Los
chocobos aminoraron la marcha en la entrada de Baron por toda la gente que
había entrando o saliendo. Las fiestas continuaban hasta bien entrada la noche,
y ahora que estaba empezando el crepúsculo aún había personas que salían a
bailar o a comer en las muchas maderas que estaban apostadas. Los soldados
apostados para la seguridad de los ciudadanos hicieron detenerse a Onizuka,
Dreighart e Ylenia preguntándoles si tenían lugar donde dormir. El samurai dijo
simplemente que estarían fuera antes de irse a dormir seguramente. Los soldados
se extrañaron pero les permitieron la entrada sin problemas. Ylenia miró por
todas partes pero no encontraba a Ankar.
-¿Dónde
está el dragontino?
-No te
preocupes, estará en la pista de aterrizaje. -Explicó Onizuka.
Se
dirigieron hacia allí y, como había supuesto el pelirrojo, Ankar había
descendido y estaba acariciando el morro de Angelus con una expresión parecida
a la de alguien triste. Cuando los otros tres llegaron y desmontaron de las
monturas, la dragona los miró con una sonrisa draconiana llena de dientes.
-Espero
volver a veros, pequeños.
-¿Se
marcha, señora? -Preguntó extrañado el samurái.
-Así
es. Cuídate, joven demonio.
La
dragona abrió sus alas y, dando un fuerte aleteo, salió volando de Baron sola,
mientras Ankar la miraba con un sentimiento de tristeza y alegría jamás soñada.
-¿Estás
bien, Ankar? -Preguntó Dreighart dándole un golpe en el brazo. El
albino lo miró y sonrió.
-Sí.
No te preocupes. -Se quedó pensativo unos instantes y los miró a los tres. -No nos quedaremos
esta noche aquí seguramente, así que vamos a actuar como grupo.
-Me
parece bien. -Dijo Ylenia de repente. -Es mejor moverse como un colectivo que
por propia iniciativa.
-¿Vas
a ir a informar a tu rey? -Preguntó Onizuka de repente, y Dreighart tragó saliva.
-Iré. -Contestó Ankar, y miró al peliazul. -Quiero darte una
oportunidad, Dreighart. Por lo tanto...
-Irás
a comprar provisiones. -Secundó el samurai superponiéndose a los pensamientos del
albino. -Harás los recados para preparar nuestra
partida mientras los mayores van a hablar con el jefe.
-¿Eso...
sería
correcto, Ankar? -Preguntó el joven mirando al dragontino. Este lo miró.
-Ahora
formas parte de un grupo, lo quieras o no. -Contestó él y le puso una mano en el
hombro. -Intercederé por ti ante el alguacil de Baron, pero
igualmente tengo que informar de que ha habido problemas en Kalm.
El
chico asintió, y el albino se apartó caminando hacia la entrada del pueblo.
-Estamos
en fiestas por la Ventisca de Plata, así que los comercios estarán abiertos
durante gran parte de la noche. ¿Puedo pediros que lo preparéis todo?
-Cuenta
conmigo. -Dijo Dreighart con énfasis, mientras la guerrera asentía con la cabeza.
-Pues
yo voy contigo. -Contestó Onizuka. -No siempre se puede ver al
jefe de los jefazos.
Los
dos hombres se marcharon en dirección al castillo, mientras que la mujer
revisaba el dinero que le quedaba.
-Vamos
a comprar comida y pociones. -Comentó la guerrera cerrando su bolsa.
-¿Cuánto dinero tienes?
-Creo
que el suficiente para pillar un par de chocobos, no pienso volver a ir detrás
de Onizuka. -Contestó el ladrón.
-Te
comprendo, eso de hacer que su chocobo intentara volar por encima de las dunas
debe de ser agobiante...
-Dímelo
a mí... -Dijo el peliazul comenzando la marcha hacia la gran plaza.
Por su
parte, Ankar intentaba arrastrar a Onizuka, alejándolo de las que bailaban para
ir hacia el palacio. En cierta medida agradecía que el samurai viniera con él
para evitar posibles escándalos, pero escuchar sus métodos de ligar diciendo
frases como "Me ha picado una serpiente, ayúdame a sacar el veneno" era tan exasperante para el
albino que hasta que no le amenazó con cortarle sus partes bajas no consiguió
que se centrara en llegar hasta el castillo. Las antorchas iluminaban el camino
hasta la entrada de palacio, custodiada por dos soldados, uno a cada lado.
-¿No
estará el rey en las fiestas? -Preguntó Onizuka cuando se detuvieron.
-Su
majestad todavía está dentro. -Contestó uno de los soldados, el
colocado a la izquierda, y se dirigió a Ankar con jovialidad. -Le
veo bien, capitán Einor. ¿Visita oficial?
-Sí,
te agradecería que nos abrieras la puerta, por favor. -Dijo el interpelado.
-Enseguida,
señor.
El
soldado se apartó de la puerta y, tomando una gran anilla metálica, tiró con
fuerza haciendo que la doble hoja de gruesa madera se abriera. Cuando el
soldado se colocó de nuevo en su sitio, le señaló hacia el interior.
-Su
majestad debe estar en el trono ahora mismo.
-Ala,
el camino ya lo encontramos nosotros. -Contestó Onizuka caminando hacia el
frente.
-Buenas
noches. -Dijo el dragontino emprendiendo la marcha también.
Pudieron
ver las grandes ornamentaciones con referencias a Ragnarok. Muchas lunas
plateadas y adornos con forma de viento adornaban el castillo, y todos los
soldados tenían al menos una prenda de ropa de color blanco. La festividad
tenía tal tradición, pues era el color del mes y de la diosa del viento, y
nadie solía cambiarse hasta que terminaran las fiestas. Las puertas del trono
tenían incluso una gran esfinge de la diosa Ragnarok colocada delante.
Onizuka
se detuvo cuando notó que Ankar estaba caminando hacia el pasillo de la
izquierda, y extrañado fue hacia donde estaba su amigo con pasos largos.
-Oye,
no me digas que ahora te has olvidado de donde está tu rey.
-No
seas burro. -Le contestó Ankar mientras llegaba hasta una
ventanilla donde había un hombre con ropas simples, el cual
estaba escribiendo en un gran tomo y a sus espaldas había muchísimos libros. -Buenas
noches señor Moorcock.
El
hombre miró hacia Ankar. Era un elvaan mayor, con algunas arrugas en la cara y
el cabello rubio ya algo canoso escondiendo parte de sus orejas puntiagudas,
pero sus ojos color almendra daban a mostrar la fuerza de alguien más joven. En
su mano derecha portaba una larga pluma de chocobo negro que dejó en el tintero
para evitar manchar el libro que tenía abierto.
-Mi
buen Ankar. ¿Qué te trae por aquí? -Le dijo estrechándole la mano al dragontino.
-Señor
Moorcock, siento molestarle cuando está a punto de terminar su jornada.
-Pamplinas,
muchacho. -Contestó el hombre soltando a Ankar y sentándose de nuevo en su sitio. -¿Qué puedo hacer por ti?
-Quisiera
saber las últimas noticias de Kalm. -Onizuka miró extrañado al albino, pero este no le
hizo caso. -He oído rumores y quiero confirmarlos.
-¿Qué
rumores? -Preguntó Moorcock mientras se apartaba y tomaba
otro volumen distinto para abrirlo encima del que tenía y empezó a pasar
páginas.
-Que
han matado al Gobernador de Kalm, un hombre llamado "Fogret" o algo así.
El
señor Moorcock empezó a pasar páginas mientras que Onizuka intentaba ver lo que
ponía, hasta que desistió y se acercó a susurrarle a Ankar.
-¿Y
este quien se supone que es?
-El
señor Moorcock es el que se encarga de poner al día todas las noticias que
llegan de los territorios de Baron y las comarcas aledañas al reino.
-Eso
incluye Kalm.
-Exactamente.
Se
mantuvieron en silencio mientras el hombre seguía con su trabajo, hasta que
llegó a la parte donde el documento terminaba.
-Veamos...
Según
las últimas
noticias, uno de los líderes del crimen organizado de Kalm ha
sido eliminado... pero nadie habla sobre un tal Fogret. -Pasó unas páginas y revisó unas notas. -Es más, el actual Gobernador ni
siquiera tiene ese nombre.
Extrañado,
Ankar miró a Onizuka, pues ambos habían escuchado la historia de Dreighart.
-¿Y la
situación actual con el pueblo? -Preguntó el albino al hombre.
-Es
bastante buena salvo escasos casos de delincuencia y algunos nobles
problemáticos, pero hay buenas relaciones entre ambas partes. -Miró a Ankar curioso. -Creo que tu
fuente es errónea, muchacho.
-Eso
parece... Gracias señor Moorcock.
Ambos
se apartaron de la ventanilla y caminaron hacia la entrada de la sala del
trono.
-No
creo que Dreighart nos mienta. -Dijo de repente Ankar, y el samurái lo miró con
esa típica sonrisa suya. -Pero a lo mejor tiene realmente algún problema con algún mago negro, como le dijiste a
la sacerdotisa.
-Eres
muy inocente. -Le dio un golpe en el hombro riendo con fuerza. -Pero si nos
miente, le cortaré en cachitos y me haré un bocadillo con su carne. Ya veremos
lo que pase cuando lleguemos a Kalm.
Ankar
asintió y abrió la puerta para poder pasar. La antesala estaba llena de gente,
aunque se podía caminar entre ellos, y había dos mesas llenas de comida. Al
fondo había otra puerta y un guardia.
-Venimos
a hablar con el rey.
========================================
El
mercado a esa hora seguía abarrotado de gente comprando y vendiendo, los niños
reían y se colocaban en círculos para jugar mientras que los padres les
vigilaban con ojo avizor. Los tenderos y comerciantes de vez en cuando se daban
el lujo de regalarles algún dulce o algún tipo de golosina mientras los niños
les sonreían sin parar.
-Nunca
había estado en Baron. -Dijo Dreighart tomando unas bolsas con comida y
colgándolas de su cinturón. -Es un sitio muy animado.
-Eso
es porque hoy empiezan las fiestas de la Ventisca de Plata. -Explicó Ylenia pagando por las bolsas
al tendero. -Aunque he oído decir que es un reino próspero y bueno.
-Ya...
Caminaron
entre el gentío con tranquilidad, pensando en los víveres que debían comprar.
Ya habían conseguido dos chocobos extra para el viaje, donde se montarían Ankar
y el propio ladrón, y los tenían listos junto a los de Ylenia y Onizuka, así
que lo único que debían hacer era conseguir las pociones y remedios que les faltaban
y dejarlos en las alforjas. Ylenia miraba con unos ojos indescifrables a los
niños riendo con sus padres, mientras que Dreighart se preocupaba más de que no
les robaran. Al llegar a la tienda y entrar, una fuerte oleada de perfumes les
invadió, casi haciendo marear ligeramente al ladrón. Se acercaron a la mujer
que había tras el mostrador y que tenía varios frascos encima de él.
-Buenas
noches. ¿En qué puedo ayudarles? -Dijo ella al ver a la pareja.
-Verá,
necesitamos provisiones para cuatro personas. -Empezó a decir Dreighart.
-No
tenemos curandero, pero somos bastante poderosos. -Ylenia ya había comprobado las capacidades de
batalla de todos en el viaje, con algunos monstruos que les salían al paso.
-¿Tiene paquetes de viaje?
-Los
tengo. -La mujer se escondió bajo el mostrador y sacó dos bolsas de cuero, dejándolas frente a ellos. Sacó otras dos mientras el peliazul
miraba su interior. -Son paquetes de cinco pociones, tres antídotos y tres
colirios. Valen alrededor de 800 giles cada paquete.
-También
nos interesarían un par de eteres. -Dijo la de cabello ceniciento.
-Eso
serían entonces... -La mujer apuntó las cuentas y, al terminar, les sonrió. -Tres mil seiscientos giles
en total.
-¿Y
qué le parece esto? -Intervino Dreighart de repente sacando unas pieles de su
zurrón.
Había
decidido sacar provecho de las batallas y sacar tajada con lo que pudiera. -Son
pieles recién preparadas, de calidad y sin
estropear.
La
mujer abrió el paquete de pieles y lo observó. Realmente eran pieles de lobo
que se podían encontrar en los campos de Baron, pero había poca gente que se
dedicara a cazarlos, pues iban en manada y no había valientes suficientes a
enfrentarse a una jauría de lobos.
-Me
parece que tenemos un trato. -Dijo la mujer al abrir el resto de pieles. -Creo
que les puedo dar lo que piden a cambio de todas estas pieles.
-Me
parece perfecto.
Tardaron
un rato más en llegar al establo y dejar la mayoría de objetos en las alforjas
de los chocobos. Dreighart estaba de muy buen humor y tarareaba mientras acariciaba
a su montura, cuando miró a un tablón que había en la entrada del establo. Al
acercarse, tragó saliva, pues eran carteles de "Se busca", y se buscó entre ellos, pero la sorpresa
no apareció en su rostro al reconocerse, si no en reconocer el rostro dibujado
de Ylenia. Tomó el cartel, lo arrancó y se acercó a su compañera, que estaba
saliendo del compartimiento de su animal.
-Ylenia...
Mira esto.
La
guerrera tomó el papel y abrió un poco los ojos. Suspiró y, doblando el cartel,
le señaló la puerta.
-Aquí
no podemos hablar, te lo contaré mientras caminamos.
Dreighart
asintió, y caminaron durante largo rato. Parecía que la mujer no iba a hablar
de ese cartel, pero él no insistió. Sabía que la gente hablaba cuando debía
hablar, así que su impaciencia era sustituida por curiosidad hacia el reino de
Baron.
Cuando
llegaron a uno de los callejones más vacíos y oscurecidos ya por la noche,
Ylenia se detuvo y suspiró.
-Mi
pasado es mi pasado. -Dijo ella mirando fríamente a Dreighart. -Así que no esperes que te cuente
mucho.
-Solo
tengo curiosidad.
-Ser
mercenario a veces te da este tipo de problemas. -Explicó la mujer ondeando el cartel en
su mano. -La gente te malinterpreta a veces.
-¿Alguien
que mataste...?
-No
creo, puede que algún cliente descontento, o quizás algún gremio al que he
tocado mucho las narices. -Dijo ella encogiéndose de hombros. -No debes
preocuparte por...
Ambos
se quedaron en silencio al oír un llanto en el interior del callejón. Se
miraron y fueron caminando hasta el origen del sonido. Cuando Ylenia fue a
cruzar una esquina, Dreighart la detuvo con la mano y le tiró hacia atrás, con
un dedo en los labios para pedir silencio, y se señaló el oído para que
escuchara.
-...
el pago de protección. Por lo tanto, debemos llevarnos una
garantía. -Una voz provenía desde la casa donde se habían apoyado, y lo conseguían escuchar tanto por la calle
como por la ventana. El llanto, sin embargo, ahora era más fuerte, y de más de una persona.
-¡Por
favor! ¡No lo hagáis! -Gritó una mujer desde dentro de la casa.
-¡Mamá!
-Una niña
gritó
desde la calle.
-No te
preocupes, allí donde estará tendrá muchos amiguitos, y hasta que pagues podrá
tener un buen oficio.
Las
voces se hicieron más tenues, pero el llanto de la mujer no cesaba. Ylenia se
soltó del brazo de Dreighart con furia y llevó su mano al pomo de su espada,
pero el ladrón la detuvo de nuevo.
-Idiota.
¿No ves que está secuestrando una niña? ¿Por qué me detienes?
-Cállate.
-Dijo el ladrón intentando escuchar los pasos del
hombre. -Intento saber por donde se ha ido.
-Lo
mataré primero.
-No.
-¿Por
qué no?
-Porque
si lo seguimos, quizá podamos rescatar a más gente.
La
cara enfadada de Ylenia se suavizó un poco al pensar en lo que decía su
compañero, y asintió algo reticente. Miraron por la esquina y vieron que solo había
una puerta abierta, pero nada más. Corrieron a ella y vieron a una mujer de
mediana edad llorando y caminando de arriba abajo.
-Señora.
-Dijo Ylenia, y la mujer se asustó tanto al mirarla que dejó de llorar. -Tranquila. Díganos. ¿Qué ha pasado?
-No ha
pasado nada... -Dijo ella intentando cerrar la puerta, pero el pie de Ylenia
era más
fuerte.
-Se
han llevado a su hija. ¿Y no ha pasado nada?
-Así
son las cosas en este barrio. -Explicó la mujer empezando a llorar de
nuevo. -¿Qué sabrán ustedes, forasteros?
-Precisamente,
porque no sabemos nada queremos ayudar.
-Tenemos
un amigo en la armada de los dragontinos. -Comentó Dreighart entonces. -Podría ayudarles.
-Lo
han intentado pero nunca encuentran la base.
-Díganos
qué ocurre y cómo ayudarles.
La
mujer miró con ojos desesperados a ambos, y asintió.
-Piden
un impuesto de protección para el barrio.
-Me lo
imaginaba. -Dijo Ylenia de repente.
-¿Qué
quieres decir? -Dreighart la miró extrañado.
-Si
pagas, no te pasa nada, pero si no pagas, te asaltan día si, día también. -Explicó la de ojos azules. -¿Me equivoco?
-Eso
es. -Contestó la mujer. -Y si no pagas, se llevan...
-Pero la voz de la mujer se quebró y empezó a llorar de nuevo.
-Se
llevan a tus hijos... ¿Verdad?
-Sí, y
los venden.
Ambos
se miraron con los ojos bien abiertos. ¿Esclavistas? ¿En Baron?
-En
todas partes cuecen habas. -Dijo Dreighart suspirando y caminando por donde se
había
ido el hombre. -Vamos Ylenia.
-Te
sigo.
Ambos
comenzaron a correr por los callejones de Baron, siguiendo el fino oído del
ladrón peliazul.
========================================
La
sala del trono estaba iluminada por varias antorchas y las luces que entraba
desde las ventanas. Onizuka tenía una mirada de alegría mal disimulada al ver
los hermosos tapices que había en el lugar. Sin embargo, fue cuando se quedaron
los dos delante del rey Cecil cuando se quedó boquiabierto. El samurái sabía
cuándo un hombre era poderoso y cuando no, y al ver al soberano de Baron supo
inmediatamente lo fuerte que era. Ankar se arrodilló ante el rey paladín.
-Mi
señor, traigo el informe del Templo del Fuego Eterno. Me acompaña mi compañero
Onizuka Derakainu. -El dragontino miró hacia su compañero, que no dejaba de
mirar al rey con una mirada firme. Llevó su mano al cuello del pelirrojo y le
hizo agacharse. -Perdone, es un poco indisciplinado.
-¿Has
conseguido compañeros, Ankar? -Preguntó el rey.
-Sí,
majestad.
El
albino relató sus encuentros y sus batallas, y lo que el Guardián Ifrit les
explicó. Al terminar, el silencio se instauró en la sala únicamente roto por el
crepitar de las antorchas. Cuando ya se volvía casi incómodo, una voz
proveniente desde el respaldo del trono se escuchó.
-Seguro
que tendrán muchas preguntas.
Ambos
guerreros miraron al frente para encontrarse con una mujer de cabellos castaños
adornados con una flor roja. Los ojos verdes los miraban risueños desde el lado
de Cecil. Ambos miraron a la mujer extrañados y luego al monarca.
-Majestad...
¿Quién...?
-Ella
es Freyja De Eir. -Contestó Cecil inmediatamente. -Es gracias a
ella que vuestra misión ha empezado. Y la que tiene todas las respuestas.
Los
dos compañeros se miraron, y el pelirrojo asintió. Ankar miró hacia el frente
de nuevo.
-La
pregunta que todos tenemos en mente es... -Tragó saliva al mismo tiempo que salían sus palabras. -¿Por qué?
-¿Por
qué? -Preguntó a su vez con su fuerte acento Frejya.
-¿Por
qué destruir los cristales?
-Los
cristales sagrados son la fuente de toda energía. -Secundó el samurai. -Vamos, es algo básico que todos sabemos a lo
largo y ancho de este jodido mundo.
-Según
las leyendas, si el cristal se rompe, la energía de su elemento desaparece. -Siguió Ankar.
-Y sin
embargo, habéis destruido el cristal del fuego pero aún hay llamas. -Contestó con una sonrisa la muchacha.
Extrañados,
los dos se volvieron a mirar.
-¿Tú
cómo te encuentras? -Preguntó Ankar a su compañero.
-Eso
es lo más raro, me siento perfectamente. -Contestó el pelirrojo. -Mi espada sigue
convirtiéndome
en el puto amo del fuego.
-Eso
es porque la energía del cristal no ha desaparecido. -Explicó la castaña. -Puedo daros algunas
respuestas, pero por desgracia no podré dároslas todas.
Ambos
se quedaron en silencio.
-Preguntasteis
porqué destruir los cristales. -Siguió ella. -La respuesta es más sencilla de lo que parece. Si
un cristal fuera destruido a destiempo, si que se perdería la energía de ese
elemento. Sin embargo, hay épocas en las que los cristales pueden... no, sería más correcto decir que deben ser
destruidos. -La joven bajó los escalones para estar más cerca de ambos hombres. -Cada
trescientos años, su poder decae, y deben ser
reemplazados.
-Fuera
lo viejo, dentro lo nuevo. -Preguntó Ankar mirando a los ojos de
jade de ella. -¿Algo así?
-Exacto.
-Pero
la cuestión es... ¿Dónde encontraremos un remplazo
para los cristales?
-No
creo que haya alguna bruja que nos lo diga a cambio de un ojo de cristal o algo
parecido. ¿Verdad? -Secundó entonces Onizuka.
-Eso
no puedo decíroslo. -Dijo Freyja con una sonrisa, y cuando el pelirrojo fue a
protestar, continuó. -Al menos, no ahora. A mi se me ha enviado para dar a
conocer el momento de la regeneración de los cristales. Pero sería peligroso
deciros más.
Se
quedaron en silencio un momento más antes de que Ankar hablara de nuevo.
-¿Cuánto
tiempo tendremos para cumplir nuestra misión?
-Debe
cumplirse lo antes posible. -Dijo ella sin dejar de sonreír. -Los cristales destruidos
dejan su poder en el mundo durante cinco años como máximo. Al terminar esos cinco años, los elementos se vuelven débiles. El fuego no quema. El
viento no sopla. El agua no humedece. La tierra no da alimento. La luz se
apaga. La oscuridad no esconde.
-Intuyo
que no va a decirnos nada más. ¿Verdad?
-Verdad.
El resto os lo contaré cuando hayáis destruido el último de los cristales. -Contestó la castaña sonriendo ampliamente.
Se
quedaron un momento en silencio, y ambos se levantaron al unísono.
-¿Cuánto
tiempo disponemos? -Preguntó Onizuka.
-Doce
meses. -Contestó la muchacha. -Dieciocho como máximo.
-¿Un
año y medio como mucho? -El samurái miró a Ankar. -Creo que tendremos
tiempo de sobra.
El
albino asintió y miró a su rey.
-¿Podríamos
pedir prestada alguna nave aérea? -Preguntó el dragontino.
-¿Queréis
llegar pronto hasta el Templo del Mar Eterno? -Preguntó a su vez el monarca.
-Exactamente.
-Lo
más cercano que os pueden llevar es hasta Tule. -Dijo el rey después de un
momento pensante, mientras suspiraba. -Pedidle a Moorcock que os haga el
papeleo.
-Gracias,
majestad. Con su permiso...
Ambos
hicieron una reverencia y salieron de la sala del trono. Freyja suspiró al
verles salir.
-Son
grandes chicos. -Dijo ella mirando a Cecil. Este la miró algo triste.
-Por
eso le pedí a él esta misión.
En el
exterior, frente a la ventanilla del anciano, Ankar se mesaba la barbilla,
pensativo, mientras el samurái seguía extrañamente en silencio. El dragontino
lo miró.
-Llevas
mucho rato callado y eso es algo que no me cuadra. ¿Qué estás tramando?
Onizuka
lo miró extrañado, pero suspiró rascándose la cabeza.
-Hay
algo en esa Freyja que no encaja...
-¿Por
eso no le tiraste los tejos? -Preguntó sonriendo Ankar.
-Tómatelo
a broma si quieres, pero el arte de piropear se debe hacer en el momento
adecuado y con la mujer adecuada.
-Para
ti todas son adecuadas.
-No.
Ella no.
El
albino, extrañado, lo miró con asombro.
-¿Qué
quieres decir?
-¿No
te has dado cuenta?
Se
puso serio. Si, se había dado cuenta. Alrededor de esa muchacha fluía un aura
muy poderosa, algo que le impedía actuar de la manera común. Asintió.
-Pero
lo más extraño no es eso. -Dijo Onizuka.
-¿Qué
es?
-Se
parece a ti.
-¿Cómo?
-La respuesta de su amigo le dejó anonadado.
-¿No
te has fijado? Ambos tenéis esa misma mirada, penetrante y profunda. Como si
miraseis el alma más que los ojos. -Ankar tomó el pergamino del anciano
mientras su amigo hablaba.
-¿No
será que lo confundes porque ambos tenemos los ojos verdes? -Intentó disuadir al samurai mientras
salían
y se despedían de los guardias.
El
samurái caviló, pero al final se encogió de hombros.
-Vete
a saber, ya veremos lo que pasa en el futuro. Ahora vamos a echarle los tejos a
la helada belleza de Ylenia.
Ambos
rieron un poco mientras pasaban por los callejones en dirección a la plaza,
pero el dragontino se detuvo mirando una calle, y tomando del brazo a Onizuka,
le obligó a mirar.
-¿Qué
pasa?
La respuesta
al pelirrojo sobrevino directamente con un hombre llevando a cuestas a una niña
inconsciente. Cuando lo perdieron de vista, vieron como Ylenia y Dreighart lo
estaban siguiendo a escondidas. Onizuka y Ankar corrieron hacia ellos sin decir
nada, y cuando se encontraron con ellos a cada extremo de las esquinas de la
calle, se miraron.
-¿Qué
ha pasado? -Preguntó el telépata a sus compañeros.
Dreighart
miró el camino y caminó hacia su objetivo, seguido de los otros tres. Ylenia se
acercó al dragontino.
-Mafiosos.
-Dijo la mujer en voz baja. -Mafiosos y esclavistas. Tienen varios niños
cautivos.
El
albino asintió, e Ylenia pudo ver como la sonrisa de Onizuka desaparecía
completamente. Corrieron a la siguiente bifurcación y ahí vieron como el hombre
con la niña golpeaba en una puerta, decía algo y entraba, mientras otro hombre
salía sonriente y tarareando.
Antes
de que ninguno de los otros dijera nada, el samurai surgió del escondite y se
fue directo al nuevo caminante.
-¿Querías
algo? -Dijo el hombre al ver que Onizuka le obstaculizaba el paso.
-¿Podrías
mirar un momento para arriba?
El
hombre, extrañado, miró hacia el cielo, al mismo tiempo que Onizuka susurraba
la palabra "Zantetsu" y desenvainaba su katana para cortarle el cuello. El
sonido de la cabeza y la mirada incrédula de ella hicieron un simple
ruido sordo al caer.
-Odio
este tipo de gente.
Dreighart,
asustado, miró a Ankar.
-¿Por
qué no lo has detenido?
-¿Por
qué debería?
El
ladrón, extrañado, vio como el dragontino se colocaba al lado del pelirrojo, y
aún más descolocado vio a Ylenia unirse a ese trío. Él, por su parte, suspiró.
No le hacía mucha gracia todo aquello, pero no permitiría que hubiera niños en
peligro.
El
peliazul se colocó detrás de Ylenia cuando ya estaban frente a la puerta. Era
una madera ruda y, en apariencia, fuerte, y tenía una mirilla que se abría por
el interior. Onizuka golpeó con fuerza tres veces, y se escuchó como alguien se
acercaba. La ventanilla se abrió.
-Contraseña.
-Esto...
¿Cocodrilo?
-Contestó
el pelirrojo.
La
ventanilla se cerró de golpe en las narices del samurái, el cual se giró a
Ankar.
-Me
han ignorado.
-Interesante...
¿Quieres
llamar de nuevo, por favor?
El
albino se echó para atrás acompañando a los otros dos, mientras su compañero
sonreía macabramente y se hacía crujir los huesos de las manos.
-Será
un placer.
El
samurái tomó impulso, y descargó tal golpe que partió la puerta por la mitad
gracias a su puñetazo. Dreighart e Ylenia se asustaron al ver tal golpe, pero
pudieron ver el interior. Estaba iluminado con una chimenea muy grande, y
dentro se podía ver a varias personas asombradas por el golpe del samurái, y a
uno tirado en el suelo aplastado por una de las mitades de la puerta que habían
volado.
Los
segundos que siguieron fueron bastante caóticos. Los del interior gritaron
mientras que los tres guerreros de fuera se armaban con sus espadas y el ladrón
sacaba una de sus dagas con la mano derecha. Los enemigos salieron en tropel, y
la batalla fue rápida. Las llamas, los destellos eléctricos y los reflejos helados
surgieron de las armas mientras que las puñaladas no se podían ver bien. Cuando
terminaron los gritos, solo el grupo estaba de pie, y tres hombres más salían
del interior.
Estos
parecían diferentes al resto, tanto en el aspecto como en el equipo. El primero
en salir fue uno con un gran hacha de batalla, el cual Ylenia pareció reconocer
como una de las armas que usaron en Kalm contra ella, y su aspecto de bárbaro
era muy notable con una rala barba negra sobre la piel oscura y sus ropajes. El
segundo en entrar fue el hombre más bajo de los tres, con una cimitarra en la
mano derecha y un escudo en la izquierda, con un yelmo tapándole parte del
rostro y toda la cabeza. El tercero llevaba un yelmo de dragontino y en sus
manos portaba una larga cadena con dos bolas de metal con pinchos a los
extremos. No dijeron nada. La batalla dio inicio inmediatamente.
El
primero en moverse fue Ankar, dando un salto hacia atrás y lanzando su espada
serpiente cual relámpago hacia el hombre de las cadenas, pero este se apartó en
el justo momento y comenzó a correr hacia el dragontino, ondeando su arma y
lanzando un potente ataque en dirección al pecho del albino. Este rodó por el
suelo en el justo momento en el que la bola metálica hacía un cráter en la
pared de detrás. La sucesión de golpes de cadenas y la espada serpiente
continuó apartándose un poco del grueso de la batalla.
Y es
que el grueso ahora estaba enfrascado en una gran lucha. Onizuka se había
lanzado de cabeza contra el que tenía el arma más grande, y lanzaba rápidas
estocadas con su espada de fuego al hombre del hacha, mientras que este se
afanaba en esquivarlas y golpear con rabia al samurai. Este reía ante los
intentos de su enemigo de golpearle y le hacía cortes en los brazos con una
técnica infalible. Uno de los hachazos pasó realmente cerca de la garganta de
Onizuka, y con una fuerte patada envió al suelo a su rival para rematarlo de
una estocada que incineró la herida antes de arrancarla del pecho.
Mientras,
Dreighart e Ylenia se encargaban de luchar contra el hombre del escudo y la
cimitarra. Definitivamente era el hombre más rápido de los tres enemigos, y
conseguía bloquear la espada de la mujer con su escudo mientras atacaba al
peliazul con su cimitarra. El ladrón conseguía esquivar todos los ataques por poco,
pero sentía algo peligroso en el arma enemiga. Mientras, la guerrera se
concentraba en destrozar el escudo haciendo que este se congelara poco a poco
gracias a su poder de congelación, pues su espada refulgía en plata al moverse.
La escarcha ya casi cubría todo el escudo y sabía que un golpe bien dado lo
haría romper, y cuando el ladrón esquivó otro de los cortes de la cimitarra
aprovechó para lanzar un fuerte barrido que hizo añicos el escudo. Mas el
hombre no se asustó y lanzó un poderoso corte con su arma curva, el cual Ylenia
quiso detener con su espada.
Su
sexto sentido le dijo que se apartara inmediatamente de aquel ataque, y lo hizo
justo cuando la hoja de su enemigo atravesó limpiamente el acero de su espada,
cortándolo. Con los ojos abiertos del asombro, vio como el bárbaro se lanzaba
sobre ella, pero Dreighart saltó sobre su espalda y le clavó su daga en el
hombro izquierdo. El hombre gritó con furia, llevó su mano libre atrás para
tomar del cuello de la camisa al ladrón y lo lanzó hacia la guerrera. Rodó por
el suelo y cuando se levantó el peliazul, vio que en la mano derecha del chico
estaba su cimitarra, la cual se la pasó a Ylenia y, de un rápido corte, cercenó
uno de los brazos y la mitad del torso del hombre de una manera muy limpia.
Pero
la incredulidad no tenía cabida en ese momento, pues un fuerte golpe de cadena
los asustó y saltaron hacia el lado para ver caer a Ankar con algunos arañazos
en la carne enfrentándose al hombre con cadenas, sin yelmo ya y jadeante. Este
se encontró rodeado por tres flancos. Detrás tenía a Onizuka, el cual ya estaba
lamiéndose los labios y dando vueltas a su gran espada de fuego. Delante tenía
a Ankar, el cual no había dejado de lanzarle ataques y de desviar sus bolas
para que no golpearan a sus compañeros. Y a un lado tenía a Ylenia y Dreighart,
los cuales la primera ya estaba de pie y el segundo estaba algo aturdido por el
golpe.
De un
rápido movimiento, lanzó su cadena hacia la pareja, y se enrolló en el cuello
del ladrón golpeándolo en el pecho con la esfera, que aunque no muy fuerte, si
lo suficiente para asombrarle, y lo lanzó hacia él con fiereza.
-¡Dreighart!
-Gritó
Ylenia.
-¡Ni
lo sueñes basura! -Secundó Onizuka.
-¡Vamos!
-El grito mental de Ankar no afectó en nada a los demás.
Los
tres corrieron hacia el hombre, que ahora mismo tenía las cadenas a ambos lados
del cuello del peliazul intentando estrangularle. Un rápido movimiento hizo que
un destello oscuro de la daga del chico le soltara aullando en el momento en el
que llegaban los tres guerreros con sus espadas preparadas.
Las
armas destellaron un instante antes del grito que soltaron los tres. El ataque
a tres vértices se realizó con firmeza, y la estela que dejaron las espadas
tras de sí denotaba los elementos mágicos de los tres ataques. Cuando el rayo
tocó la carne, esta empezó a electrocutarse, mientras que al ser el fuego el
que tocó el cuerpo comenzó a arder con fuerza. Por último, el hielo cubrió
parte de la herida, pero se extendía rápidamente evitando que sangrara pero
también que pudiera cerrarse la herida. El hombre simplemente cayó al suelo,
inconsciente por el dolor y en los albores de la muerte.
Dreighart
tosió fuerte y se levantó con ayuda de Ankar, y los cuatro miraron el resultado
de esa escaramuza. Habían practicado durante el viaje, pero no les había salido
tan destructivo como ahora.
-¿Te
encuentras bien? -Preguntó el dragontino.
-Sí,
aunque ese golpe habría sido brutal si lo hubierais echo unos segundos antes de
que me pillara el cuello. -Contestó él riendo un poco.
-Vamos,
no te quejes Dreight. -Dijo riendo el samurai dándole unos golpes en la
espalda. -Al menos tienes la cabeza sobre los hombros.
-Debo
dar gracias a Mateus por ello...
-Y
sobre esto... -El samurai levantó un dedo hacia el cielo como si hubiera
descubierto la luna mirando al hombre de las cadenas. -Por fin nos ha salido
algo decente. Propongo ponerle el nombre de "Delta Force".
-¿Acaso
no ves que estamos con algo serio? -Preguntó la guerrera sin mirarle
mientras se alejaba.
-Eh,
que yo siempre hablo seriamente.
Ylenia,
suspirando, se había acercado al hombre al que le había quitado la cimitarra su
compañero. Estaba maravillada y asustada por la calidad de ese acero, y ya que
había perdido su espada en ese choque, había decidido aplicar una de las leyes
de los mercenarios: Eres dueño de lo que matas.
Arrancó
sin miramientos la vaina de la cadera del hombre muerto al que había derrotado
gracias a la ayuda de Dreighart, y se quitó la suya propia para cambiarla.
Cuando la tuvo colocada, miró detenidamente la espada. Curvada, bastante, pero
lo justo para no impedir los movimientos rápidos. Su empuñadura era de un azul
celeste bastante inquietante, y no reconocía la manufactura. Algunos símbolos extraños
estaban grabados en la hoja, y mientras miraba su reflejo y pasaba su dedo por
los símbolos, vio cómo llegaban los otros tres. Se giró para mirarles.
-¿Vamos
dentro?
-No
veas el cuchillo que te has agenciado. ¿Eh? -Contestó el pelirrojo riendo, pero
cuando entraron, sus risas se quebraron. -Por las tetas de Mateus...
En el
interior había varias jaulas para animales amontonadas unas encima de otras,
pero con la diferencia de que en vez de animales, lo que había eran niños,
algunos llorando quedamente, otros en silencio.
-Vamos
a sacarlos de aquí. -Fue lo único que Ankar dijo. El resto no habló más.
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El
viaje fue lento, tal y como había previsto el héroe Kain, y habían encontrado
varias manadas de monstruos desde que habían partido esa mañana desde Baron.
Sin embargo, en las horas muertas donde no había habido ningún contratiempo,
Emberlei las pasaba mirando al cielo sobre su cabeza, o al suelo, tan lejano de
sus pies ahora. Se sentía fascinada por algún motivo, invadida por aquel
sentimiento, y su humor había mejorado mucho desde que habían salido. Sin
embargo no había perdido de vista su cometido: Llegar a Eblan para poder
encontrarse con el Maestro de los Eidolons. Debía encontrarse con el Maestro lo
más pronto posible...
-¿Te
preocupa algo?
La voz
del dragontino hizo que se girara para mirarle. Kain se acercaba a ella sin su
armadura, llevando unas ropas sencillas de color azul y botas de cuero, y una
larga capa para resguardarle del frío. Se colocó a su lado para admirar el
paisaje nocturno que podían observar. Habían dejado atrás el desierto y podían
ver ahora las planicies de la antigua Madain Sari, ahora conocida como Mist.
-No,
nada en absoluto. -Contestó ella mirando también hacia abajo, tranquilizándose. -Simplemente me pregunto
cuanto tardaremos en llegar.
-Todavía
un día aproximadamente. -Explicó Kain suspirando. -Ha habido menos
ataques de los que esperaba, pero eso nos ha retrasado. Además, no podemos ir con mucha
velocidad hacia Eblan.
-¿Por
qué no pueden ir a la máxima velocidad? -Preguntó extrañada al joven de cabello morado.
-Podrían
tomarnos por enemigos. No siempre hemos sido tan aliados del reino de los
ninjas. -Explicó el maestro dragontino mientras se
cruzaba de brazos. -Igualmente, creo que deberías dormir un poco.
-No
puedo dormir. -Ember se rascó la cabeza por acto reflejo.
-¿Demasiado
emocionada como para hacerlo?
-Supongo...
-Es
normal. -Asintió sonriente Kain. -Poca gente ha ido
hasta Eblan después de la guerra, si no contamos a los
nativos de Tule y de Narshe, claro. Para el resto de las personas el reino de
las sombras quedó reducido a ese amasijo de ruinas que hay en las montañas del
norte y la nueva nación es simplemente algo con lo que soñar ir a ver. Pero
realmente tiene un encanto... difícil de describir.
-No soy muy dada a los misterios. Ya sabéis que vengo por,
digámoslo así, negocios. -Replicó ella, sin
perder la calma. -Sin embargo hay algo que me emociona: conocer a una de las
altas invocadoras que quedan con vida.
-Eres
joven, aún puedes encontrar a otros invocadores, sea de raza o de oficio. -Dijo
él
mirándola
extrañado.
-¿Qué te preocupa tanto?
-En
términos humanos, hace veinte años que debería estar muerta si hubiera sido una
persona normal, puesto que tengo ochenta y dos años...
Sin
saber qué contestar a eso, o simplemente por querer dar por terminada la
discusión, Kain se retiró de su lado dándole las buenas noches. Ella, sin
embargo, se quedó un rato más ahí de pie, viendo el paisaje, y cuando Ragnarok
estaba bien brillante, decidió volver al camarote que le habían dado. Quizá
podría conciliar el sueño.
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En
otra parte del globo, en los mismos cielos nocturnos, una sombra alada planeaba
por el firmamento con parsimonia pero sin estar muy elevado. Estaban
acostumbrados a viajar de noche, pues había menos monstruos y eran más
propensos a camuflarse gracias a las plumas del chocobo.
La luz
los iluminó tenuemente, mostrando a un mago rojo subido a un chocobo de negro plumaje.
Pocos podían conocer a estos huidizos animales, pero la gran diferencia entre
sus hermanos de cualquier otro color era que tenían la facultad para volar,
pues sus alas eran mucho más grandes que las de sus compañeros. Sin embargo se
ataban solo a unas pocas personas, y nunca se quedaban en los establos
chocobos, pues necesitaban descansar en los bosques cercanos. Sobre su lomo
había un mago rojo, un viera, y para más curiosidad, un viera macho. Portaba un
conjunto típico de mago rojo. Túnica colorada, pantalones azules, botas de
cuero, y sobre sus hombros una recia capa carmesí a juego con su sombrero, el
cual dejaba pasar las dos largas orejas oscuras y a su lado tenía una pluma
blanca enganchada.
El
viera bostezó, cerrando sus ojos entre ambarinos y rojizos, y miró hacia la
silla de montar donde tenía un pequeño escudo y un estoque atados para que no
se cayeran. Sonrió al comprobar que no se movían y, frotándose las manos para
calentar su oscura piel, echó algo de aliento en ellas antes de hablar.
-¿Qué
hora crees que sea? -Dijo sonriente el viera con una voz algo suave.
-¡Kuee!
-¿Ya
tan tarde? Creo que deberíamos descansar pronto.
-¡Kuee
kuee!
-Sí,
sí, fue cosa tuya, pero sería mejor que llegáramos pronto. ¿Crees que
tardaremos mucho?
-Kukuee.
El viera
miró hacia el suelo, viendo las luces de fiesta de la ciudad de Wutai del
Oeste, y usó las riendas para hacer que su chocobo negro empezara a descender.
La ciudad de estilo japonés estaba festejando la Ventisca de Plata y en esos
momentos siempre se podía encontrar buena información. Aterrizó en las afueras
del lugar, cerca de un cementerio, y de un salto bajó de su montura. Empezó a
quitarle de las alforjas un zurrón de cuero, y después le quitó el estoque y el
escudo que tenía en la silla mientras le hablaba.
-Ve a
descansar al bosque más cercano. -Le dijo el mago rojo sonriendo. Su sonrisa no
desaparecía en ningún momento. -Te llamaré cuando vaya a salir de nuevo,
pero no creo que sea esta noche. -Se colocó delante del chocobo y tomó un silbato que llevaba colgado
al cuello, y se lo colocó él mismo. -Y no te me pierdas. La última vez que lo hiciste tuve
que ir desde Doma hasta Tycoon caminando... y hablamos de más de un mes de
viaje.
-¡Kuee
kuee!
El
chocobo abrió las alas y dio un fuerte aleteo para salir volando en un
instante. El mago miró sin perder su sonrisa al animal y cuando lo perdió de
vista se giró para internarse en la fiesta de otoño. Algunas muchachas le daban
algunos pasteles de frutas de la estación, y él las aceptaba. Le encantaban los
dulces, y los dulces gratis le gustaban aún más. Caminó sonriendo y viendo la
ciudad de los mercaderes del oeste en dirección a una de las tabernas del
puerto. Miró al mar antes de girarse y encarar la puerta de "La Serpiente Marina".
Al
entrar le vino todo el olor a licor que podía esperarse de una taberna de
puerto. Estaba iluminado por varias partes, y también por las velas que había
en las mesas. Era algo destartalado pero bastante grande, y todas las mesas
estaban ocupadas por personas de no muy buen ver. Tenían toda la pinta de
mercenarios... O saqueadores. Nunca se puede saber qué es quién en qué momento y en qué lugar. Caminó sin prestar atención a las miradas extrañadas que le lanzaban y,
esquivando a la joven camarera, se sentó al lado de un anciano que
estaba dormitando en la barra para esperar al tabernero. Sentía las miradas de
varias personas mirándole desde las mesas, pero no dejó de sonreír. Siempre
sonreía a todos, y es que... ¿Cada cuánto ves a un viera macho?
Las
viera era un pueblo mayoritariamente de mujeres cuyo nacimiento estaba siempre
envuelto en un misterio. El noventa y cinco por ciento de la población viera
era femenina, y muy pocos varones nacían en su seno, por lo que era extraño
verle a él, un viera mago rojo masculino en esa posada. Cierto era que sus
rasgos faciales eran más afeminados que los de un hombre o incluso un elvaan y
que por eso a veces lo confundían con una viera mujer, pero seguía siendo, como
él mismo se llamaba, el viera más macho que conocía... y porque no conocía a más que él mismo.
Se
quitó por un momento el sombrero de mago rojo mostrando la larga cabellera
verde plateada de su raza cayendo por su espalda y atada en una coleta que
suele llevar escondida bajo el sombrero, pero ahí hacía demasiado calor para
eso. Tenía una pequeña trenza en uno de los lados de su rostro, confirmando
según la cultura de Narshe, su hogar, que era adulto. Mientras se secaba el
sudor con un pañuelo, vio al tabernero aparecer por la puerta.
-Ponme
lo de siempre. -Le dijo al pasar por delante de él, y el hombre le miró.
-Vaya,
pero si es Hassle. -Contestó el cantinero deteniéndose frente a él, y el viera le sonrió para
verle bien. Era un enano de mediana edad con el cabello y la barba de color
castaño y con algunas visas de canas, sobre todo por los laterales de su cabeza,
y la camisa blanca de mangas largas escondían unos brazos fuertes por la edad,
y sobre esta había un chaleco sin mangas y unos pantalones en la parte baja de
color negro. -¿Grog, como siempre?
-¿Drako?
¿Eres tú de verdad? -Preguntó Hassle con una sonrisa y la mirada
algo perdida.
-Siempre
con la misma broma cada vez que vienes... -Dijo suspirando el hombre mientras
sacaba una jarra llena de un líquido ocre y llenó un vaso de barro hasta arriba.
-¡Que
soy Duke! ¿Cuántas veces tendré que decirte que mi padre murió hace tiempo?
-Lo
siento, Duke, de verdad. -Contestó el viera tomando el vaso sin dejar de
sonreír.
-Ya sabes que os parecéis mucho.
El
hombre suspiró, ya que se conocían desde hacía mucho tiempo gracias a la
longevidad de los enanos y de los vieras, y a este aparentemente joven conejo le
encantaba hacer bromas que representaran la juventud y el parecido con personas
que ya no estaban.
-Tendrás
un oído excepcional, pero en lo referente a sentido del humor nunca has llegado
a un buen nivel. -Dejó la jarra de grog en la barra y le miró
serio. -¿Vienes por trabajo?
-No se
te escapa una. -Dijo el sonriente tomando un largo sorbo de su bebida. -Pero
trata de que no sea algo que tenga que ver con la violencia, sabes que no me
gusta mucho.
-Si te
pones así, nunca conseguirás pasta para pagar lo que me debes. -Contestó bufando Duke.
-¿Tienes
o no tienes?
-Tengo...
Pero no creo que te guste. -El tabernero se agachó y, al levantarse, salió con un papel en la mano. -Es
una orden de búsqueda y captura hacia una mujer
mercenaria. Hay gente que la quiere muerta, pero vale más viva.
-Sabes
que no me gusta hacer esto...
-Pero
si quieres su recompensa, deberás ensuciarte. No especifican si la quieren viva
o muerta, pero dan más recompensa si está viva... -Se quedó callado un momento antes de
hablar de nuevo. -Es una orden negra. -Le dijo dándole el pergamino oscurecido con
la información de la mujer. -Aquí tienes todo.
El
viera tomó la orden y la leyó. Una mujer peligrosa que había sido vista por
última vez en el continente del este, que, según ese papelito, podía controlar
el hielo por un pacto oscuro con un demonio y había negado su colaboración con
el gremio en varias ocasiones y se había puesto en su contra. Hassle sonrió
mientras tomaba otro sorbo de su bebida.
-Nunca
sabes cuanta verdad hay en estas misiones. -Comentó para sí mismo rascándose la
mejilla con la mano del vaso. -Pero si es solo capturarla, creo que podré hacerlo. Lo acepto. -Dijo
guardándose
el papel en el bolsillo interno de la túnica.
-¿Estás
seguro? Sabes que tendrás que matar seguramente.
-Sí,
sí. -Dice él terminándose la bebida y dejando el
vaso en la barra. -Ya te escuché, Duke, pero no especifican que deba
llevarla muerta. La capturaré viva. -Contesta serio el viera por
primera vez. El silencio fue pesado durante un instante. -¿Has conseguido algo sobre lo
que ya sabes?
El
tabernero lo miró serio y miró a los lados, y de su bolsillo sacó un pequeño
pergamino doblado que le tendió a un sorprendido Hassle. Este lo tomó y lo
miró.
-Hay
rumores de que un escuadrón de aprendices y maestros dragontinos fue hecho
caldo por un dragón de dimensiones descomunales y de color negro. -El viera dejó de escuchar cualquier otra
cosa y acercó sus orejas de conejo hacia el enano,
ya que este estaba susurrando a muy bajo volumen. -No se sabe mucho más, salvo que el líder de los dragontinos, Kain
Highwind, salió vivo después de proteger a los reclutas.
-¿Dónde
fue?
-En
Baron.
Hassle
se quedó quieto un momento, y se guardó el papelito en el sombrero mientras se
levantaba del taburete.
-Bueno,
parece que tengo un nuevo destino por donde empezar. Hacía más de veinte años
que no tenía noticias de ese bastardo, y esto es lo más fresco que pude
encontrar. -Miró al tabernero y recuperó su sonrisa perdida. -Muchas
gracias por todo Duke.
-¿Ya
te marchas? -Preguntó extrañado él.
-Sí,
ya hay que moverse un poco, el viento nunca espera. -El viera se colocó el sombrero y se dirigió a la puerta.
-¡Oye!
¡Que no me has pagado!
-¡Mira
que tarde es! ¡Nos vemos Drako! -Dijo riendo el viera y salió corriendo.
-¡Que
soy Duke! -Pero la voz se perdió porque Hassle no estaba. -Maldito
conejo...
========================================
-Esto
es genial. -Dijo Dreighart mientras caminaban por el establo chocobo con las
riendas de su montura en la mano. -Hacemos papilla a los malos y nos llevamos
un dinero extra porque estaban buscados.
-¿Podría
decirse que somos como caza recompensas? -Preguntó riendo Onizuka mientras
encaminaba a Highwind en dirección a la salida norte, ya encima de él. -Porque si es así, me pido las mejores
chiquillas en el próximo pueblo.
-Fue
una coincidencia. -Dijo simplemente Ylenia encima de Aine mirando hacia atrás. -Ninguno de nosotros sabía que tenían precio por su cabeza.
-Pero
eso nos servirá de mucho. -Contestó Dreighart subiendo a su montura. -Que
oye, debemos ganarnos la vida de algún modo.
El
grupo estaba prácticamente listo para partir esa noche. El único que aún estaba
sin montar en su chocobo era Ankar, que hablaba con un oficial de Baron.
-Entonces...
¿Os
lo puedo encargar?
-Por
supuesto, Einor. -Contestó el capitán dándose un golpe en el pecho.
-Ya habéis
hecho suficiente con acabar con ellos, ahora es nuestro trabajo encontrar a
todas las familias.
-¿Y los
huérfanos? -Preguntó Ankar. -Creo que pueden haber algunos.
-Los
tomaremos como aprendices. -Dijo el hombre colocando una de sus manos en el
hombro del dragontino. -Sería mejor que te ocuparas de tu propia
misión ahora. Déjalo en nuestras manos.
El
albino asintió y después de estrechar su mano con su compañero, se dirigió al
único chocobo que quedaba libre, montándose en él vio a los otros tres.
Dreighart e Ylenia estaban al lado de su montura, mientras que Onizuka hablaba
con su animal.
-Vamos,
no me repliques coño. -Decía el samurai dándole un golpecito en la
cabeza. -Te tengo dicho que vamos para el norte, y si te empeñas en llevarme la contraria te
juro que te tiro desde lo alto de la torre del próximo templo. ¡Y sin cuerda!
Todos
vieron como el chocobo del pelirrojo parecía suspirar mientras se acercaban a
él. Onizuka miró a Ankar.
-¿Dónde
vamos ahora?
-Vamos
a la base de los Red Wings. -Contestó Ankar mientras miraba a los
demás. -Nos han permitido utilizar un barco volador para llegar a Tule, y de ahí al Templo del Mar Eterno.
-¿Nos
contarás lo que te ha dicho su majestad? -Preguntó Dreighart mientras empezaban a
salir a la noche, lejos de las luces de fiesta de Baron.
-Si,
por el camino os iré diciendo lo que pasó. -Ankar los miró con una sonrisa. -Es uno de
los puntos positivos de ser telépata, que no tengo que gritar ni me
quedo sin aire mientras hablo.
Dreighart
soltó una pequeña risa, pero fue opacada cuando Onizuka dio un fuerte tirón y
un grito y Highwind salió corriendo en dirección norte.
-¿Y
este a dónde va? -Preguntó frunciendo el ceño Ylenia. -No deberíamos separarnos.
-Sabe
perfectamente donde haremos el alto. -Contestó el albino. -No os preocupéis, tenemos unas cuantas horas
de camino. -Ankar espoleó al chocobo y este comenzó a galopar. -¡Vamos!
Durante
la siguiente hora y media, Ankar fue explicándoles lo que había ocurrido en la
sala del trono y parte de las explicaciones de Frejya. No quería explicarle a
Ylenia todavía la misión principal, pero al menos le explicó que había un gran
problema con los cristales y que si no iban terminarían perdiendo su poder.
Los
monstruos del camino eran otra manera de entenderse entre ellos. Habían visto
que todavía necesitaban entrenar más, pues en el combate contra esos buscados
habían notado su falta de potencia, sobretodo Dreighart. Se afanó en aumentar
su velocidad y sus reflejos mientras luchaban y recolectaban objetos para
después, venderlos y tener fondos. Había gente en diferentes pueblos que
compraban pieles, cuernos y colmillos a muy buen precio... Sin contar con que
también
podían
ir a las tabernas de gremios y vender los objetos por misiones.
Cuando
llegaron al puente que cruzaba el río, se encontraron con Onizuka apostado, con
una fogata preparada y estaba asando dos ardillas monstruosamente grandes, del
tamaño de un niño. Highwind estaba en la orilla, cerca de ese improvisado
campamento. Se levantó del fuego para tomar las riendas del chocobo de Ankar.
-Si
mis cálculos son correctos, podremos llegar ahí a las once de la noche. -Dijo
Ankar bajando del chocobo. -Si dejamos descansar a los chocobos una media hora,
claro.
-Yo
necesito esa media hora... -Contestó el ladrón bajando y llevando su montura
a la orilla del río. -Me parece que aún no estoy acostumbrado a
montar.
-Ya se
te pondrá el culo como piedra pronto, Dreight. -Riendo, Onizuka estaba cortando
la carne de las ardillas, que ya estaba hecha. -Eso o sentirás como te lo han petado doce
behemoths juntos.
-Por
Mateus, no me digas eso... -Se quejó él volviendo y sentándose encima de una gran roca. -¿Es comestible?
-Y
delicioso. -Ylenia había dejado también su montura y había tomado un trozo de carne
antes que el ladrón. -A veces hay que comer estas cosas
antes que gastar las provisiones de viaje.
-¿Por
qué? -Preguntó el ladrón tomando una buena porción de carne de parte de Onizuka.
-Imagínate
que de repente entramos en una cueva. Es cuestión de supervivencia. -Ella se
sentó
y dio un fuerte mordisco a la carne.
-Siempre
que puedas conseguir alimento fresco, hazlo. -Le dijo Ankar comiendo su parte.
Todos
comieron su carne antes de decir nada, y cuando terminaron fue el samurái quien
rompió el silencio sacando un zurrón de detrás de una roca.
-Oye,
Ylenia, se te ha caído esto antes en el establo. -Dijo con una gran sonrisa.
Ankar
suspiró, pues sabía que esa sonrisa significaba problemas, y Dreighart abrió
extrañado los ojos. Ylenia, por su parte, había perdido el poco color que tenía
en las mejillas y se le había caído el estilete que estaba limpiando después de
usarlo para cortar la carne.
-¿Cuándo
has...?
-Me
extraña que tengas una lectura tan entretenida como "El uso del látigo fuera de las batallas"... Vaya, eres toda una pícara. -El pelirrojo soltó a propósito el zurrón y se desparramó
el interior por el suelo. -Vaya...
Los
otros dos hombres miraron con curiosidad los objetos caídos, y ahora entendían
porqué Onizuka decía que le parecía "extraño" aquello. Desde luego, no
pegaba con la imagen ruda de Ylenia el que llevara en su zurrón un corsé de
cuero brillante y un látigo corto de nueve colas... O tal vez si.
Dreighart
miró extrañado a Ankar, pero este se apartó un poco.
-¡Violaste
mi intimidad, maldito pervertido! -Gritó la guerrera levantándose y sacando la cimitarra.
-Ya
estamos otra vez... -Dijo Ankar levantándose y, junto a Dreighart,
fueron hasta los chocobos.
-¿Violar?
Tiene gracia que lo diga la que tiene el corsé de cuero. -Rió Onizuka saltando hacia atrás. -Seguro que no te pones así cuando te lo pones. ¿O quizás si?
En un
instante, la guerrera saltó por encima de la fogata ya apagada y empezó a lanzar
ataques al samurái, pero este los esquivaba riendo y, de un tirón, tomó a su
chocobo a la espalda y salió corriendo a gran velocidad por el puente.
-¿Cuánto
puede correr un ser humano? -Preguntó extrañado Dreighart observando desde
lo alto de su chocobo como Ylenia preparaba sus alforjas para perseguirlo.
-Un
ser humano puede correr bastante... -Dijo Ankar montando en el suyo y caminando
con el ladrón hasta el puente. -Pero es de Onizuka
de quien estamos hablando.
Cuando
Ylenia se subió a Aine aún roja de furia, Ankar le hizo una señal con la mano
para que se colocara a su lado.
-¿Qué
quieres? ¿No ves que he de matar a ese desgraciado?
-Imagino
que te debes de sentir muy... digamos... ultrajada... -Comenzó a decir Ankar.
-Por
no decir violada. -Soltó Dreighart para ayudar.
-Pero
ten en cuenta que lo necesitamos, al menos hasta el Templo del Mar Eterno.
Ylenia
se quedó un momento pensativa, pensando los pros y los contras de aquella
alianza, y suspiró un poco.
-Luego
del templo lo mataré.
-Además,
no pasa nada, cada uno tiene sus pasatiempos y sus perversiones. -Dijo
Dreighart con una media sonrisa.
Ylenia
se colocó a su lado y dio un fuerte manotazo en el trasero del chocobo del
peliazul, el cual se encabritó y salió al galope con un asustado Dreighart
gritándole algo a la guerrera.
-Bueno...
¿Cuánto decías que faltaba para la base? -Preguntó como si nada la de cabellos de
ceniza.
-Una
hora más o menos. -Contestó Ankar muy serio, pues no quería que
sus pensamientos le hicieran una mala pasada.
Solo
cuando Ylenia comenzó a hacer galopar a su chocobo dorado, se atrevió a esbozar
una sonrisa... Aquel viaje era interesante... Y es posible que se fuera a
divertir aún con la importancia de su misión.
3 comentarios:
BIEEEEN!!! ENTER HASSLE!!!1 WIIIIIIIIIIIIIIII WIWUWUWUWUWUWUWUWIWIWUWIWUWIWUWIWU!!!!!
Pues el capitulo me ha gustado bastante, asi de sencillo. Los personajes ya no parecen tanto unos GI Joes que hacen todo de manera sincronizada y con coreografias que harian a Bryan Boitano morirse de celos; son, como te dije, mas humanos, estan mas acordes al hecho de que se conocen hace poco. Sobretodo Ylenia, ya no esta tan frigida xD
En fin, eso seria todo.
PD: Sugoi en chocobo negro RULZ!!
Me está gustando Hassle...no sé porque tengo debilidad por los personajes caballerosos, serios...pero también por los de la sonrisa eterna x3 ¿Puedo quedarme con él? ¿Puedo, puedo, puedo? *Q*
Se entiende mejor el asunto de los cristales o.o ¿qué pasará? pa mi gusto duraron muy poquito en el reino xDD pero ya leyendo se entiende.
Frejya: Ya me la pagarás Onizuka. Me has dicho rara n___n
Las peleas son buenas, admiro eso porque y a mi me cuesta hacer una. Son mi inspiración ;O;
Hay menores errores de dedo, y si que ha sido un capítulo larguito, cosa que sigo agradeciendo.
A ver si consigo tela roja para...ya verán >.o buen capítulo.
PD: Gracias por el recibimiento en el team ;___; *los abraza*
¿k es un "viera"? no tengo conocimientos sobre lo q ignifica. Fuera de eso m ha gustado bastante. Kreo que mi favorita desde ahora será Ylenia.
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