-Por
esa calle a la derecha. ¿No te importa?
-Qué
va, qué va. No tardo nada.
-Pero
no la líes.
-Que
no.
-En
serio.
-Que
no la voy a liar.
-Y
nada de sacar la espada. Y no me
vengas ahora con "qué espada".
Onizuka
sonrió inocentemente mientras se llevaba una mano a la cabeza, adolorida por el
grito mental de Ankar, y luego se dio la vuelta para seguir el camino que le
había indicado. Por algún motivo el dragontino le había pedido a él que fuera
al establo chocobo, aunque Onizuka no tenía ninguna necesidad de ello; el
samurái tenía su propio chocobo, el albino Highwind, a pesar de que normalmente
invirtieran los roles de montura y jinete. Por lo menos, se excusaba el
guerrero de Doma, al menos así no se perdía, pues no brillaba precisamente por
su sentido de la orientación. Y así lo probó a los pocos minutos de alejarse de
Ankar, cuando en lugar de girar a la derecha giró hacia la izquierda.
-¡Wark! ¡Wark wark wark wark!
Onizuka
se giró al oír los graznidos de los chocobos, solo para encontrarse de frente
con el establo. Highwind, tras él, era el que él había dado el aviso.
Poco
tardó en localizar al encargado, o más bien encargada: una moza de piel y
cabello oscuro, que limpiaba las plumas de un ejemplar especialmente grande y
gordo.
-Buenas
tardes, preciosa flor de gysahl. ¿Serías tan amable de atenderme unos momentos,
hermosa?
-¿Qué
quiere, señor? -La cuidadora se giró hacia el pelirrojo, con las
mejillas arreboladas.
-Bueno,
al principio pensé en pedirte solamente un chocobo de alquiler que pudiera
ayudarnos a mí y a mi compañero a atravesar el desierto, lugar donde
lastimosamente no podré encontrar otra joya como tú, y por eso mismo ahora me
gustaría saber tu nombre, apellido, nación, edad, medidas, comida preferida,
lugar, número, día...
-¡¡Onizuka!!
El
samurái se encogió a la par que se sujetaba la cabeza con las manos, solo para
ver a Ankar entrando raudo al establo.
-¿¡Se
puede saber qué estás haciendo!?
-Eh...
¿Conseguirte un chocobo?
-¿¡Y!?
-¿Ligar?
-¿¡Eres
idiota!? ¡Crys tiene edad para ser tu hija!
-¿En
serio? -La chica y el samurái miraron al dragontino.
-No,
pero...
-Entonces
no es ilegal.
-¡Pero...!
-Señor
Einor. ¿El chocobo es para usted?
-Ah,
sí... -El dragontino miró a la muchacha distraído, aún demasiado concentrado en
reprender a Onizuka como para prestar atención a otras cosas.
-Entonces.
¿Lo apunto en la cuenta de la armada?
-No,
esta vez no. Es una misión especial.
Onizuka
miró a su compañero, enarcando una ceja.
-¿Pero
no me dijiste que...?
-Tú
calla. -Dijo Ankar dándole un puñetazo en el brazo. -Crys, por
favor...
-En
seguida.
La
muchacha se alejó, y pronto la vieron entretenida ensillando a una de las aves,
de fuerte color amarillo.
-Onizuka,
el dinero.
-Yo no
pago.
-¿Cómo
qué no?
-Yo ya
tengo a Highwind; ¿Para qué quiero más?
-¡Compensa
por el problema que has ocasionado!
-¿Qué
problema? ¡Yo no soy el que entró chillando al establo!
-Si
serás tarado...
-¿Qué
has dicho?
-Que
vi una tía vestida de leopardo.
-¿¡Dónde!?
-Simplón...
La
encargada llegó en ese momento junto a los dos guerreros, y tras intercambiar
al animal por el dinero, el cual salió del bolsillo de Ankar al final, los dos
emprendieron el camino de vuelta hacia las pistas de aterrizaje. El joven
pelirrojo recordó entonces lo que le quería preguntar a su amigo desde hacía un
rato.
-Oye,
¿y por qué me mandaste a mí a por el chocobo, si era para ti?
-Por
eso.
El dragontino,
tras transmitir el pensamiento, señaló las pistas, a las que ya habían llegado.
Angelus no estaba muy lejos y, con ella, un pequeño moguri, de pelaje grisáceo
y traje violeta. Antes de que Onizuka pudiera decir nada, Highwind de aproximó
corriendo al dúo.
-¡Wark!
Wark, ¿wark wark?
-Nada,
el simpático amiguito me hablaba sobre él.
-¡Kupó!
Kupopopo, kupó.
-¿Wark?
-Kupopo.
¿Kupó kukupó kupó po?
-Wark wark wark wark wark. Wark wark wark.
-Así es.
-¿Kupopo? ¡Kupó! ¿Kupopo pó kupo kupó?
-Sería
una buena idea, sí.
-¡Wark!
-¡Kupó!
El
moguri se marchó saltando. Ankar y Onizuka solo lo siguieron con la mirada, sin
haber entendido un ápice de la conversación. Era extraño que los móguris no
usaran el idioma Común, o Clavat como era conocido... Pero más raro es
encontrar a alguien que entendiera perfectamente el idioma de los pequeños.
-Señora,
¿qué...?
-Nada.
-La dragona sonrió como solo ella podía, mostrando una hilera de
afilados dientes. -Un simpático moguri inventor.
========================================
-¿Y a
dónde dice usted que se dirige?
Era la
cuarta vez que preguntaba.
-Al
otro lado del desierto.
Era la
cuarta vez que respondía.
Lomehin
había tenido la suerte de encontrar a alguien poco después de comenzar a
deambular por el desierto. Se trataba de un anciano con su carreta, tirada por
chocobos, que se había ofrecido a llevarle movido por una compasión de origen
dudoso, y que aprovechaba el hecho de que ambos parecían llevar la misma
dirección. Sin embargo, ninguna de las preguntas del viejo había conseguido ser
respondida, especialmente aquellas sobre cómo se las había arreglado el
caballero oscuro para quedarse tirado en mitad de la nada.
-Entonces
debes tener amnesia. -Concluyó al fin el anciano.
-Puede
ser. -Mintió el hombre. -Solo sé mi nombre, aunque no mi
apellido.
-Por
cierto. ¿Qué te pasa en el brazo? Brilla mucho, de color rojo, como si lo
hubieras metido en una fragua...
Lomehin
miró su brazo izquierdo, cubierto por la armadura. Pronto se quitó el casco
para ver mejor, dejando que la negra y corta melena que ahora poseía se agitara
con el viento del desierto. Un anillo rojo brillaba sobre su extremidad
izquierda, rodeándola. Uno de los brazaletes que llevaba.
-¿Qué
es? -Insistió en anciano.
-No lo
sé. -Volvió a mentir el caballero. -Pero creo que
me indica el camino que debo seguir.
"Claro que sí", admitió para sus adentros, "porque ese color representa el
fuego, y a su templo me está llevando". Si se estuviera equivocando de camino
otro brazalete brillaría para indicárselo, por cómo Lemnar lo había hecho. Sin
embargo, del cómo lo sabía no estaba seguro, simplemente tenía ese
conocimiento. Quizá, pensó, lo de la amnesia no sirviera solo como historia
para ocultarse, quizá se convirtiera en realidad; sentía como parte de sus
memorias se nublaban, y cómo gran parte de su poder se desvanecía. Estaba
encerrado en ese disfraz, y Lemnar quiso asegurarse de que no le atacara... se
sentía
tan débil
como un simple... humano.
Sintió
de pronto la mirada del anciano sobre él, y al girarse para encararlo le
pareció que el brillo de sus ojos no era normal, aunque era absurdo. En ese
mundo no podía haber otro como él, con su misma misión, y de haberlo estaría en
problemas. Ahora estaba atrapado por el dragón negro.
-Buenas
noticias, muchacho. -Lomehin salió de su ensimismamiento al oír al viejo
hablar. -En un par de horas más haremos una parada, cuando lleguemos
al Templo del Fuego Eterno.
-Gracias.
Sí,
los brazaletes funcionaban.
========================================
El
aire cálido del desierto golpeaba sus rostros con fuerza junto a la arena que
levantaba. Los chocobos, ambos, avanzaban con firmeza por un terreno que
carecía de tal cualidad, y sus jinetes se esforzaban por mantener la vista al
frente y la concentración al máximo. Angelus procuraba volar sobre ellos para
proporcionarles sombra.
-Esto
es la gloria, tío. -Decía Onizuka una y otra vez, con una
perenne sonrisa en su cara.
-No sé
yo... -Ankar sacudió la cabeza, intentando despejar el
sudor que cubría su frente y goteaba ante sus ojos. El
calor le dificultada pensar y comunicarse adecuadamente. -Quién como tú...
-¿Como
yo? Ah, ¿lo dices por ella?
No
hacían falta señalizaciones, pues ambos sabían de qué hablaban. La espada a la
espalda del samurai tenía el elemento fuego como característica natural,
afinidad compartida por su portador. Para Ankar, en cambio, el elemento base
era la electricidad, el rayo, desde que varios años atrás encontrara a
Raikoken...
-Bueno,
Honoikazuchi me quiere, yo la quiero y juntos nos lo pasamos bien. -Bromeó el samurai. -Lástima que ella no es tan
parlanchina como tu...
-Shh,
espera.
Ankar
detuvo su chocobo, y Onizuka y Highwind lo imitaron. Pocos segundos después
Angelus descendió frente a ellos.
-Huele
a dragón.
-Esto...
-No te
pases de listo, demonio. -Interrumpió la dragona. -No soy yo, pero es un dragón conocido.
Ankar
oyó en completo silencio las palabras de su madre adoptiva, y en solo unos
segundos las piezas encajaron. Cerca. Dragón conocido. Lemnar. Sin esperar un segundo
más se lanzó al galope con su chocobo, apretando su colgante en la mano.
-A
veces es tan estúpido mi hijo... -Angelus suspiró mientras veía como, sin necesidad de
direcciones, Onizuka partía en pos de su amigo y compañero con un grito de júbilo. -Tendré que alcanzarlos antes de que
comentan un error.
La
dragona levantó el vuelo una vez más, pero esta vez no se alejó demasiado del
suelo. Sería muy complicado atraparlos si no.
Ankar
permaneció ajeno a las palabras de la dragona y a los movimientos de su
compañero, solo le interesaba encontrar el origen del olor. Su olfato, aunque
entrenado como el de una bestia, estaba lejos de ser tan fino como el de
Angelus, por lo que aún no percibía el olor. Su única guía era su instinto, la
sensación de estarse acercando a su declarado enemigo.
-¡Ankar!
-Onizuka no tardó en alcanzarlo, por lo que se apresuró en llamar su atención. -¿Vas a ponerte la armadura?
-Pronto.
-Fue el escueto pensamiento del peliblanco.
Los
chocobos corrían a su máxima velocidad, cubiertos una vez más por la dragona,
que rugió a los pocos segundos de alcanzarlos.
-Ankar,
creo que tu madre quiere decirnos algo.
-No
ahora.
-¿Seguro?
-Esas
cosas no las decidís vosotros.
Sin
darles tiempo para replicar, las garras de Angelus aferraron a Ankar y Onizuka,
levantándolos del suelo junto a sus chocobos. El dragontino, indignado, comenzó
a intentar soltarse.
-¡Madre!
-Recriminó mentalmente.- ¡Déjame bajar!
-Así
iremos más rápido, y así no harás estupideces. -La dragona subió y aumentó su velocidad. -Por el suelo aún tardaríais varias horas, y
probablemente no lo alcanzaríais. Y no, no es Lemnar.
-¿¡Qué!?
-Me
imaginaba que se trataría del dragón negro. -Onizuka se acomodó como pudo entre las garras de
la dragona. -A veces eres tan crío, Ankar...
-Mira
quién habla...
-Por
una vez le doy la razón al demonio. -Angelus dejó que las corrientes de aire la
empujaran un poco. -El rey dijo que aún no tenías el nivel suficiente, y es
cierto. Por eso, demos gracias ahora de poder averiguar quién es el hombre que huele como él y vaga por el desierto...
Ankar
no respondió, tanto su madre como su amigo notaron que cerraba su mente para
evitar que se le escaparan pensamientos. Así que siguieron avanzando, raudos y
en silencio, después de que la dragona dejara a los dos humanos acomodarse
sobre su lomo.
-Eh. -Onizuka,
utilizando una mano como visera para que el sol diera en su ojo bueno, señaló un punto entre la arena con la
otra. -¿No
es una caravana eso de ahí?
-Creo
que hemos encontrado el origen del olor.
Ankar
sintió de pronto el olor, el aroma ya conocido, y sintió cómo se le erizaba el
cabello de la nuca. Invadido por la ira, sin previo aviso, se levantó sobre el
lomo de Angelus y saltó, en dirección al suelo.
-Y ahí
va... Venga, que ahora voy yo.
-Tú
quieto, demonio, o te convertirás en carne picada al caer.
Que el
Salto de los dragontinos era su principal técnica era un hecho conocido por
todos. La curiosidad era saber cómo saltaban, y cuánto. La altura y la
velocidad siempre variaban, así como la fuerza de la caída.
Ankar,
habiendo saltado desde el lomo de la dragona, se encontraba a una altura que
incluso para él era normalmente imposible. Pero su forma de aprovechar la
situación quedó patente cuando, desde su colgante, unas alas azules surgieron y
lo rodearon, transformándose en una armadura del mismo color, y el cilindro que
colgaba de su cinto saltó a su mano con la forma de una lanza. Al aterrizar, el
hasta de su arma se clavó con fuerza en el suelo, y una ola de arena se levantó
a su alrededor. De forma lejana oyó los chillidos de chocobos y gritos de
sorpresa de un hombre.
-¿¡Qué
es!? ¿¡Un bandido!? -Gritó Lomehin tapándose los ojos de contra la
arena. Cuando bajó algo, se puso el yelmo inmediatamente.
-¡So!
¡Quietas ahí, gallinas gigantes! Muchacho, eso es un dragontino.
-¡Eh,
peña, que yo también quiero fiesta!
Cuando
Ankar volvió a mirar, a través del casco de su armadura, vio que Angelus había
ayudado a Onizuka a bajar con los chobocos y que frente a él la "caravana" no era más que un carro de
arena tirado por dos aves un poco más grandes que la que él montaba. Y en el
carro había dos hombres: Un patético anciano y un hombre que parecía más joven
armado al estilo de los caballeros oscuros. De éste último venía el olor.
Lomehin
sacó su espada y su escudo y las enarboló contra Ankar, a la vez que este
sostenía su lanza con las dos manos, apuntándole. Onizuka miró a su compañero
mientras intentaba tranquilizar al chocobo de alquiler.
-¿Es
él?
-Pero
es humanoide...
El
pensamiento llegó a todos, por lo que el viejo y Lomehin miraron con sorpresa a
Ankar.
-¿Qué
he hecho yo para ganarme la enemistad de un dragontino? -Preguntó con cautela el moreno, sin
bajar la guardia.
-¿Quién
eres tú, que hueles a dragón negro y vistes como un caballero oscuro? -Preguntó mentalmente Ankar.
Telepatía.
Lomehin intentó hacer contacto visual con Ankar, invadido por la sensación de
que, si lo conseguía, averiguaría más sobre él, pero fue en vano. Al menos
sabía que no debía bajar la guardia.
-Soy
Lomehin. No sé nada más.
-¡Mientes!
-Tranquilízate,
muchacho. -El anciano se acercó a Ankar con las manos en alto. -Me encontré al joven hace un par de horas;
estaba perdido por el desierto y decidí ayudarlo. Tiene amnesia.
Lomehin
agachó la cabeza, avergonzado. Tener que mentirles a simples humanoides para
sobrevivir era lo más humillante que le había pasado en toda su vida... Y, sin
embargo, su gesto fue malinterpretado como uno de incomodidad por su situación,
convenciendo al guerrero de armadura azul.
-Eso
no explica tu olor. -Ankar, para demostrar que aceptaba la historia, bajó la lanza e hizo desaparecer la
armadura, que se transformó en una luz azul que fue absorbida por su colgante. -¿Y hacia dónde te diriges por el desierto?
-Según
parece, tengo que ir al Templo del Fuego Eterno. Es lo que me indican estos
brazaletes. -Lomehin levantó su brazo, mostrando el brazalete que brillaba como
el fuego junto a otros dos que refulgían en negro mate.
-Entonces
vente con nosotros.
-¿Qué?
-¿Cómo?
Ankar
y Lomehin se giraron a la vez hacia Onizuka, que con una burlona sonrisa en la
cara y los chocobos sujetos por las riendas hablaba.
-No
sabe quién es, tiene que ir al Templo igual que nosotros y es un buen guerrero.
Que se venga con nosotros.
-Pero...
-Lo
mejor sería que acampásemos y siguiésemos discutiendo todo esto más tarde. Se
acerca la noche, y aquí hay muchas cosas que hablar.
Al
fin, detrás del samurai y el dragontino, Angelus aterrizó. Los humanoides
tuvieron que taparse la cara para cubrirse de la arena que la dragona levantó
al tocar el suelo.
-Pero,
madre... -El anciano y el caballero oscuro miraron sorprendidos a Ankar al
oírlo. ¿Madre, una dragona?
-Sé
razonable, hijo. -Angelus sonrió y se giró hacia el moreno. Lo miró unos
instantes antes de hablar. -Lomehin, si tú quieres, eres bienvenido al
grupo que lidera mi hijo.
El
caballero oscuro pensó rápidamente. Aquellos tres conocían a Lemnar, seguro, y
tenían que ir al templo... Siendo uno de ellos soldado no cabía más opción que
se tratara de una misión, y quién sabe, quizá era la misma que la de él. Quizá,
y solo quizá, sería bueno acompañarlos...
Lo que
no entendía era lo que estaba sintiendo. Siempre había tenido la capacidad de
sentir a otros seres igual a él, pero ahora, mirando al caballero de cabello
blanco, sentía una afinidad y un poder desde él que le resultaba conocido... Y
lo que era peor, si miraba a la enorme dragona azul, algo en su interior se
apretaba, algo en su mente hacía que se sintiera incómodo y alegre, pero cuando
intentaba dislumbrar lo que era, como el agua, se le escapaba de las manos al
tocarlo.
-Iré
con una sola condición. -Dijo finalmente. -Que no intenten matarme de nuevo,
como hace un rato.
========================================
El
campamento estaba levantado, pero solo los tres guerreros y la dragona eran
parte de él. El anciano, excusándose, había dicho que tenía asuntos que atender
que le impedían quedarse a compartir con "los jóvenes", por lo que, tras despedirse
afablemente de Lomehin, se había marchado con su carreta y sus chocobos lejos
de allí.
Pero
ese no era el tema de conversación que los ocupaba. Después de que el anciano
se marchara un gusano gigante y algunos sahagins de arena los habían atacado,
pero de algún modo Lomehin se había unido al dragontino y al samurái para
derrotarlos, descubriendo que tenían una afinidad natural para luchar en
conjunto. Tras dicho evento, Angelus había declarado abiertamente que se fiaba
del caballero oscuro, y con el sol poniente de fondo, a la sombra de una gran
duna, discutían este hecho.
-Sigue
oliendo a Lemnar. -Se quejaba mentalmente Ankar, intentando que sus
pensamientos solo llegaran a su madre.
-Pero
eso no significa nada. -Contestaba Angelus en voz alta. -Podría haber pasado cerca de un
lugar donde él estuvo y no recordarlo, pero haberse
impregnado de su olor.
-¿Y
cómo estamos seguros de que tiene amnesia?
-¿Y
cómo estamos seguros de que no?
-Qué
pesado que eres a veces, Ankar, colega. -Masculló Onizuka mientras se echaba
hacia atrás. -En lugar de comprobar lo paranoico
que eres. ¿Por qué no discutimos cómo hacer lo del templo? A mí aún no me queda claro a qué
vamos.
-Considero
que es una pérdida de tiempo estar aquí. -Añadió Lomehin. -¿No debería ser vuestra prioridad llegar
allí
también,
siendo una misión de vuestro rey?
-Su
rey. -Corrigió el samurai. -Yo no soy ciudadano de
Baron.
-Nuestra
misión. -Ankar ignoró el asunto sobre las nacionalidades. -Es verificar la
seguridad de los cristales. El rey Cecil me informó que había posibilidades de
que algo los amenazara, y debemos procurar que eso no pase. Por eso, primero
debemos ir al Templo del Fuego Eterno, confirmar cuál es esa amenaza, y luego
informar a su majestad. Luego iremos al resto de Templos...
-Entonces.
¿Tu misión es recorrer todo el mundo en busca de los cristales? -Lomehin sacudió la cabeza, sorprendido. -No sé si os acompañaré siempre.
-Si
decides unirte no hay vuelta atrás. -Advirtió el dragontino. -Así que será mejor que des una respuesta
definitiva ahora.
-No sé
qué me depara el futuro, si voy ahora con vosotros está claro que es por
conveniencia, porque lo único que se es que tengo que ir allí, así que debo
aprovecharlo.
-Si
no, podemos hacer otra cosa. -Onizuka sonrió cuando los otros dos se
giraron hacia él. -Yo peleo con Lomehin y si le gano
se viene, y si me gana él... se viene también.
-Eso
no arregla nada. -Ankar suspiró, cansado, pero con una sonrisa.
-No,
pero es que me aburro. Me falta mi dosis diaria de derramamiento de sangre.
¿Crees que yo puedo ser feliz en un mundo tan pacífico?
Sin
esperar contestación, el samurai se acercó a su chocobo, que permanecía atado
junto al otro chocobo a una estaca de madera que habían clavado en el suelo.
Con rápidos movimientos lo soltó y sacó su espada mostrando una perversa
sonrisa.
-Vamos
a jugar a hacer taquitos de chocobo...
-¡WARK!
Lomehin
y Ankar lo observaron, con claros pensamientos por parte del dragontino sobre
lo avergonzado que a veces se sentía por el comportamiento excéntrico de su
compañero. El caballero oscuro permaneció impasible a todo esto.
-Entonces...
-Dijo, retomando la conversación interrumpida por el samurai. -Hagamos
lo siguiente: Iré con vosotros al templo, os ayudaré en lo que haga falta y después
decidirás si confiar en mí o no.
-Puede
ser una buena solución...
-En
todo caso, tú también tienes que ganarte mi confianza.
Ankar
no pudo hacer menos que quedarse boquiabierto ante el comentario del moreno,
pero antes de que pudiera decir nada éste siguió hablando.
-Y
sigo diciendo que perdemos el tiempo acampando.
-El
Templo del Fuego Eterno solo se puede visitar por las mañanas, mientras dura la
luz del sol. Pero a la distancia que estamos es imposible que lleguemos antes
del anochecer, por lo que lo mejor es descansar algunas horas y terminar el
trayecto antes de que amanezca. Además, aunque lleguemos, están las ruinas del
antiguo reino de Damcyan, y tendríamos que mantenernos despiertos toda la noche
para evitar que los vagabundos o los fantasmas nos atacaran. Estando aquí, con
una simple guardia podemos estar tranquilos.
Lomehin
asintió con la cabeza, y Ankar suspiró, volviendo a posar los ojos en el
samurai. Tenía que darle una oportunidad a ese tipo, no podía ser tan cerrado,
y tomando en cuenta su misión... Pero estaba el asunto del olor, que lo estaba
poniendo enfermo... Aunque quizá, con suerte, después de que se diera un baño y
limpiara la armadura y su ropa parecería alguien más normal. Lo que estaba
claro era que Angelus sabía más de lo que le quería decir, por algún extraño
motivo...
Onizuka
había guardado su katana un rato atrás, y se entretenía jugando a "lanzar al chocobo", juego consistente en levantar
a Highwind del suelo y lanzarlo al aire, para luego volverlo a atrapar y
arrojarlo una vez más, y así repetidas veces. Los graznidos del pobre animal
eran claramente audibles, pero su dueño no parecía en lo más mínimo afectado
por ellos.
De
pronto Highwind cayó pesadamente sobre la arena, llamando la atención del
caballero y del dragontino inmediatamente. El pelirrojo se había dado la vuelta
y volvía a tener su arma en la mano, y escrutaba los alrededores con su único
ojo. Ankar y Lomehin lo imitaron, pero en el instante en el que se pusieron en
pie vieron al samurai atrapar algo y levantarlo sin aparente esfuerzo.
Era un
muchacho, de no más de veinte años y con el cabello de un extraño color azul.
-¿Qué
hacías arrastrándote entre la arena, pequeña rata?
El
joven cayó presa del siniestro brillo del amarillo ojo de Onizuka, y antes de
poder decir nada perdió el conocimiento.
1 comentario:
¿k kieres q te diga? conoci esta historia por Cin y me gustó bastante a pesar de q no soy de leer. ahora entiendo x Ankar y Onizuka son los favoritos de Cin x q desde hace mucho kuando ibamos a la universidad m platikaba mucho. hay algunos errores pero no digo mucho x q yo tengo pesima horrografia x eskribir rapido DX
a mi me ha gustado Angelus, la dragona y m parece q llegue a ver un dibujo de ella.
yo no sabía q este Final Fantasy fuera hecha x varios escritores ¿kienes son? para felicitarlos y tu amigo sigue eskribiendo asi como haciendo tus dibujos, seguire la historia y kuando mis hijos sean + grandes se las enseñare asi como guerreros grises
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