habría que
esperar. Y al fin, cuando llegaron a la puerta de la sala de audiencias, el
soldado-guía se detuvo, cediéndole el paso a ella... sola. La invocadora
asintió con la cabeza, agradecida.
-Gracias.
-Su
majestad, el rey Cecil, la espera.
Entró.
La sala que la recibió era más pequeña de lo que esperaba, y aunque grandes
ventanales sustituían las paredes, la luz del día aún no era suficiente para
iluminar todo el lugar, y tampoco había muchas antorchas encendidas, por lo que
la sala entera se hallaba sumida en una semi-penumbra. Pero ella podía ver sin
demasiada dificultad en la oscuridad, quizá por la parte que desconocía de su
sangre, y al fondo descubrió dos tronos, uno de ellos ocupado por un hombre
vestido con increíble simpleza para tratarse de un rey, y a otro hombre al lado
de éste bien uniformado con la armadura de su escuadrón y los blasones que le
correspondían.
-Emberlei
Oakheart... -La chica se arrodilló ante la mención de su nombre. -No, no, fuera
eso. Levántate
y perdamos el mínimo tiempo posible, estoy muy ocupado.
¿Qué quieres de mí?
-Majestad,
rey Cecil, yo... Necesito que me permitáis el acceso a Eblan.
-¿Por
qué?
Ember
no se sorprendió de que Cecil no insistiera en que Eblan "ya era visitable". Estando Kain allí, habiéndose
encargado de la audiencia privada, se imaginaba que ya había puesto al rey en
antecedentes...
-Necesito
la guía de la Alta Invocadora Rydia para llegar hasta el maestro de los
Eidolones.
-¿Para
qué?
La voz
del rey Cecil era la voz que un rey debía tener: cordial y autoritaria a la
vez, una voz que hiciera notar su poder y, a la vez, no intimidara en exceso a su
interlocutor. A Emberlei se le puso el vello de la nuca de punta.
-Seguro
que su majestad entenderá la intranquilidad que produce saberse solo humano en
parte...
-Tú
eres invocadora, por lo que dices. No me conmueven tus palabras. -Contestó el rey. La chica continuó
hablando tras estas palabras.
-Mi
hogar, señor, es Kolinghen por nacimiento. Confío, sin embargo, en que
establecer contacto con el líder de aquellos que son la fuente de mi poder
pueda esclarecer lo demás... Pero para eso necesito llegar primero hasta él.
-Entiendo.
-El rey de Baron guardó silencio durante unos instantes,
mientras su amigo le susurraba algo más al oído. -Tu petición será tomada en cuenta, y la
respuesta te será enviada al lugar donde te alojas a lo
largo del día. Puedes retirarte.
-Gracias,
majestad.
Ember
hizo una reverencia y obedeció el mandato del rey. El rubio se giró entonces
hacia el dragontino.
-¿Por
qué no le crees?
-¿Por
qué tú sí?
-Rydia
tiene el pelo verde, esta chica lo tiene morado, y ambos sabemos por los
cónclaves que Garnet tenía cuerno antes de que se lo extirparan... Parece que
es parte de su poder el que tengan el cuerpo raro. ¿No crees?
Kain
no sonrió mientras, con una reverencia, se retiraba.
========================================
-Yo...
yo vivía en las calles de Kalm, a mi suerte. Mis amigos... Juto, Lidius y yo...
Los tres nos manteníamos y nos cuidábamos. Pero Kalm es una ciudad demasiado
rica para mantener a gente como nosotros, si sabéis a qué me refiero, y el
corregidor... Ese malnacido de Fogret... Aún me pregunto cómo en Baron lo dejan
hacer lo que quiera en Kalm.
>El
caso es que hace unos días decidimos dar un golpe. Nadie allí está contento.
¿Sabéis? Así que aguarle un poco la fiesta a Fogret, especialmente durante la
feria, era un plan cojonudo... Íbamos a hacernos con un poco de dinero, solo un
poco, y sobre todo comida. ¡Nadie tiene más que él! Y no miento. La ciudad
entera podría morirse de hambre mientras ese hideputa se hincha a comer pavo y
cerdo y cualquier otro animal que se os venga a la cabeza. Apuesto a que en
Tule, que son más pobres, comerían mejor; ellos al menos pueden pescar. Bueno,
el caso es que decidimos atacar.
>El
plan era sencillo: esa noche había una fiesta, ya os dije que se celebraba la
feria, festejaban la fundación de la capital de Kalm, y por la noche se iban a
lanzar fuegos artificiales. Como es tradición que el Gobernador se asome al
balcón de su casa a decir unas palabras, nosotros íbamos a aprovechar esa
distracción para colarnos, sacar lo que pudiéramos en unos pocos minutos y
luego largarnos. ¡Y lo hicimos bien! Pero... Cuando íbamos a salir de nuevo,
ahí estaba él, con un montón de soldados, esperando listos para atacar. No sé a
ellos, pero a mí se me fue el alma a los pies. Y entonces...
========================================
-Iros. -Ordenó Fogret a sus
soldados.
-¡Pero, señor...!
-¡Fuera!
Los soldados obedecieron a
regañadientes. Cuando todos se hubieron marchado, Fogret sonrió.
-Bien. Ahora dispondré de vosotros a mi
gusto.
Tras decir esto, con una velocidad
imposible de describir, rebanó el cuello de Lidius, separando su cabeza del
resto del cuerpo.
-¡Monstruo! ¡Pagarás por esto! -Gritó Juto mientras se
lanzaba contra él,
enarbolando una poderosa espada.
Sin embargo, de poco le sirvió el arma.
En un par de minutos, su espada había sido partida por la mitad, así como su
corazón. Dreighart temblaba, pero no de miedo, sino de impotencia y furia. Sus
manos temblaban incontrolablemente, mientras extraía las dagas de sus vainas.
-Esto no te lo perdono... Eran las únicas personas
que me importaban en la vida, y tú
las has eliminado como si sus vidas no valieran nada. ¡Te enseñaré el
verdadero valor de sus vidas!
========================================
-Me
dio la paliza de mi vida... A tal punto que me dejó inconsciente por un rato,
pero no me mató. De hecho, cuando me desperté un rato después, era él el que
estaba muerto, descuartizado... Los guardias no habían llegado aún, pero yo
sabía que si me encontraban allí me iban a culpar, así que cogí el dinero que
pude y hui. Mi primera idea fue ir al sur, lejos de Kalm, pero cuando se me
ocurrió cruzar el mar desde Wutai del Este ya estaba en el desierto y... En
fin. Sólo si Mateus quería saldría yo vivo de ésta. Parece que así fue.
-Conmovedor.
Ankar
se giró hacia Lomehin, sorprendido y en parte disgustado. ¿Quién se creía para
despreciar de esa forma la historia de una persona...? Aunque no podía negar
que, en parte, sentía deseos de expresar él mismo semejante opinión.
-Joder,
tío, qué mala leche que tienes. -Comenzó a reprender Onizuka. -El
pobrecito criminal, ladronzuelo de poca monta, asesino frustrado, contándonos sus penas y vas tú y te
burlas de él...
Se
interrumpió. Antes de que Ankar o Lomehin pudieran hacer algo al respecto, el
pelirrojo samurái ya había comenzado a correr duna arriba, en dirección a su
destino. La luz del sol hacía que a todos les picara la piel por el calor. El
chico nuevo solo lo miraba, atónito ante semejante actitud.
Según
les había contado al despertar, momento que habían aprovechado para volver a
ponerse en marcha, se llamaba Dreighart Firius y tenía veinte años. Era casi
tan alto como Onizuka, pero era bastante más delgado que éste, probablemente
por los orígenes que les había mencionado, y dado que sus ropas estaban
destrozadas y cubiertas de sangre, aunque él juraba haberlas lavado a
conciencia, no tuvieron más remedio que darle la muda que Ankar llevaba: un
pantalón beige oscuro y una camisa azul, a juego con sus largos cabellos
azules. El chico usó su viejo cinturón para los pantalones, pues tenía en él
sus vainas para sus dagas, aunque lo demás fuera inservible. Los guardó en su
macuto.
-Por
cierto, Ankar. -Dreighart agachó la cabeza. -Gracias por... todo. Yo...
bueno, ya os he contado mi historia, así que ya sabes que no tengo adónde ir... Por eso, si puedo
serte de ayuda en tu misión...
El dragontino
lo miró. Los ojos de Dreighart eran azules como el cielo, y como este brillaban,
aunque ese brillo delataba una inocencia repleta de honestidad... No la
honestidad de quien dice la verdad, sino la de quien, en su corazón, es incapaz
de traicionar a los suyos. Le había gustado ese brillo. Pero era un brillo
extraño... Un brillo verdoso en un mar azul profundo.
-Si de
verdad es así, entonces pruébalo. Sin embargo, no te prometo que no vaya a
entregarte a las autoridades una vez regresemos a Baron.
-¡Pero...!
-Fogret,
o como se llamase, era un lacayo del rey Cecil. Como soldado suyo que soy, mi
deber es informar de estos incidentes a su majestad, y de entregar a los
posibles culpables.
El
ladrón suspiró, e inconscientemente llevó la mano hacia el colgante que pendía
de su cuello, apretándolo. Lomehin lo miró de reojo cuando hizo eso. Tenía la
sensación de ser el único que había notado que, durante el relato, el joven
había mantenido la alhaja presa en su puño, con una fuerza tal que a veces se
le ponían los nudillos blancos.
Terminaron
de subir la duna en ese momento. Durante la travesía, que había durado desde la
mitad de la madrugada hasta ese mismo momento, cuando recién estaba
amaneciendo, habían decidido caminar llevando de las riendas a los chocobos, lo
cual significaba que Ankar debía encargarse de su propia montura y de la de
Onizuka, al ser Lomehin y Dreighart desconocidos de los que no se fiaba
Highwind y al ser su dueño demasiado irresponsable y peligroso como guía.
Por
fin, pasada la duna hallaron el Templo del Fuego Eterno. La imagen era
impresionante y trasportaba a otros tiempos, remotos en el pasado. En otro
tiempo, aquel lugar era conocido como el Reino del Desierto, Damcyan. Sin
embargo, en la guerra que aconteció veinte años atrás, la Guerra de las
Sombras, el lugar fue bombardeado y su gloria fue prácticamente perdida. Los
supervivientes se refugiaron en el Templo, la única estructura que podría
soportar aquel ataque, mas el resto de edificios fueron casi todos destruidos.
Mientras caminaban por la estrecha entrada al antiguo país, podían ver las
ruinas de las construcciones destrozadas por las bombas de los antiguos Red
Wings comandados por el falso rey de Baron. Algunas de las casas todavía
resistían en el tiempo, pero la ciudad era, a todas luces, una simple sombra de
lo que fue algún día, ya que la familia real de Damcyan desapareció, y la gente
no tuvo el coraje de reconstruir solos el antiguo reino. Ahora ahí solo vivían
vagabundos y espíritus en pena.
Salvo
la zona central.
Se
dice que el Templo del Fuego Eterno fue creado en el centro de una gran fisura
en la tierra, y ahí podían ver los cuatro el gran cráter que había bajo la
estructura, la cual, siendo una edificación de importancia, tenía una modesta
construcción por el contrario, coronado por esferas en lugar de tejado y con
pequeñas ventanas ovaladas en la parte más alta de sus muros. La gran puerta de
madera que servía de entrada estaba adornada con una representación a gran
escala del emblema del Cristal del Fuego. Cuando se colocaron delante de una de
las tres pasarelas, vieron a varias personas ir y venir de ellas, una de las
cuales era ya el samurái, que se había adelantado sin esperar al resto.
Mientras
Lomehin y Dreighart contemplaban el edificio, crítico uno y admirado el
segundo, Ankar se acercó con paso seguro hacia la puerta, atravesando la pasarela
junto a los chocobos, a la vez que los otros dos le seguían, y en la que un
sobreexcitado Onizuka intentaba cortejar a una sacerdotisa que acababa de
salir.
-Si no
me quieres decir tu nombre, dime al menos a qué hora podemos vernos...
-Caballero,
yo...
-¡Onizuka!
-La sacerdotisa y el samurái repararon en ese momento en el dragontino, más por
el grito mental que por haberlo visto realmente. -Señorita, disculpe a mi compañero por sus modales tan
rudos...
-Acepto
sus disculpas. Ahora, como intentaba preguntarle a él... ¿Qué los trae hasta esta casa de
las llamas?
Ankar
sacó en ese momento el rollo de pergamino y el anillo que Kain les había dado
antes de salir y se lo mostró a la sacerdotisa.
-El
rey Cecil teme por la seguridad de los Cristales y me envía en una misión de
inspección a comprobar que nada desafortunado ocurra. Cuento con su venía para
contratar a los guerreros de mi elección que me acompañen en esta empresa.
-Y
aquí tenemos... -La sacerdotisa paseó su mirada por al grupo.
Lomehin ya se acercaba hacia ellos, pero a Dreighart le costó un poco más volver al mundo real, pues
seguía
mirando hacia el fondo del cráter desde la pasarela. -... Un
caballero oscuro, un samurái, un dragontino y un muchacho de cabello azul... -Los
ojos de la mujer se posaron sobre Dreighart cuando se colocó al lado del pelirrojo. -¿Puedo preguntar por la
identidad de ese joven?
El
ladronzuelo tragó saliva. "Ya está, Dreighart, la hemos cagado", pensó. Ankar no lo iba a
salvar de ésta.
-¿Él? -Intervino
de pronto Onizuka. -Es un pariente lejano mío. Tuvo un accidente de pequeño con unos magos negros y desde
entonces tiene el pelo así.
-Así
que lo hizo un mago... -La sacerdotisa sonrió, conciliadora, y luego se llevó
las manos al pecho y agachó la cabeza, haciendo el saludo tradicional de las
sacerdotisas del Cristal de Fuego. -Podéis pasar, caballeros. A vuestra
derecha hallaréis un establo para vuestros chocobos, y
el pabellón del Cristal es el que se encuentra en
el centro del oasis.
-¡Oasis!
-Exclamó Dreighart, sorprendido.
-El
templo está provisto de un manantial de aguas naturales que provienen desde el
subsuelo. -Explicó la joven señalando hacia abajo. -Así es como podemos vivir.
Los
guerreros y el ladrón entraron al templo. Una novicia tomó las riendas de los
chocobos y les prometió encargarse de ellos mientras resolvían sus asuntos, por
lo que pudieron seguir adelante sin problemas.
El
interior distaba mucho de parecerse al exterior: el techo redondo confería una
sensación casi irreal a los espacios, y la piedra, de color mucho más claro,
tenía labrados huecos para colocar cirios y lámparas de todo tipo, adornados
los espacios intermedios con el mismo símbolo de la puerta principal. Una
sacerdotisa se acercó para serviles de guía, y les explicó que el templo estaba
dividido en tres partes: la mitad oriental era la parte a la que tenían acceso
los visitantes, en la que se podían encontrar habitaciones de descanso, sala de
curas, letrinas y una capilla dedicada a los dioses, especialmente a Alexander,
Dios del Fuego; la mitad occidental era de acceso exclusivo a las servidoras
del templo, pues en esa zona estaban sus aposentos, comedor, y la capilla
dedicada al cristal. Estas dos alas se extendían en forma de cuadrilátero,
rodeando un patio interior que era el oasis, en el centro del cual se levantaba
una habitación no muy grande, con solo una puerta y ninguna ventana, a la que
solo tenía acceso la suma sacerdotisa.
-Pero
tienen suerte. -Añadió al final la mujer. -Pues ahí viene nuestra suma
sacerdotisa.
Hizo
un gesto con la mano y señaló el pasillo a su derecha, por el que se acercaba
una mujer de mediana edad, de piel morena y cabello negro recogido en un moño,
vestida con unos pesados hábitos rojos decorados con motivos de llamas en color
blanco y amarillo. Ankar la saludó respetuosamente al verla, y poco tardaron en
imitarlo sus compañeros. La suma sacerdotisa, por su parte, despidió a la guía
antes de devolver el saludo.
-Os
esperaba, Ankar Einor y compañía. -Dijo sonriente. -El cristal me anunció vuestra llegada. ¿Puedes mostrarme tu
salvoconducto y relatarme tu misión?
Ankar
repitió el proceso. Mientras lo hacía, Dreighart se apartó un momento para
hablar con Onizuka.
-Oye,
esto... Samurái...
-Onizuka.
-Sí, eso...
Bueno, verás, yo... Gracias por lo de antes. Estoy en deuda contigo ahora
también.
-¿En
serio?
-¿Eh?
El samurái
sonrió.
-No te
preocupes, ya me cobraré el favor más tarde...
Volvieron
a poner su atención en la sacerdotisa, que parecía haber terminado su charla
particular con Ankar.
-Si
quieren un refrigerio o necesitan usar las letrinas, este es el momento
adecuado. Una vez estén preparados yo misma los conduciré hasta el Cristal.
¿Están listos?
Ankar
se giró a sus compañeros, los cuales empezaron a prepararse. Onizuka se ató
fuerte la katana de la cintura, mientras que Dreighart se echaba atrás la capa
para evitar torpezas por si había que moverse rápidamente. Lomehin por su parte
simplemente se tocó algunas partes de la cara antes de asentir. El dragontino
se giró a la sacerdotisa.
-Estamos
listos, mi señora. -Anunció el dragontino.
La
suma sacerdotisa asintió y, dándose la vuelta, abrió las puertas que se
encontraban a su espalda, las del pequeño edificio cerrado que era el pabellón
del Cristal. En lugar de la sala que esperaban solo encontraron unas largas
escaleras que bajaban, hundiéndose en la tierra, y por las cuales la suma
sacerdotisa los condujo, habiendo previamente cogido una antorcha para alumbrar
el camino. Tuvieron que descender varios tramos de escaleras antes de volver a
encontrarse con una puerta, tan falta de ornamentos como la que anteriormente
habían atravesado, pero al menos esta estaba pintada de un intenso color
rojo... y no se veía en ella nada que sirviera para abrirla. En ese momento la
mujer tendió su luz a Dreighart, que se encontraba a su derecha, y se agachó
con las manos pegadas a las puertas, musitó una oración, y la entrada se abrió,
desvaneciéndose la madera como si nunca hubieran estado allí. El grupo
retrocedió, sorprendido, pero no tuvieron tiempo de hacer comentarios, pues la
suma sacerdotisa los estaba encarando de nuevo cuando recobraron la compostura.
-Yo no
seguiré adelante. -Anunció. -Mi deber era abriros la puerta, el
resto es cosa vuestra y de vuestros compañeros, señor Einor, pero por si
necesitarais algo, yo estaré junto a la primera escalera del pabellón.
Aseguraos de que nada malo ocurra con el Cristal.
-Gracias,
señora.
-Suerte,
jóvenes.
La
suma sacerdotisa se marchó escaleras arriba, y ellos entraron. Aunque en parte
se lo esperaban, no pudieron evitar sorprenderse, otra vez, cuando la puerta
volvió a materializarse tras ellos, solo para cerrarse segundos después.
Estaban encerrados en la sala del Cristal, y sin nada mejor que hacer,
comenzaron a mirar a su alrededor.
-Esto
sí parece una Sala del Cristal... y un templo. -Murmuró el de Doma.
Y era
cierto. Aún sin estar demasiado decorado, tapices y grabados se distinguían en
las paredes, con los emblemas del fuego y, aparentemente, de su guardián. Los
dibujos negros y rojos del suelo y los mosaicos de las paredes representaban
una misma escena, aunque ninguno de ellos acertaba a interpretar su
significado, y tampoco estaban demasiado pendientes de ella. Su atención estaba
centrada en el pedestal que se alzaba al fondo, finas columnas de oro trenzadas
levantando un prisma alargado que resplandecía con tonos carmesíes sobre un
pequeño altar.
-El
cristal... -Ankar tragó saliva y miró a su alrededor; sus compañeros esperaban que diera el
primer paso. -Aquí voy. -Pensó.
Comenzó
a caminar en dirección al Cristal del Fuego reuniendo toda la seguridad y calma
que guardaba en su interior. Por un segundo le pareció oír la risa de Lomehin,
pero eso no tenía sentido, seguramente los nervios le estaban jugando malas
pasadas.
Se
detuvo a cinco pasos del Cristal, los justos que estaban en una pequeña
escalera. ¿Y ahora qué? La respuesta llegó bajo la forma de una columna de
fuego que salió desde la plataforma del Cristal. Ankar se echó hacia atrás y se
cubrió con los brazos para evitar la fuerte luz y las llamas, poniéndose la
armadura en el proceso... Pero ya no estaban. Asustado, se dio la vuelta, solo
para encontrarse que en el espacio que lo separaba de Onizuka y el resto había
ahora un hombre, más alto que Lomehin, de piel oscura y cabellos del color de
las llamas, trenzados y atados a su cintura y a sus muñecas sobre un hábito
similar al que llevaban las sacerdotisas. Y el hombre lo miraba.
-¿A
qué has venido? -Preguntó. Su voz era áspera, ronca, casi gutural.
-Quieto
para'o ahí, tú. -Interrumpió el samurái. -¿Eres el Guardián?
-¿Y
qué esperabas, un chocobo con un lindo tutú rosa? -Contestó con gracia el esper. -¿Crees que alguien más puede salir del Cristal, o de
la zona de oración? -Respondió el hombre. -Y tú, contéstame.
-Mis
compañeros y yo venimos en una misión de parte del rey Cecil de Baron, pues se
teme que esté amenazada la seguridad de los Cristales. -Había contado tantas veces la
historia que ya no temía que su mente desvelara que era falsa;
él mismo comenzaba a creérsela.
-¿Por
quién? ¿Por ti? -Ankar abrió desmesuradamente los ojos mientras el
Guardián
le señalaba
con un largo dedo.- ¿Crees que no lo sé? Tú no eres el protector... No hay
protector. Hay destructor. La misión que tu rey, que reciba mis saludos,
es destruir el cristal. ¿Correcto?
Ankar
agachó la cabeza, intentando ordenar sus pensamientos antes de dar una
respuesta. No vio a Onizuka y a Dregihart palidecer hasta lo indescriptible, ni
a Lomehin abrir los ojos extrañado.
-¿Bromea,
no? Vamos, que nadie va a mandar a alguien a destruir los Cristales Elementales
así, sin más...
-Los
Cristales sagrados...
-Es
cierto. -Consiguió transmitir finalmente el dragontino,
recordando la conversación con Cecil y transmitiéndosela a sus compañeros.
========================================
-Bien... -Cecil se pasó la lengua por
los labios. -Tu misión
consiste en ir a los Templos Eternos y destruir los cristales elementales.
-¡¿Cómo?! ¡Pero si eso es un delito
mundial! ¡No soy un proscrito, mi señor!
-Cálmate, hijo, no he terminado de
hablar. -Dijo levantando una mano.
-¡Pero...!
-¡Silencio! -Esta vez, la voz de
Cecil fue totalmente autoritaria, y
Ankar cerró
sus pensamientos y agachó
la cabeza. -Bien, eso está
mejor. No pienses que te mando a una misión suicida solo por pedirte que
destruyas los cristales. Hay una razón muy poderosa para ello.
========================================
-Aún
no sé cuál es esa "poderosa razón"...
-Pero
es cierto, hay una razón. -Confirmó el Guardián. -Ahora, el marrón de contártela... -Sonrió. -Que se lo coma tu rey.
Vosotros, aquí y ahora, tenéis algo más importante de lo que
preocuparos.
-¿El
qué?
-Tenéis
que conseguir... -El Guardián extendió los brazos, alzándolos, y comenzó a elevarse. -Vencerme a mí.
La
temperatura de la sala, ya de por sí alta, aumentó de forma insoportable. Los
guerreros siguieron con la vista el hombre de piel morena, y fueron testigos de
cómo la túnica se evaporaba, y su cuerpo se transformaba en el de una enorme
bestia cornuda, con cola de león y con garras en lugar de manos y pies. El
cabello que antes estuviera atado ahora se había fundido con las partes de su
cuerpo en torno a las que se encontraba, y lo único que le quedaba de ropa era
un taparrabos de color arena. Su rostro se alargó, tomando una forma parecida al
de un bengal, un monstruo a caballo entre felino y cánido, con una boca repleta
de afilados dientes.
-¡Contemplad
a Ifrit, mortales! ¡Debéis vencerme si queréis completar vuestra misión!
Acto
seguido el Guardián del Cristal del Fuego lanzó una potente llamarada hacia los
tres que se encontraban a su espalda. Lomehin lo esquivó sin problemas, y
Dreighart reaccionó a tiempo para apartarse de la trayectoria del fuego;
Onizuka, en cambio, se quedó donde estaba, limitándose a desenfundar la katana
que llevaba a la espalda.
-¡Llamitas
a mí! -Exclamó, partiendo en dos con su espada la ola
de fuego que se abalanzaba hacia él.
Sin
detenerse, el samurái aprovechó el desconcierto del eidolon para acercarse
corriendo hasta él y golpearlo... sin éxito.
-¿Crees
que puedes hacerme daño a mí con una espada de fuego, pequeño samurái?
-Uy,
vaya, fallo de cálculo...
Ifrit
no se entretuvo hablando, sino que propinó un fuerte puñetazo en el abdomen a
Onizuka, lanzándolo unos pocos metros hacia atrás por la inercia. Pero cuando
comenzó a caminar en dirección al samurái se encontró frente a frente con
Ankar.
-De
fuego no, pero... ¿Qué tal de rayo?
El dragontino,
en lugar de sacar su lanza retráctil, había optado por luchar con su espada
eléctrica, y con ella había tajado certeramente el abdomen de la criatura, que
retrocedió para evitar una herida mayor. En ese momento, sin embargo, vio por
el rabillo del ojo que el caballero oscuro se acercaba hacia él listo para
ensartarle su espada oscura en el costado, por lo que tuvo apenas unos segundos
para saltar hacia un lado y evitar el envite. Los tres espadachines
aprovecharon ese momento para reagruparse.
-¡Esa
cabra me ha hecho quedar en ridículo! -Protestó Onizuka.
-Tampoco
es que sea muy difícil -Apuntó Lomehin.
-Esta
vez te lo paso, niño, pero a la próxima...
-¡No
es momento de discutir por estupideces! -Reprendió Ankar, haciendo que sus dos
compañeros
se llevaran las manos a la cabeza, adoloridos por el grito mental.
Onizuka
había vuelto a enfundar su katana elemental, y volvió a lanzarse al ataque con
la normal, cubriendo el flanco izquierdo de la bestia. Lomehin hizo lo propio
con el derecho, mientras Ankar enfundaba su espada para tomar, esta vez sí, su
preciada lanza. Los tres se lanzaron hacia el Guardián, que intentó retroceder,
pero se vio sorprendido por Dreighart, que desde su retaguardia se lanzó de
rodillas, daga en mano, para herir las piernas de la criatura. Ifrit rugió de
dolor cuando sintió la cuchillada en la parte trasera de su propia rodilla,
pero no tuvo más tiempo para quejarse, pues Onizuka y Lomehin ya estaban sobre
él.
-¡Yon
Shin!
-¡Umbra!
Mientras
luchaba por cubrirse con los brazos de los cuatro cortes consecutivos del samurái,
el caballero oscuro lanzó una onda de energía oscura que lo envolvió de lleno,
produciendo en él heridas como quemaduras, y en el justo momento en que todo
parecía calmarse, Ankar apareció en el centro de su campo visual, destellante
la lanza en su mano lista para ser usada.
-¡Alma
de Dragón!
A la
velocidad del rayo, la lanza de Ankar se clavó en el pecho de Ifrit, que rugió
de dolor e indignación al sentir como la energía pasaba a su pecho. Sin
embargo, aún no estaba lo bastante malherido como para provocar su rendición,
pues como si de una espina se tratara se arrancó la lanza, que no se había
clavado más allá de la punta, y se elevó una vez más en el aire, comenzando a
envolver su cuerpo en potentes llamas que aumentaron aún más, si acaso era
posible, la temperatura de la sala del Cristal.
-¡Fuego
Infernal!
Despiadadamente
comenzó a lanzar bolas de fuego hacia el grupo, sin que las llamas que lo
rodeaban, convirtiéndolo en una gigantesca bola de fuego, disminuyeran un
ápice.
-¡Este
no piensa darnos tregua! -Exclamó Onizuka.
-Yo me
encargo.
Lomehin
aprovechó un punto muerto en el ataque del esper para volver a cargar y lanzar
su ataque Umbra, pero fue inútil: las llamas lo anularon completamente.
Frustrado, comenzó a mascullar imprecaciones mientras se concentraba para
lanzar una gran onda de oscuridad mayor que las anteriores para poder cubrir
los fuegos desde donde el ser expulsaba las grandes esferas ígneas. Aunque
conseguía frenar la mayoría de las bolas de fuego, el poder de las sombras
agotaba las fuerzas del Caballero Oscuro. El Dragontino vio cómo su compañero
clavaba una rodilla en el suelo y corrió detrás de él.
-¡¿No
hay nada que tú puedas hacer, Ankar?! -Gritó Lomehin sujetando con fuerza
su espada oscura.
-¡Sólo
soy telépata! ¡Pero puedo ayudarte con esto! ¡Viento de Reis!
Unas
hebras de color turquesa surgieron de los pies de los dos guerreros,
envolviéndolos, devolviéndoles energía con rapidez. El gesto de Lomehin se
suavizó, cambiando a una sonrisa al sentir como la energía que perdía era menor
a la que el albino le devolvía. A ese paso podría hacer frente al Fuego
Infernal de Ifrit.
Onizuka,
mientras tanto, había conseguido reagruparse con el ladrón, aunque seguían
teniendo que esquivar las bolas de fuego que se escapaban de la oscura fuerza
del moreno.
-¡Dreight!
¡Vamos a probar una cosa!
-¿"Dreight"?
-Cuando
te avise, te quedas quieto para que te coja y te lance, y cuando estés encima
de él, buscas un punto muerto y le clavas la daga. ¿Entendido?
-¡Entendido!
-¡Ahora!
El peli
azul hizo lo que el pelirrojo le había indicado, y de pronto sintió cómo lo levantaban
en el aire dos poderosos brazos y lo arrojaban con increíble fuerza en
dirección al Guardián, por encima de éste.
-¡Dreighartdoken!
Dreighart
pasó volando a increíble velocidad por encima de sus compañeros y encontró,
como el samurái esperaba, una zona descubierta en los hombros de Ifrit, sin
llamas, que no perdió tiempo en atacar en cuanto tuvo centrada, clavando su
daga con todas sus fuerzas y, de paso, colgándose él de la daga para no caer
estrepitosamente al suelo. La bestia rugió, desapareciendo el fuego y bajando
la guardia el tiempo suficiente para que Lomehin conectara por fin su ataque
Umbra, empujando al eidolon hacia el suelo con heridas oscuras en el pecho. El
momento no fue desaprovechado, y Onizuka corrió hacia él, katana en mano, consiguió
ensartar el costado del monstruo. El último en atacar fue Ankar que, viendo
como Lomehin terminaba su técnica oscura, dio un fuerte salto y, al caer,
atravesó con su lanza el hombro derecho del Guardián.
El
silencio se adueñó de todos al mismo tiempo que la quietud hacía presa en el
ser de fuego. Nadie se atrevía a moverse. Lomehin no parecía poder levantarse,
aunque tampoco esperaba hacerlo. Dreighart seguía colgado en la espalda de
Ifrit, al igual que Ankar lo estaba en el frente, engastado en el hombro de la
bestia. Onizuka estaba quieto, esperando algún movimiento para arrancar parte
de la carne del costado del hombre monstruo.
La
quietud fue rota por la risa del eidolon, mientras que los ojos de todos se
abrían extrañados.
-Ah,
sois fuertes... -Ifrit movió los brazos, y una ola de fuego empujó a sus
atacantes lejos de él, armas incluidas, cayendo en el suelo desperdigados por
la sala. Sin embargo, las llamas no los hirieron, y sí curaron las heridas del
Guardián. -Tu rey eligió bien, Dragontino. Sois merecedores de
la tarea que se os ha encomendado.
Los
guerreros recuperaron el aliento mientras veían al ser de fuego acercarse
tranquilamente hacia el pedestal del Cristal. Miró hacia abajo, donde estaba
una enorme cúpula de vidrio, con un hombre, o lo que parecía su cuerpo, que se
encontraba dentro de una especie de arena oscurecida. Tomó el Cristal con las
manos, y apretándolo en sus puños, lo destruyó. Varios fragmentos cayeron al
suelo, desparramándose, e Ifrit cogió el que cayó más cerca de sus pies. Luego
se dio la vuelta y, al mismo ritmo de antes, se acercó a Ankar, que ya estaba
levantándose apoyándose en la lanza.
-Tómalo.
Lo necesitarás. Suerte en tu misión, muchacho.
Y,
envolviéndose en una cortina de fuego y una carcajada de satisfacción,
desapareció del lugar dejando un fuerte olor a azufre.
Sección de la Biblioteca:
Historia
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