martes, 13 de agosto de 2013

Capítulo XI: Viajeros



Emberlei despertó a la mañana siguiente, aunque no parecía de día cuando lo hizo por la espesura de la niebla a esa hora de la mañana. Lo último que recordaba era estar en el Templo del Mar Eterno junto a Kahad y aquellos extraños, y al levantarse se dio cuenta de que volvía a estar en la habitación donde se hospedó en Eblan. Se levantó, sintiendo sus ropas acartonadas por culpa de la sal de la batalla contra el Guardián, y empezó a desvestirse para cambiarse a una muda más cómoda. Debería lavar esas ropas antes de que terminaran por estropearse.

Empezó a mirar por los rincones de su zurrón hasta que sacó ropa seca, y chasqueó la lengua. Normalmente trataría de evitar usar las ropas que usaban los miembros del gremio de Magos Negros, pero en esa ocasión no tenía ropas más secas. Se puso la túnica azul y la bufanda amarilla, y se miró en el espejo. El reflejo le devolvía una mirada de molestia, ya que siempre se sintió superior a una mera maga negra. Ni siquiera era sacerdotisa de Doom por su ateísmo, no conocía los métodos para embalsamar cuerpos, le parecía estúpido, los muertos eran muertos, posible fertilizante. Tampoco conocía los caminos de la noche o del amor mundano, porque lo primero le resultaba inútil y lo segundo completamente innecesario. Sin embargo, si conocía la Danza del Envío de los sacerdotes de Poltergeist, pero no por ser maga azul, si no por su condición de Invocadora. Su don debía perdurar, y era mucho más útil enviar las almas al Etéreo que envolver cuerpos muertos con tiras de lino, buscar gente malvada o explicar para qué sirve el sexo.

Se miró de nuevo y dio una vuelta. La ropa de maga negra seguía adaptándose a su cuerpo, aunque hacía que sus caderas se notaran demasiado, algo que siempre odió, y como podía usar su bufanda como sombrero podía evitar tener que usar ese horrible sombrero de paja. Al terminar de acomodarse el cinturón para tratar de disimular sus caderas, oyó un golpeteo en su puerta.

-Ade... -Pero antes de terminar la palabra la puerta ya se había abierto, entrando el ninja que la había acompañado. -¿Acaso no sabes esperar a que te den paso?
-Lo lamento, pensé que aún estabais dormida. -Se disculpó Kahad con una inclinación de cabeza. -¿Cómo os encontráis?
-Mejor de lo que esperaba. -La maga negra se estiró con una débil sonrisa, y después lo miró de nuevo. -Tuve un sueño raro.
-¿De verdad? -El teñido iba tomando las ropas de ella acartonadas y las estaba doblando lo mejor posible para poder llevarlas a la lavandería. Definitivamente hoy no iban a salir.
-Si... soñé que el Maestro Leviathán... -Pero al instante se tapó la boca con los ojos desorbitados. -¡Kahad! ¡El cristal del mar!
-Sí, yo también lo vi. -Dijo el ninja con una mirada directa a la chica. -Ya informé a sus majestades.
-¿Y qué han dicho? -Ante el silencio de su acompañante, Ember frunció el ceño. -Kahad. ¿Qué ha dicho la maestra Rydia?
-Su majestad quiere hablar con nosotros directamente. -Levantó las ropas de Emberlei. -Después de dejar esto en las dependencias de lavado, claro está.

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-Por lo tanto... ¿Tendremos a una pequeña belleza? -Las palabras de Onizuka hicieron suspirar de resignación a Ylenia. -¿Qué? ¿Acaso no puedo preguntarlo?
-Hay otras maneras de preguntar. -Explicó la guerrera tomando algo de pan. -Si sales con esas ya desde el principio la vas a asustar.
-Anda, quita, quita.

Los cuatro estaban sentados en el comedor comunal, cada uno con algún tipo de comida delante. Salchichas, queso, leche, caldo caliente, cerveza, pan recién hecho... Dreighart nunca había visto que hubiera tanta comida preparada a esas horas de la mañana, pues todavía no había ni amanecido y eran de los pocos que estaban allí, pero sin embargo había alimentos listos para ser servidos. Según le explicó Ankar cuando se estaban preparando para desayunar era para que si en cualquier momento hubiera alguien en el castillo con hambre pudiera tener algo que comer. Nunca se sabe cuándo va a despertar un joven famélico o un gordo invitado.

Las mañanas eran heladas en esa comarca, y por eso casi todas sus raciones habían sido cosas calientes. Mientras comían, el dragontino había abierto de nuevo el mapa y había estado hablando antes de que le interrumpiera el samurái.

-Cómo iba diciendo... -El albino apuntó a la isla donde estaba Eblan, y fue llevando el dedo por mar hasta el otro lado del mundo. -Nos están preparando una embarcación para poder viajar hasta Tycoon.
-Eso será un viaje muy largo... -Empezó a decir el ladrón. -¿Cuánto tardaremos en llegar allí?
-Si las mareas son buenas y tenemos pocos monstruos, alrededor de un mes. -Contestó Ankar. -Tendremos tiempo más que suficiente para entrenar y prepararnos para ir al siguiente templo.
-Sobre eso... -Ylenia bajó un poco la voz y se acercó hacia la mesa. Los otros tres la imitaron. -¿Estás seguro de que es buena idea lo de esa chiquilla?
-Es una maga negra bastante capaz, y también una invocadora. -El dragontino tenía una mirada seria. -Cierto es que todavía no se si les han puesto al día de nuestra misión, pero...
-Pero si lo hacen, seguramente será porque vendrán con nosotros. -Terminó la frase el peliazul. -Por la chica no creo que vayamos a tener muchos problemas.
-El problema será seguramente el ninja. -Todos miraron a Onizuka. -Lo que dije en el Templo no fue una frase hecha.
-¿Lo de que...? -Ylenia empezó a hablar, pero se mordió la lengua antes de decirlo y miró a Ankar.
-Te refieres a lo de que solo piensan en sus misiones. ¿Verdad? -El telépata habló por los demás mientras que Onizuka asentía. Debían cuidar sus palabras estando en un lugar lleno de ninjas.
-No es por echar mierda encima de ellos, al contrario, son buenos guerreros, pero si lo que he oído sobre como los educan es cierto, más vale dormir con un tanto bajo la almohada.
-¿Qué andáis conspirando?

La voz de Kain los hizo levantarse a todos a punto de sacar las armas, pero suspiraron y volvieron a sentarse.

-Chicos, estáis demasiado tensos. No estamos en guerra, no tenéis que estar con la guardia tan alta. -El dragontino sagrado tomó un pedazo de salchicha y se lo comió. -¿A que se debe de que os halléis despiertos a estas horas de la mañana?
-Nada más terminar nuestra reunión, nos fuimos a dormir, y hemos despertado no hace mucho. -Explicó Ankar. -Aprovechamos para prepararnos el viaje hasta Tycoon.
-¿Ya os habéis reunido con Emberlei?
-No, todavía no.
-No creo que tardéis mucho en ello. Se despertó hace poco y Rydia les está explicando la misión en estos momentos. -Los cuatro lo miraron serios. -No se mucho sobre ella, pero parece que le habéis caído en gracia.

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El sonido de la puerta al cerrarse fue más estruendoso que cualquier trueno, haciendo que los nervios tanto de la maga negra como del ninja se estremecieran. Aquella misión era de locos, literalmente hablando.

-Todavía podéis negaros. -Dijo Kahad mientras empezaban a caminar hacia los aposentos de Emberlei. -Desde el principio no me olía bien esta supuesta "misión", y esto lo confirma. Es una auténtica locura.
-Quizás... -Ember suspiró y miró hacia la ventana. A lo lejos parecía que empezaba a amanecer, aunque no estaba muy segura. -Pero quizás sea la única pista que tenga para encontrar lo que busco.

Kahad se quedó en silencio, pues sabía perfectamente que él, en un momento de su vida también quiso saber quiénes fueron sus padres reales. Sin embargo desistió de preguntar y tomó una nueva línea.

-¿Conocéis a ese grupo?
-Solo a Ankar, y por una coincidencia. -Contestó la muchacha sin dejar de caminar. -No estoy segura de sí es una persona de fiar, pero seguramente tenga cierto rango entre los dragontinos de Barón.
-¿Estáis segura de que es una buena idea...?
-Kahad, parece que no te caen muy bien. -Dijo ella mirándolo, a lo que el ninja suspiró. -Da la sensación de que no quieres ir en esta misión tan importante.
-Mejor cambiemos de tema.

Fueron caminando hasta la habitación de la chica y abrieron la puerta. La maga negra se sentó en la cama mientras el teñido cerraba la gruesa madera y después la miraba.

-Entonces... ¿Vais a ir?
-No tengo otra elección... -Le contestó ella algo apesadumbrada. -Fue la condición del maestro para hacer el pacto.

Se quedaron en un incómodo silencio, y acto seguido ella se levantó.

-Vamos a desayunar. Y a ver si conocemos un poco mejor a nuestros nuevos compañeros.
-Qué extraño, tenéis el espíritu de compañerismo por las nubes. -Dijo Kahad mientras abría la puerta para que ella saliera. La chica sonrió con inocencia.
-¿Compañerismo? Por favor. Son solo peones para llegar a mi destino.

Con asombro, el ninja la siguió hasta el gran comedor comunal, y allí pudieron ver a los cuatro miembros junto a Kain, el cual se estaba levantando de la mesa y se estaba marchando. Cuando se acercaron un poco a la mesa, pudieron ver como el pelirrojo se levantaba y les hacía señas, y en pleno comedor pegó un grito.

-¡Eh, niños! ¡Venid aquí a comeros vuestras verduras! ¡Tenemos sitio de sobra!
-¿Por qué nos grita? -Preguntó extrañada Emberlei a Kahad, el cual sentía como su máscara escondía el rojo de su cara por la vergüenza pasada. -¿Y por qué nos llama niños?
-Porque las neuronas de los samuráis son escasas, señorita... -Susurró él mientras seguía a la chica.

Cuando llegaron pudieron ver todo el desayuno y se sentaron con ellos, Ember al lado de Ylenia y Kahad al otro lado de la maga negra. También vieron el mapa abierto.

-Creo que no nos hemos presentado formalmente. -La voz de Emberlei sonó apacible y afable. -Me llamo Emberlei Oakheart, de Kolinghen. Pero podéis llamarme Ember. Este es mi protector, Kahad Kagenui. Está a las órdenes de la reina Rydia.
-Y a las órdenes de aquella a quien debo proteger.
-A mí ya me conoces. -Contestó Ankar mientras bebía un tazón de caldo. "Que práctico" pensó Kahad al sentir las palabras. -Pero para el joven ninja, mi nombre es Ankar Einor, capitán de la primera división dragontina de Baron.
-Yo soy Ylenia Peribsen. -Secundó la guerrera mientras estrechaba la mano de la maga. -Y mis compañeros son Dreighart Firius... -Dijo señalando al ladrón, que tenía entre las manos un gran bocadillo de carne humeante. -Y Onizuka Derakainu...
-Todos aquí acaban llamándome Dreight... -Empezó diciendo el de pelo azul, pero un codazo de Onizuka casi lo tira fuera de la mesa. El samurái tomó la mano de la maga negra con delicadeza y sonriendo empezó a hablar.
-Encantado de conocerte, preciosa. -Dijo el pelirrojo galantemente besando el dorso de la mano de la chica, que tenía una mirada confusa. -Estoy aquí para todo lo que gustes... Todo... Y también puedes llamarme "Querido".
-¿Qué estás haciendo, chico? -Preguntó con un tono de sorpresa ella. -¿Por qué me hablas como si fuera alguien de la realeza? -Se giró a Kahad. -No lo entiendo...

El silencio cayó sobre todos, pero en especial sobre Onizuka, el cual parecía como si le hubiera caído un balde de agua fría. Instantes después tanto la guerrera como el ladrón y el dragontino empezaron a reír como si no hubiera mañana, mientras que el samurái agachaba la cabeza, soltando la mano de ella, como sintiéndose derrotado.

-Yo tampoco lo entiendo mucho, señorita... -Contestó el ninja viendo la escena. -Quizás sea algún tipo de broma grupal o alguna cosa parecida que solo ellos parecen conocer.

La maga negra, extrañada, volvió a mirar al grupo, descubriendo como el pelirrojo estaba intentando ahogar al ladrón, el cual seguía con un ataque de risa imparable mientras el albino apartaba el mapa y la guerrera los picheles de cerveza. Definitivamente no entendía el comportamiento humanoide...

Cuando terminaron de reír volvieron a comer. Emberlei aprovechó para ir a buscar su propia comida, acompañada de Kahad. El ladrón miró a la pareja con seriedad.

-Ankar... ¿Crees que será buena idea al fin y al cabo?
-Entiendo tus reservas, Dreight... De verdad que las comprendo. Pero no podemos negarnos, ya lo sabes. -La voz telepática sonó solo para ellos tres. -Además, sin magia... ¿Cómo crees que podríamos vencer al resto de Guardianes?
-No fuimos tan mancos contra Ifrit, y tu tienes esa extraña magia de los dragones...
-Lo sé, pero sin la magia de electricidad de Ember ayer no habríamos conseguido vencer tan eficientemente a Leviathán. -Contestó el dragontino. -Además, cuantas más personas vengan en nuestro grupo, más probabilidades de éxito tendremos en las batallas.
-Supongo que tienes razón... El número de soldados siempre puede ser determinante en una misión, sobre todo si son de distintos tipos y con habilidades diferentes. -Empezó a hablar Dreighart poniendo su mano en la barbilla. -Además, si tenemos a más efectivos, podemos reducir el daño que recibamos en batallas al repartirse entre más objetivos, salvo claro está, que solo ataquen a un único enemigo... -Tomó su pichel de cerveza y miró a los otros, los cuales lo observaban asombrados. -¿Qué pasa...?
-Para ser un ladronzuelo de poca monta tienes buenos conocimientos en misiones grupales... -Le contestó Onizuka. -Sin contar que estás usando el argot del ejército.
-¿En serio? -El ladrón miró a su compañero extrañado. -No me tomes el pelo. ¿Quieres?
-Esta vez no te está tomando el pelo. -Habló ahora Ylenia, que había dejado la rebanada de jamón en el plato. -Ya sabes que yo soy mercenaria. Muchas veces se usan esas palabras entre las unidades grupales. ¿Dónde aprendiste a hablar así?
-¿Dónde...?

Dreighart empezó a hacer memoria. ¿Dónde había sido? Empezó a recordar su pasado. La lucha contra aquel hombre en Kalm, sus amigos... Tiró más para atras en su mente. Recordó a su hermana, tan parecida a él, y a alguien más... Si, esa persona era quien le hablaba así pero... No conseguía dibujarle una cara... Cuando intentó forzarse a recordar, un fuerte dolor de cabeza empezó a atacarle, y se llevó ambas manos a la testa.

-¿Estás bien? -Preguntó Ylenia preocupada mientras Onizuka le tomaba de la frente.
-Fiebre no tiene. -Empezó a decir el pelirrojo. -Aunque su frente está ardiendo.
-Eso es fiebre, marsupial de dos patas. -Repuso la guerrera molesta por las palabras del samurai.
-No, coño, no hablo de fiebre, solo tiene la frente acalorada, eso es todo. -Le contestó él y se apartó de Dreighart. -¿Mejor, piltrafilla?
-Si... -El chico tomó el pichel con cerveza que le daba Ankar y se lo bebió de golpe. La frescura de la bebida hizo que su cerebro se calmara un poco. -No se donde lo aprendí... creo que era de un hombre que conocía, pero... No se, no lo recuerdo.

Durante un silencio en el que Dreighart vio como Ankar movía los labios, Ylenia le dijo.

-Ankar dice que deberías descansar un rato. Quizás los golpes de Leviathán hayan hecho que te doliera la cabeza.
-Quizás deberías ir a ver a una maga blanca. ¿No te parece? -Onizuka se levantó y levantó con la mano al ladrón. -Vamos, busquemos la enfermería.
-Estoy bien, de verdad. -Repuso el ladrón, pero una mirada de Ankar le bastó para saber que hasta que no fuera con el samurái no iba a conseguir nada. -De acuerdo, de acuerdo... Iremos a ver a los magos blancos...

Fue entonces cuando llegaron Emberlei y Kahad con sus respectivas comidas.

-¿Ocurre algo? -Preguntó ella.
-Aquí el chavalín que no se siente muy bien de la azotea. ¿Por donde queda la enfermería?

Kahad les indicó con rápidas direcciones el camino a la enfermería, y cuando se marcharon ambos, empezó a comer sin quitarse el pañuelo de la cara.

-Yo no es por criticar... -Dijo Ylenia mirando a Kahad. -Pero... ¿No te sería más sencillo el comer sin ese pañuelo en la cara?
-Normas del ejército de Eblan. -Contestó el ninja sin mirarla apenas. -Somos ninjas, no deben vernos la cara.
-Eso está muy bien, pero aquí, en pleno corazón de tu país, con tanta seguridad... Al menos para comer deberías poder. -Empezó a decir ahora Emberlei.

Sin embargo, el ninja continuó comiendo de esa manera mientras la maga negra se giró al dragontino.

-¿Cómo está Angelus?
-Oh... Madre está ahora mismo en algún lugar de este mundo. -Empezó a decir el albino. -Nos separamos poco antes de salir de Barón.
-Qué lástima, me hubiera gustado saludarla.

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El pisar de unas botas, la voz de los transeúntes, el soplar del viento, eran solo unos cuantos sonidos de los que podía percibir Hassle con su prodigioso sentido del oído. Estaba recostado en una de las paredes de un sucio y oscuro callejón, con la mirada cabizbaja y los brazos cruzados, semidormido y bostezando, mientras en una de sus manos sostenía un pedazo de papel escrito. No sabía cuantas veces había leído ya esa nota, pero le daba gracias a Sugoi por haberlo traído a esa ciudad y justo a aquella hora. Aburrido de solo estar escuchando los sonidos que se hacían a su alrededor, comenzó a leerla otra vez:

"Estimado señor Argel:
Por petición de su excelentísimo señor el Gran General, nos vemos en la necesidad de enviarle esta carta para comunicarle que tendremos una pequeña reunión dentro de una semana.
La hora de espera es a las doce del mediodía, en la ciudad de Wutai del Este. Cuando esté en la ciudad, sabrá inmediatamente de nuestra presencia, así que no se moleste en buscarnos. Nos veremos pronto.
Atentamente:
Demian Krooler
Sub-Jefe del grupo 15 y Miembro honorífico de la cuadrilla de Sabios de WyrmSlayer"

Aquella misiva la había recibido ese mismo día, y la habían enviado justamente hace una semana... o al menos eso fue lo que le dijo el mensajero, por lo que no tuvo que hacer muchos movimientos después de leerla por primera vez salvo quedarse en ese paredón, esperando presenciar algún movimiento raro en la zona.

Poco después observó cómo una persona cruza por el callejón donde él se encontraba, haciéndolo entrar en conciencia. No parecía ser alguien común, ya que iba encapuchado y con una larga capa que le cubría todo el cuerpo, y en ella se dibujaba la silueta de una serpiente, con dos alas completamente abiertas. Rápidamente lo reconoció.

No pensó ni dos veces el seguirlo por el callejón. Iba a unos diez pasos detrás de él, y aunque ya sabía que lo habían divisado, seguía con paso firme hasta el final del callejón. Una vez allí, el sujeto de la capucha se detuvo y se giró lentamente, con una sonrisa brillante surgiendo bajo la oscura máscara.

-Me alegro de verlo, señor Argel. -Dijo el sujeto, que descubrió su rostro arrastrando su capucha para atrás mostrando un hombre de cabellos cortos y lisos de un color caoba bien peinados, unos ojos amarillentos y rasgados como los de una lagartija, adornados con un monóculo en el ojo derecho, y unas orejas algo estiradas de la raza Elvaan, una de ellas con un arete parecido al del viera.
-Podría decir lo mismo Demian... -Contestó Hassle con una de sus peculiares sonrisas.
-Llegas a la hora, como siempre. -La voz del recién llegado tenía un fuerte acento élfico cuando hablaba en común.
-Ya sabes que no me gusta esperar, ni tampoco que me esperen. -Volvió a hablar el mago rojo.
-Bueno, vayamos directos al grano...  ¿Ha conseguido información?

Al decir esto, Hassle empezó a buscar entre su chaleco en alguno de los múltiples bolsillos, para finalmente sacar aquel papel entregado por Duke el cantinero de su sombrero, y extendiéndoselo. El llamado Demian lo tomó y comenzó a leerlo rápidamente.

-Interesante... -Murmuró mientras seguía leyendo la nota.
-Lo he conseguido no hace mucho, si he de ser sincero. -Explicó Hassle con las manos en los bolsillos. -La verdad es que no me lo creía en un principio, pero después pensé... ¿Y porqué no?
-¿Y podría decirme qué se supone que hizo usted con todo el tiempo que se le dio desde la última vez? ¿Viajar por el mundo? -La voz fría del hombre intentaba taladrar a Hassle.
-Bueno... di vueltas por ahí, cacé a algunos buscados, bebí cerveza, conocí mujeres... -Empezó a decir el viera, rascándose la cabeza bajo el sombrero y cayéndosele este. Se agachó para buscar alguna escusa convincente, hasta que una idea asaltó a su mente. -Hablando de mujeres. ¿Cómo está tu hermana? ¿Vendrá a la reunión de hoy?
-No lo sé... ahora que lo pienso... la muy despistada debe estar haciendo brutalidades como siempre... -Empezó a decir el hombre, mientras que Hassle suspiraba aliviado. Demian era un buen hombre, pero fácilmente distraíble.
-Perdón por la tardanza. -Interrumpió una voz femenina que provenía de la parte más alejada del callejón.

En seguida la reconoció como la interpelada mientras observaban como una mujer caminaba hacia ellos para encontrarse. Sus cabellos caoba eran iguales a los de su hermano, pero desordenados y sujetos con algunas tiras de cuero, aunque no impedían que se agitaran al moverse o con el viento, con los mismos ojos amarillentos y orejas élficas que Demian. Portaba una armadura de cuero con hombreras de hierro, y una espada bastarda colgada de su cinturón, unida a un hacha que tenía guardada a la espalda. La silueta de la serpiente alada lucía tatuada en su pecho derecho, visible por el escote que la armadura permitía.

Cuando estuvo al lado del mago rojo, saltó con cara de alegría y abrazó con fuerza al viera.

-¡Hassle! ¿Dónde te habías metido? -Dijo con energía si soltar a su presa mientras el susodicho intentaba soltarse. Su voz tenía un poco menos de acento élfico, pero seguía notándosele fácilmente.
-Hola Shi... -Consiguió articular él con algo de esfuerzo al ser presionado por los fuertes brazos y los pechos de la chica, quedándose sin respiración. -También me alegro de verte...
-Shara, deja ya al señor Argel. -La reprimenda de Demian fue cortante y directa, pero su hermana pareció hacer caso omiso.
-¿Estás loco? Este chico desaparece por meses enteros y solo tengo una oportunidad de verlo, así que no pienso dejar que se vaya sin que le haga todos los mimos que le debo. -Repuso ella abrazándolo aún más fuerte, notándose en la expresión del mago que aunque seguía sonriente, en su cara se reflejaba la falta de aire al pasar a un color algo rojizo.
-En serio, déjalo ya. ¿No vez que no puede respirar? -Señaló el hombre sin dejar de leer la nota.
-Bah, no digas tonterías. ¿Verdad que no te ahogas, Hassle? -Preguntó ella soltando al viera y mirándolo. Se lo encontró con los ojos en blanco y con la boca semiabierta. -¡Oh no! ¡Hassle no te me mueras! ¿Estás bien? -Comenzó a decir ella zarandeándolo un poco desde los hombros, a lo que Hassle volvió a tener los ojos en su sitio. -¿Qué puedo hacer por ti? Dímelo por favor, no te mueras... -El viera tomó a la chica de las manos y con una sonrisa sofocada le contestó con relativa tranquilidad.
-Tranquila Shi, que todavía estoy vivo, respirando y esas cosas...
-¡Gracias a Doom! -Dijo ésta volviéndolo a abrazar, esta vez con algo más de delicadeza.
-Bueno... -Las palabras de Demian irrumpieron entre los dos como un ariete. -Es el momento de entrar.

Ambos asintieron al unísono, y luego de separarse, el del monóculo sacó de sus ropajes un báculo bastante sencillo, con el que golpeó el paredón suavemente en tres puntos diferentes. Después de eso, una tenue luz formó lentamente la misma silueta que poseían los tres presentes en su ropa o en su piel. Una vez el símbolo terminó de materializarse, una parte de la larga pared empezó a desvanecerse, dejando así visible una modesta entrada a un extraño túnel. Una vez completamente abierto el pasadizo, cada uno de ellos pasaron en orden, cerrándose la pared de piedra detrás de ellos, dejando imposible cualquier salida o entrada.

Aquel pasillo los llevó en silencio hasta una amplia sala, no muy limpia, con unos cuantos estantes y armarios por decoración en lo que parecía perfectamente una simple y triste cueva, y con tres puertas con distintos símbolos que se ubicaban en el centro de las otras paredes de la irregular sala. Una vez los tres estuvieron allí, Demian tomó una de las antorchas y se dirigió en silencio hacia donde estaba la puerta con la serpiente alada grabada en ella, y sin decir nada fueron entrando de uno en uno otra vez.

Esta puerta los llevó a una pequeña oficina, también en otra cueva, pero con más decoración, como una cama, una mesa para comer, muebles y estanterías... En el medio de esta había un escritorio de madera y una silla que se encontraba volteada y que para variar tenía la marca de la serpiente con alas en la parte trasera que ahora era visible. En las paredes se encontraban distintos cuadros donde no habían estanterías, en los que se retrataban a distintas personas luchando contra dragones de todos los colores y formas, pero la que más impresionó a Hassle fue la que había en el centro de la pared detrás del escritorio: Un sujeto de enormes proporciones, barbudo y cubierto de sangre, vistiendo ropajes negros como el carbón y un tatuaje en el pecho con la serpiente alada, tenía un hacha clavada en la cabeza de un enorme dragón rojo. La imagen parecía demasiado realista, tanto que al mago le dio la impresión de que la sangre que salpicaba le caía encima... pero solo fue una gotera que hacía caer el agua justamente donde él se encontraba parado.

Al poco de entrar y cuando el silencio era ya pesado, la silla soltó un fuerte rechinar y se giró hacia donde estaban, revelando a la persona que reposaba en ella.

Aquel hombre imponía respeto. Sus cabellos, otrora rojos como el fuego, ahora habían encanecido por los años y le daban un aspecto de cierta fragilidad que, sumada a la perilla con bigote, daban una imagen de sabiduría. Todo eso quedaba relegado cuando se miraba a sus ojos fieros, de color azul pálido. Los ojos de un guerrero que había visto la muerte de cerca varias veces. Portaba una armadura azul cielo con detalles de plata y, entre ellos, una enorme serpiente alada en el pecho. Y como colofón final, una capa roja como la sangre.

Enseguida los tres hicieron una reverencia, colocando la rodilla en el suelo como si fuera un rey, mostrando un gran respeto y algo de temor. El hombre les hizo un ademán con su mano y se pusieron de pie.

-Buenas tardes, Gran General Kron. -Saludó Demian el primero.
-Llegaron tarde... -Espetó con una fuerte voz el hombre de la armadura.
-Lo sentimos mucho señor... -Se disculpó inmediatamente la joven Shi. -Fue por mi culpa...
-No me gustan las excusas... -Volvió a espetar él. -Pero no estamos aquí para hablar de su irresponsabilidad, ni de las repercusiones que tendrá el haber matado públicamente a un hombre en pleno día de mercado, ni de la cuenta en alguna cantina que no deja de crecer... -Las palabras del hombre eran duras y hacía que los tres temblaran. Como era de esperarse de un líder como él. -Tenemos cosas más importantes de las que hablar. -Lanzó una mirada al del monóculo, que enseguida reaccionó sacando de sus ropajes una serie de papeles que puso frente a su superior.

Este los tomó con indiferencia y luego los fue pasando uno por uno. Pasó página por página leyéndolos en profundidad, y terminó sorprendiéndose al ver la última hoja.

-Parece que no son tan inútiles después de todo. -El tono frío no varió ni un ápice cuando los miró. -Han conseguido la pista de un pez gordo. ¿Quién consiguió esta información?
-He... he sido yo, señor. -Contestó Hassle con una sonrisa nerviosa.
-Vaya... -El hombre lo observó de arriba abajo con una mirada penetrante. -Argel... Después de tanto tiempo de haber matado al primero, por fin consigues dar a la organización un buen aporte... Me alegro. Buen trabajo.
-Gracias señor... -Dijo en casi un susurro el viera mientras retomaba su sonrisa de siempre.
-Saca esa estúpida sonrisa de tu cara... Me molesta demasiado. -Comentó fríamente el hombre, aunque Hassle ni se inmutó ante las palabras por dicho comentario sonriendo incluso más.
-¿Y bien...? -La voz de Shi hizo que todos la miraran. Se notaba en su postura que no se sentía a gusto en aquel lugar. -¿Qué nos toca hacer ahora?

El silencio volvió a imponerse en la sala, mientras Kron se mesaba la barba. Al final empezó a hablar de nuevo.

-La búsqueda del dragón negro se toma como máxima prioridad, sin embargo... -Dijo tomando varios papeles con la mano. -Vosotros dos tenéis otras diez búsquedas más además de esta... así que... ¡Krooler!
-¡Si señor! -Dijeron ambos hermanos al mismo tiempo.
-Os tocará acabar con la vida de estos. -Terció el de armadura poniendo delante del hermano varón un fajo de hojas de pergamino. -Y tu Argel... te irás en la búsqueda de este.
-Pero señor... -Esta vez fue Demian quién habló, extrañado. -Según tenemos entendido, ese dragón negro no ha podido ser cazado por nadie... si manda a Hassle solo...
-Argel fue quien consiguió esta información, así que tiene el derecho de encargarse de él personalmente. Recordáis las reglas de WyrmSlayer. El que lo encuentra, lo mata. Si después decide llamar a alguien para ayudarle, es asunto suyo. -Miró con dureza al hombre. -Y no quiero ni una sola queja. ¿He hablado lo suficientemente claro?
-Clarísimo señor... -Dijo entonces el viera con un brillo en los ojos y un tono de decisión en la voz.
-Entonces... tú, directo a Baron, averigua lo que puedas de esto. -Dijo mientras le lanzaba el pergamino a Hassle. -Y vosotros dos empezad con los avistamientos que os he dado, con orden y diligencia. ¿Queda claro?
-¡Sí señor! -Exclamaron los tres haciendo una nueva reverencia.
-¿Pero qué coño hacéis? ¡Dejad de perder el tiempo e ir a cazar, hijos de troles!

Los tres salieron sin rechistar con velocidad tanto de la sala como de la encrucijada, aunque Shi se notaba nerviosa y molesta, pues cerró la última puerta con demasiada fuerza.

-¡Ese maldito viejo! -Dijo dándole una patada a una de las cajas de madera del callejón. -Nos habla como si fuéramos escoria... ¿Pero qué se cree...? Somos dos de los mejores cazadores de indeseables, y aún asi... Si lo vuelvo a ver le clavaré la espada en la garganta... y quizás también el hacha. -Siguió gritado antes de voltearse hacia los otros dos. -Pero es un precio pequeño a cambio de poder verte, mi adorable conejito -Volvió a decir como al llegar, y como al llegar, volvió a abrazarlo, casi alzándolo del suelo por la fuerza de la chica. Después de eso, lo dejó en el suelo y empezaron a salir del oscuro callejón, ella abrazado a él todavía con una mirada de desaprobación de parte del hombre del monóculo. -Te he extrañado mucho... viajar sola con mi hermano es demasiado aburrido, siempre anda dando sermones religiosos y trata a todos de señor, además de nunca hacer nada interesante... se ha oxidado desde que empezó a usar magia.
-Shara, deja al señor Argel en paz, que tenemos que irnos de inmediato, y él también...
-Esta vez Demian tiene razón, Shi. -Secundó Hassle mientras la muchacha lo soltaba. -Aunque tú también la tienes en parte.
-Señor Argel...
-Ya, relájate, muchacho, te van a salir arrugas antes de tiempo -Repuso el viera sonriendo. -Sabes que fue solo una broma... y tu Shi, no te preocupes, que cuando terminemos nuestras misiones nos volveremos a ver y tendremos una fiesterita particular... ¿Te gustaría?
-Bueno... pero no te llegues a morir. ¿Entendido?
-Solo si los dos me prometéis lo mismo.
-Yo no moriré ni aunque me maten. -Contestó la chica riendo -El que me da miedo es el debilucho de mi hermano, que pareciera que se fuera a desmayar de lo delgado que está.
-¡Shara! -Esta vez, el tono de Demian sonaba más al de un hermano mayor que al de un superior, y dándole un golpe con el báculo en la cabeza, apartó a su hermana de Hassle. -Bueno, en fin... señor Argel, este es el momento de tomar caminos separados.
-Si Demian, tienes razón. Yo también tengo que irme... Sugoi debe estar hecho una furia de tanto esperar... así que tengo que irme. -Explicó él girándose hacia una gran calle llena de gente.
-¡Adiós conejito! -Gritó la chica haciendo que él se girara. -¡Recuerda que no debes morir!

Despidiéndose de sus compañeros con la mano levantada, salió hacia las afueras de la ciudad, intentando no llamar mucho la atención. Las festividades en aquel lugar habían terminado antes de lo que él pensaba, así que pudo evitar grandes miradas indiscretas. Cuando se encontró a solas, lejos de la civilización, sacó su silbato y dio un fuerte soplido. El sonido, parecido al de un halcón, fue acompañado de un batir de alas que le hizo mirar hacia el cielo con una sonrisa amplia.

Su chocobo negro aterrizó con la gracia de una pluma, y levantando una suave brisa que hizo que las ropas de Hassle bailaran un rato. Cuando por fin el viera acarició el pico del chocobo, este soltó un fuerte grito.

-Siento la tardanza Sugoi... -Le dijo con ternura mientras le acariciaba. -Surgieron algunos pequeños inconvenientes.
-¡Kue! -Soltó fuerte el animal mirándolo.
-Dejémoslo en que si no hubiera sido por ti, ahora mismo estaría en grandes problemas... -Acarició el largo cuello del ave y le quitó un par de plumas estropeadas y a punto de caérsele. -Pero... ¿Sabes? Todo salió a pedir de boca...
-¿Kue?
-Oh, sí, me sabe mal por ellos... pero no puedo hacer otra cosa. -Hassle dejó su estoque en el estribo y subió a la silla de montar de su compañero animal. Tomó las riendas y lo dirigió hacia el este. -Debemos ir a Baron. ¿Recuerdas aquella ciudad llena de drakos de viento? Intentemos llegar lo antes posible. ¿Te parece bien? Aunque tampoco estamos muy alejados de allí.

Las alas del chocobo negro, preparadas para volar, se abrieron cuan largas eran. Al ser la única de las razas de chocobos que todavía tenían la capacidad de surcar los cielos, sus alas también eran más largas que las de sus compañeros de raza. El fuerte impulso siempre tomaba por sorpresa a Hassle, y sujetándose con una mano a las riendas y con la otra su sombrero de mago, pusieron rumbo al este, a la ciudad de Baron.

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Lomehin se colocó las manos en la cabeza. Estaba indeciso de si ponerse a llorar o a gritar. Ambas cosas le hubieran proporcionado el mismo resultado: Ninguno.

Durante su travesía marítima pudo observar algunas curiosidades, como algunos pescadores que se habían quedado rezagados y que la luna había sorprendido. Tardó toda la noche en encontrar el camino hasta el templo, y aun así, hasta que despuntó el alba no pudo salir de su escondite.

No tardaron mucho en darse cuenta de su presencia. En los jardines, una muchacha lo había visto y había salido corriendo hacia la enorme puerta del templo para, cuando él llegó, encontrarse con un hombre mayor vestido de azul y blanco.

Las negociaciones fueron directamente nefastas. No lo dejaban entrar en la sala del guardián alegando que poco antes había habido problemas en su interior. Un derrumbamiento de varios puntos de la sala. Eso hizo que Lomehin abriera los ojos preocupado, pero después de preguntar si no podría rezar en la sala el día de hoy y la negativa del sumo sacerdote hicieron que sospechara algo. Lo invitaron a quedarse hasta que llegara algún barco para regresar, y sentado en el suelo de una habitación se sujetaba la cabeza pensando en cómo podría entrar en la sala sin el permiso del sacerdote.

"Maldita sea... Si todavía estuviera con ellos esto no sería ningún problema." Pensó rascándose con ambas manos el cuero cabelludo.

Cuando llevaba la cuarta taza de té humeante se dio cuenta de que era ya pasado mediodía. No quería regresar sin el pedazo del cristal, así que se levantó, tomó sus cosas y salió de la sala. Se encaminó hacia la entrada y pudo encontrarse con el mismo sacerdote que le había impedido el paso.

-Siento que su hospitalidad para conmigo sea una molestia. -Se forzó el caballero oscuro en decir. El hombre hizo la señal de las bendiciones de los dioses antes de hablar.
-No tienes por qué pensar eso, mi desafortunado amigo. Si hubieras venido ayer igualmente habrías tenido la misma suerte.
-¿Hace mucho que se tuvo esta desgracia?
-Pasó ayer por la tarde. Pero hasta que no arreglemos todo, no podremos dejarte pasar para ver al Guardián Leviathán. Te pido mis disculpas.

Lomehin se mordió la lengua antes de decirle donde podía meterse sus disculpas, pero se contuvo. Todos los templos respetaban a sus sacerdotes. Él no iba a causar una mala imagen por no hacerlo.

Hizo una reverencia forzada y salió del edificio asqueado. ¿Qué haría ahora? Perfectamente podría obligar al sumo sacerdote a que le abriera la puerta, pero... ¿Y luego? ¿Qué haría al enfrentarse al Guardián él solo?

Sin embargo algo en su nuca hizo que se quedara quieto, y aguzó el oído. Algo le estaba molestando, algo que acababa de escuchar, pero no supo identificar bien el qué. Caminó con todo el sigilo que pudo hasta el lugar donde había escuchado esos sonidos, y pudo comprobar como eran dos muchachas del templo lavando ropa. "Lavanderas" Pensó. "Mujeres que no tienen otra cosa que hablar..." Cuando estaba a punto de marcharse, sin embargo, su conversación hizo que se detuviera en seco.

-... Y entonces, se llevaron a la chica en una sábana por el pasaje.
-No me fastidies. ¿Acaso no podían quedarse aunque fuera unas horas?
-No, por lo visto, ese chico que parecía un caballero, el de cabello blanco, dijo que iban a regresar cuanto antes.
-Eran bastante apuestos. ¿No te parece?
-Hija, tu solo piensas en eso. ¿No ves que eran más raros que un gato azul?
-Sí, azul, como el pelo del chico aquel. Parecía un poco incómodo.
-¿Cómo no estarlo con aquella torre de samurái? Parecían la noche y el día.
-Y detrás de ellos, la mujer... Que miedo me dio, por el amor de Mateus... Parecía que fuera a lanzarte un mordisco en cualquier momento.

Las risas de ambas mujeres se escucharon por encima de sus trabajos, por lo que no escucharon los rápidos pasos del moreno alejándose de ellas.

"Ahora encaja todo" Pensó con un nuevo atisbo de lucidez en sus ojos. "Ankar y los suyos han pasado por aquí... ¡Un solo día! ¡Un único día nos separa! Pero si es cierto... si el cristal ya está roto..."

Se detuvo justo delante del mar, en el embarcadero de la isla. Su cabeza trabajaba a mil por hora. Si ya habían derrotado a Leviathán, eso significaría que el cristal estaría desperdigado por el suelo, y por lo tanto, no habría Guardián... Y si era Leviathán, todavía tenía una esperanza.

Tomó sus bártulos y se preparó, y cuando pensó que no lo miraba nadie, saltó al agua con decisión, tomando una enorme bocanada de aire. Se sumergió con una velocidad superior a la normal, ya que el peso de su espada le ayudaba como lastre. Cuanto más bajaba, más hermoso le parecía el lugar. El agua de la zona era cristalina, y el sol hacía que brillara como el zafiro. Los arrecifes de coral no eran el único color diferente, con sus verdes y sus rojos, si no que también muchos peces creaban destellos plateados en el agua cuando el sol se reflejaba en sus escamas. Las algas de varios colores danzaban como si fueran mecidas por un suave viento, dándole una apariencia casi irreal a la escena.

Aumentó su profundidad poco a poco hasta encontrar lo que estaba buscando: Una enorme gruta en la piedra de la isla del Templo, tan grande que podría entrar allí un barco comerciante, o dos si fuera necesario. Lomehin sonrió para si. "Por aquí tiene que entrar Su Majestad" pensó.

Nadó hacia la gran grieta que había en la roca con fuerza, poniendo los pies en el suelo de la gruta. Caminó por la lisa superficie, acariciando el borde con la mano. Un borde liso, como si alguien hubiera arrastrado cientos de veces, o miles, una lima de grandes dientes dejándolo tan suave como si fuera un plato de cerámica. No había siquiera una única astilla de roca sobresaliendo, y era hasta resbaladizo al pisar, por lo que Lomehin tuvo que clavar su espada en el suelo para conseguir avanzar. El esfuerzo estaba empezando a afectarle al aguante de su respiración, pero dejando una estela de cráteres en la lisa superficie consiguió llegar hasta una zona que subía. Nadó con toda su alma con el peso de su espada lastrándolo hasta que al llegar a la superficie, con un gran estruendo, soltó un fuerte gemido y dio una bocanada de aire al sujetarse de la orilla mientras el agua salpicaba sus alrededores.

Tardó un poco en recuperar el aliento, maldiciendo interiormente la poca capacidad pulmonar de los humanos, y cuando pudo respirar con más calma, miró hacia arriba.

Se había esperado que la sala estuviera medio destruida como el sacerdote le había dicho, pero no se esperó que estuviera prácticamente intacta. Desde el estanque de donde había salido pudo ver dos grandes rampas que subían a sus lados con varias zonas rotas por lo que parecía un golpe de algo enorme, y en el fondo de la sala podía ver también restos de batalla.

"Esto lo confirma... debieron haber tenido problemas..." pensó Lomehin mientras se levantaba e intentaba secarse el cabello, sorprendiéndose de que se preocupara de esos humanoides.

Comenzó a caminar mirando a los lados, y alzó la vista hacia donde las rampas se juntaban, en el fondo de la estancia. Descubrió ahí donde debía estar el cristal, pero al no estarlo, bajó la mirada con un suspiro. "Por el suelo" pensó.

Sin embargo, un chapoteo y una fuerte salpicadura hizo que diera un salto atrás, con su mano en la espada. Delante de él había tres formas humanoides que lo miraban inquisitivos. Reptiloides, prácticamente unos lagartos de tamaño humano con escamas, aletas en vez de brazos, afilados dientes en la boca... y un largo tridente en lo que podrían ser sus manos. Iban con una túnica azul celeste parecida a la de los sacerdotes, y sus escamas verde azulado les daban cierto camaleonismo con el agua.

-Intruso... -Dijo la criatura que estaba más cerca de Lomehin con un fuerte acento y alargando la letra "s". -Debes morir.

Gruñó con descontento y sacó su espada mientras su armadura lo cubría completamente. Sujetando su arma con una de sus manos y cubriéndose con el escudo, los miró duramente por detrás del yelmo.

-Matadme si podéis.

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Descendió su vuelo cuando se acercaban hacia la ciudad. Había forzado a Sugoi demasiado, pero había conseguido hacer que llegaran a las primeras horas de la tarde. Bajaron hasta el establo de los chocobos, y una vez allí Hassle bajó de un salto para dejar a su animal al cuidado de los encargados del establo.

Tomó su estoque y caminó por la ciudad. Los festejos ya habían acabado en Barón, pero siendo mediodía mucha gente caminaba de aquí para allá debido a la hora que era. Algunos puestos vendían comida, otros ropas típicas de la época, o incluso había armeros que habían empezado a vender fuera durante la fiesta de la Ventisca de Plata.

Esquivando vendedores y charlatanes, el viera caminó en dirección a una posada para poder comer y descansar. Sabía que la resistencia de su chocobo era prácticamente legendaria, pero forzándolo como lo hizo necesitaría de descanso al menos hasta el día siguiente, así que nada mejor que un buen descanso también para él.

Cerca del castillo encontró una taberna que parecía tener un buen nivel, así que entró en ella con su mejor sonrisa. Era grande, y por lo que se veía, bastante lujosa. "Comparada con la de Duke, esto es un palacio" pensó con diversión mientras se sentaba en el taburete de la barra. No tiene que esperar mucho hasta que llega un hombre fondón con un delantal blanco.

-¿Qué desea joven? -Preguntó él con una voz ronca.
-Una jarra de cerveza enana bien fría de momento. -Contestó el viera con una sonrisa cálida en los labios.

El hombre tomó una jarra de madera y se giró al barril, y llenándola hasta el borde, desbordando la espuma, la dejó delante de Hassle sonriendo. Dejó al viera tomando un sorbo de aquel líquido, el cual se lamió los labios para quitarse los restos de espuma. "Deliciosa" pensó.

Esperó un rato tomando su cerveza y mirando la colección de licores que ahí había. Nunca lo diría a nadie, pero una de sus pasiones era beber y descubrir los cálidos sabores del alcohol y sus sucedáneos bailando en su boca... En pocas palabras, era un bebedor empedernido. Mientras saboreaba su cerveza, pensaba en qué licores de esa posada debía apuntar a su lista de cata personal, maldiciendo el día en que fuera tan pobre como para no poder estar todo el día bebiendo distintos licores. Cuando no investigaba sobre Lemnar o estaba en algún trabajo recorría las tabernas y las casas de licores bebiendo de aquí y de allá. Su único impedimento siempre ha sido el mismo: El dinero. Si tuviera más dinero podría beber más pero por esa misma razón debía tanto dinero a su amigo Duke y a algunas otras tabernas de dudosa reputación pero mejor beber. Pero eso no era lo único en que gastaba su dinero... que ya de por si era escaso.

Cuando terminó su cerveza esperó a que el tabernero se le acercara.

-¿Quiere otra amigo?
-Quizás después. -Le contestó el mago rojo. -Ahora quisiera preguntarle un par de cosas. La primera es si tiene alojamiento para esta noche.
-Por supuesto. Cien giles la noche, con derecho a cena y desayuno. -Le contestó el hombre limpiando la barra con una gamuza amarilla.
-¿Y a comida? Porque ahora tengo hambre.
-La comida está aparte, pero le haré un descuento. -Sonrió el hombre a Hassle.
-Es usted muy amable. -El de largas orejas miró a su alrededor, cercionándose de que no hubiera nadie escuchándole o mirándole, y sacó de su bolsillo el mismo papelito que le dio Duke tiempo atrás. -Quisiera saber también si sabe algo de esto...

El hombre sacó de un cajón unos anteojos y tras ponérselos tomó la nota y leyó cuidadosamente. Al terminar se frotó la barbilla.

-Según escuché hace unos días de dos dragontinos que vinieron aquí, se dice que el dragón del que habla este papel es uno de los Guardianes que resguardan los cristales elementales.
-Entiendo... -La voz débil de Hassle hacía más fácil la invitación a que el orondo tabernero continuara.
-También hay rumores... -Dijo él dejando el papel en la barra al lado de la mano del viera. -Que dicen que el rey Cecil ha mandado a un pequeño grupo comandado por un dragontino a viajar y descubrir algo sobre los cristales...
-¿Los rumores no dicen el por qué ese viaje?
-No, no lo dicen... bueno, algunos si, dicen que es para destruir los cristales, pero bueno, eso no son más que cuentos de brujas.
-¿Destruirlos? Sería más creíble que los quisieran robar incluso. -El tono irritado de Hassle le sorprendió a él mismo incluso. ¿Cómo iba alguien a destruir los cristales elementales?
-Sí, eso mismo pensaba yo. -El buen hombre se quitó los anteojos para guardarlos y mirar de nuevo al mago rojo. -Eso es todo lo que puedo decirte.
-Es todo cuanto necesito, la verdad. -Le contestó él con una flamante sonrisa. -¿Y qué tenemos de puchero?

Mientras el hombre le hablaba de las maravillas de la comida, el viera ya había empezado a pensar qué debía hacer. Con esa información al menos tenía por dónde empezar. Un Guardián, una misión en los templos, dragontinos y dragones... Definitivamente era un buen comienzo, pero solo eran rumores. Debía de confirmarlos... o desmentirlos.

"Supongo que tendré que ir a ver a mi amigo en el castillo..." Pensó antes de empezar a comer una espesa sopa caliente bastante buena.

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Maldecía su mala suerte al dejarse rodear por esos tres quelonios. No esperaba que fueran tan rápidos, pero su guardia hizo que evitara ser ensartado por poco en la cabeza. Lanzó un corte al monstruo el cual lo esquivó dando un salto hacia atrás, y notó un fuerte golpe en el brazo izquierdo, empujando el escudo fuera de su agarre. Vio volar el disco oscuro acompañado de un chorro de agua desde su espalda hasta el estanque acuático, y gruñó con furia. Si no se daba prisa en acabar con esos monstruos, perdería no solo su escudo, si no también su dignidad como guerrero.

Lomehin se giró con fuerza, tomando la espada oscura con ambas manos, y descargó con fuerza su golpe hacia el que había lanzado el chorro de agua, pero el monstruo resultó ser más rápido y saltó hacia atrás de nuevo. Enfadado pero no sordo, escuchó el siseo de otro chorro de agua detrás de él, y pudo agacharse justo en el momento en que un torrente a presión le pasaba por encima y golpeaba en la cara al que acababa de esquivarle, tirándolo al suelo. Con un sonoro "¡Ja!", el caballero oscuro se giró y lanzó un potente golpe en ese cuerpo escamoso que dejó salir un líquido rojizo que debía ser su sangre.

No se entretuvo con su primer golpe y dio una patada en el pecho al monstruo para tirarlo al suelo y girarse. El primero de ellos se acercaba directamente con el tridente de cara, y Lomehin tuvo que agradecer varias veces el hecho de llevar la armadura, pues varios de los ataques que hizo aquel engendro fueron repelidos por el metal oscuro que lo cubría. Se enfocó en él, ya que todavía el otro, el que recibió el chorro a presión de su compañero, seguía algo confundido por el golpe, y descargó varios ataques contra el monstruo.

Corte a corte hizo que el monstruo retrocediera hasta que por fin, cuando el caballero oscuro lanzó un fuerte golpe vertical, el tridente, que intentó detenerlo, se partió por la mitad sin poder detener el mordisco de la oscuridad que portaba el acero de Lomehin. Cayó al estanque, manchándolo de sangre rojiza.

Y por último se giró hacia el restante miembro de esos tres monstruos, el cual se había conseguido poner en pie. El oscuro bajó la espada y se concentró al mismo tiempo que escuchaba el mismo siseo del agua en la boca del enemigo. Un aura verdosa le cubrió al mismo tiempo que en su mano se formaba una pequeña esfera blanquecina.

-¡Electro!

El grito del caballero oscuro resonó junto a la vibración del chorro a presión que surgió de la boca del monstruo. El rayo salió de su mano directo a la cabeza del monstruo, golpeándole con fuerza y con una pequeña explosión de chispas y humo salió disparado hacia atrás. Sin embargo el torrente lanzado por él golpeó también en el abdomen a Lomehin, el cual perdió el equilibrio y cayó de boca en el suelo con un fuerte estrépito de metal.

-La madre que me... -Golpeó con su puño en el suelo mojado mientras se levantaba en guardia, pero la bajó al ver que el rostro de la criatura despedía humo y no se movía.

Suspiró mientras su armadura desaparecía y se quedaba solo con sus ropajes de viaje. Le dolía el brazo izquierdo y el abdomen, y un poco las rodillas por la última caída, pero resultaban heridas superficiales teniendo en cuenta que era él solo contra tres enemigos.

Se levantó la camisa por el abdomen para encontrar que tenía parte de su estómago amarillento, presagio de un gran moratón. Si no fuera por la armadura, quizás ese chorro no hubiera sido solo un golpe, si no que le hubiera atravesado. Se miró en el brazo y encontró formados ya los moratones en donde tenía las correas de su escudo, y soltó una maldición por lo bajo. Ahora seguro que no encontraría el escudo en las aguas oscuras del estanque, tendría que luchar sin escudo hasta que encontrara alguno nuevo.

Sacó de uno de sus bolsillos una poción y la bebió mientras con la mirada buscaba lo que había venido a encontrar, pero recordó la necesidad del dinero en ese mundo. Cuando terminó el líquido caminó hacia los dos cadáveres que estaban en tierra y rebuscó en ellos. Las túnicas estaban hechas una pena, así que no podría sacar ningún dinero por ellas, pero en sus bolsillos encontró algunas perlas que sabía que podrían ser valiosas. Cuando terminó de registrar los cadáveres, suspiró de nuevo y se dirigió hacia una de las rampas para encontrar algún pedazo del Cristal del Mar. Tenía la esperanza de que al ser una zona alta, donde parecía que estuviera el cristal en su momento, podría haber algún pedazo al haber estallado.

Al llegar arriba del todo pudo ver el estanque desde allí. No se había dado cuenta, pero era suficientemente grande como para que el Rey de los Espers pudiera salir sin problemas. Suspiró de alivio al ver que no tendría que enfrentarse solo a tal ser y miró al suelo.

Tardó poco en encontrarlo. Junto a algunas escamas del color del zafiro encontró un pedazo no muy grande del Cristal del Agua. Con una sonrisa de satisfacción tomó el trozo y las escamas y las guardó con las perlas. Lo había conseguido, y ahora le tocaba irse de ahí.

Miró desde arriba al estanque y se echó hacia atrás. Si tenía que llegar con rapidez, mejor sería que empezara cayendo rápido. Tomó impulso y saltó, cayendo al agua de cabeza en un pequeño estruendo acuático.

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Después de desayunar Kahad quiso hacerle a Ankar algunas preguntas, como si era el líder de la misión o si tenía algún plan de entrenamiento. Él le contestó con sinceridad y le invitó a unírseles en las sesiones para poder cooperar mejor en las batallas, pero el ninja le dijo que lo haría siempre que su protegida no estuviera en peligro.

-Eres consciente de que vamos a luchar contra seres que existen desde hace cientos de años. ¿Verdad?
-Si, por supuesto, pero yo estoy aquí para proteger...
-¿Y si debieras luchar para proteger?

El ninja se quedó callado y cambió de tema mientras se juntaban con los demás. Durante esa mañana no hicieron gran cosa, solo estrategias de combate contra posibles enemigos, y antes de la comida habían dejado el entrenamiento porque Dreighart continuaba con dolor de cabeza. Después de comer Onizuka se llevó al ladrón para echar una siesta a lo que Ember imitó siendo seguida por su guardián, y Ankar había salido con Ylenia para comprar provisiones. La guerrera seguía con reservas hacia los nuevos miembros del grupo, pero acataba las órdenes sin pensar en mucho más.

-Eres el líder más extraño que he tenido. -Le dijo ella mientras compraban pociones. Ankar la miró curioso.
-No sé si eso es un halago o una ofensa...
-En realidad es un halago. -Confesó la guerrera mientras dejaba algunas monedas en el mostrador. -Todos los jefes que he tenido han sido mandones, gruñones, o enigmáticos y misteriosos, pero tenían algo en común, que no se involucraban con los que contrataban. Tú eres diferente.
-Soy el tipo más normal del mundo. -Contestó él con una pequeña risa mientras salían. Ella sonrió.
-Hombre, no tan normal teniendo casi un siglo como me dijiste... Pero sí. Haces como si esta misión fuera... no sé, un viaje más que un objetivo.
-¿Acaso no lo es?
-Es extraño. No sabría cómo explicarlo. -La guerrera se frotó los ojos.
-Entonces, no lo expliques. -Le contestó Ankar, y cuando ella lo miró, él se encogió de hombros. -Los dragones no suelen preocuparse cuando no saben explicar algo. Simplemente lo sienten, y si es bueno, lo disfrutan. Si es buena la sensación que tienes ahora, disfrútala, simple y llanamente eso.

Ylenia pensó en eso durante todo el trayecto de vuelta. Aquella forma de vida no era precisamente igual a la suya, y le costaba entenderlo, pero parecía como si Ankar le dijera que no se preocupara por cosas que no tenían explicación. Era una buena idea, al fin y al cabo.

Sin embargo, sus pensamientos se interrumpieron cuando una persona vestida toda de negro y ocultando su rostro salió de entre las sombras delante de ellos. Ambos sacaron sus espadas por el susto, pero el individuo levantó las manos.

-Perdóneme, maese Einor, no quería asustarle. -Dijo con una voz claramente femenina. Ankar no había identificado al recién llegado como mujer, e Ylenia también se sorprendió un poco. -Vengo de parte de Su Majestad para avisarle sobre el viaje.

Poco a poco ambos guardaron sus espadas mientras que la ninja recién llegada bajaba las manos.

-Te pido disculpas si te hemos ofendido. -Dijo el dragontino a la mujer.
-Aunque si no hubiera salido de la nada quizás no nos hubiéramos puesto en guardia. -La guerrera habló sin tapujos mirando duramente a la chica, a lo que ella asintió.
-Tenéis razón, ha sido culpa mía, no deben preocuparse. -La ninja se quedó en su sitio como para demostrar que estaba de acuerdo con sus recelos. -Su Majestad me envía a avisaros de que el barco estará listo en dos horas en el puerto del sur, que debe ir avisando a sus camaradas.
-¿Sabe Kahad esto también?
-Creo que si maese Einor. -Le contestó ella antes de dar un paso atrás. -¿Da su permiso para poder marcharme?
-Tienes mi permiso, gracias por todo.

La ninja hizo una inclinación de cabeza e, igual como salió de las sombras, volvió a meterse y desaparecer. Ambos se miraron y asintieron.

-Ve a buscar a Onizuka y Dreighart. Yo iré a ver a Emberlei y Kahad.
-De acuerdo.

Ankar se separó de la guerrera mientras se dirigía al palacio. Sabía donde estaban las dependencias de la chica, así que iba a preguntarle él mismo. Cuando giró una esquina, sin embargo, se encontró a Kahad llevando unos cuantos paquetes en las manos. El ninja lo vio y se quedó quieto, mientras el dragontino se acercaba saludándole.

-¿Sabes si está despierta Emberlei? -Preguntó el albino.
-No. -La escueta respuesta del ninja dejó algo contrariado al dragontino.
-¿No lo sabes, o no está despierta?
-Lo segundo. -"Hombre de pocas palabras" pensó Ankar mientras suspiraba.
-¿Te han informado de que dentro de dos horas partiremos?
-Así es.
-Bien, entonces ve despertando a Ember para prepararse, no podemos llegar tarde y retrasar el barco.
-El viaje no es tan importante como la salud de la señorita Emberlei. -Contestó Kahad con el mismo tono helado que llevaba usando desde que empezó esa conversación. -Si la señorita debe dormir, dormirá.
-Kahad, eres un soldado de Eblan. ¿Verdad? -Extrañado pero sin demostrarlo, el ninja asintió. -Y entonces... ¿Por qué estás dándome órdenes?
-Solo sigo las órdenes de mi reina y de la señorita Emberlei. -Contestó el teñido, a lo que Ankar negó.
-No me refiero a eso. Sabes que el barco está siendo preparado para nosotros y dices que la salud y el sueño y todas esas cosas de Ember son más importantes... Yo no estoy diciendo que no lo sean, pero no podemos llegar tarde y lo sabes. -Ankar comenzó a caminar en dirección al comedor. -Hazme un favor y ve a despertar a Ember, ya dormirá en el barco si lo necesita. Si no quieres hacerlo, dímelo e iré yo mismo a hacerlo.

Mientras el dragontino se marchaba, el teñido lo siguió con la mirada, ocultando su fastidio. Entendía perfectamente que no podían llegar tarde, pero su misión era diferente a la de aquel grupo. Él no iba para asegurarse de destruir los cristales, él iba a proteger a Emberlei. Esa era su misión.

Molesto por el hecho de que aquel dragontino le diera órdenes que, al fin y al cabo, debía cumplir aunque no se lo dijera, caminó hacia la puerta de los aposentos de la chica cargando los paquetes que llevaba. No entendía el por qué tenía que hacer de recadero, pero no iba a quejarse igualmente.

Golpeó con la mano como pudo en la puerta mientras esperaba. Le había mentido al dragontino, pues ella estaba despierta. Lo sabía porque había sido él mismo quien la había despertado no mucho tiempo antes, cuando le habían dado el recado uno de sus compañeros de que pronto saldrían. Mientras ella se aseaba, Kahad había ido a hablar con la reina... de ella traía esos dos paquetes.

La puerta se abrió y entró sin mirar a su protegida, y dejó los paquetes en la mesa. Ella cerró la puerta mientras volvía a su tarea, que consistía en cepillarse el cabello.

-¿Nos marchamos ya?
-Dentro de poco, así es. -Miró a la muchacha y esperó a que se girara. Cuando lo hizo, señaló a los dos paquetes. -La reina os envía esto.

Ember dejó el cepillo sobre el tocador y se acercó a ver qué era, con curiosidad. Al abrir el primero, lo más visible y que más le llamó la atención fueron unas telas que se asemejaban a su túnica de maga negra, pero prácticamente nuevas. En seguida las cogió y desdobló, para admirarlas cuan largas eran y según su forma.

-Es... ¿Un traje? No... ¿Una túnica? -Preguntó más para sí misma que para Kahad. -Parece un uniforme de maga negra, y además, parece muy resistente. -La joven sonrió contenta mientras dejaba la tela en la cama y se giraba al segundo paquete. -¿Y esto?

Se trataba de dos tomos de magia, como indicaban las runas grabadas en su cubierta de terciopelo verde. Los cogió con cuidado, como si fueran de cristal, y después de mirarlos unos segundos, se acercó a toda prisa a su bolsa de equipaje para comenzar a vaciarla.

-Es un detalle muy bonito. -Comentó al mismo tiempo que reorganizaba el equipaje.
-Supongo... -Fue el escueto comentario de él, ahorrándole trabajo a Ember al ponerse a doblar la ropa. -Yo no entiendo de magia ni de... moda femenina.
-Muchas gracias. -Dijo ella, esbozando una sonrisa, girándose y apoyándose en el escritorio donde estaba la bolsa.
-Ya he dicho que es de parte de la reina...
-Y por lo del templo. -Prosiguió la muchacha, haciendo caso omiso.
-Era mi trabajo.
-No es por eso.

Ember sonrió, sin explicar nada más.

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A la hora convenida, el grupo, ahora de seis personas, estaba frente a una enorme galera sin distinciones ni banderas, pero perfectamente preparada para un viaje por mar. Los gritos de los marineros y soldados iban y venían sin parar, y algunos llevaban los últimos fardos llenos de comida, o barriles llenos de agua, vino o hidromiel.

-¿Alguna vez has viajado en barco? -Preguntó Dreighart a Ylenia mientras esperaban a que Ankar terminara de hablar con su maestro.
-La verdad es que si... Pero de eso hace mucho. -Se giró al ladrón. -¿Y tú?
-La verdad es que el único barco al que he subido ha sido el barco volador que nos llevó desde Barón... -Confesó el chico, pero se rascó la cabeza. -Aunque por alguna razón, siento como si ya hubiera hecho esto antes. -Miró a Kahad y a Emberlei. -¿Qué hay de vosotros?
-Hace mucho tiempo viajé de un continente a otro por mi entrenamiento como invocadora. -Contestó la maga negra sin darle mucha importancia. -Ya casi ni me acuerdo de cómo es ir en barco.
-¿Y tú Kahad?

El ninja miró con unos ojos asesinos al ladrón, el cual no entendió porqué le hizo ese gesto si no lo dijo con malas intenciones. Sin embargo Kahad simplemente respondió.

-Odio los barcos.

Ylenia se encogió de hombros ante la mirada extrañada de Dreighart, mientras que Onizuka hacía un gesto con el dedo alrededor de su sien dando vueltas en ella y sacando la lengua. No tardaron mucho más en subir a bordo mientras escuchaban como se despedía un hombre de Ankar, y este los alcanzó.

-Bien, el viaje durará unos treinta días según me dijo el contramaestre. -Dijo el dragontino mientras caminaban por las entrañas del barco. -Nos asignaron tareas de vigilancia y protección para poder ayudar a los miembros de la tripulación, y tres camarotes dobles, perfectos para nosotros. Dormiremos por parejas. Dreighart dormirá con Kahad, Onizuka conmigo y las dos chicas del grupo compartirán cuarto.
-Me opongo a eso. -Soltó inmediatamente Kahad deteniéndose en seco, haciendo que todos se detuvieran. -Mi deber es...
-Proteger a Emberlei. Si, ya lo sabemos. -Dijo Ylenia algo molesta. Podía soportar las tonterías de Onizuka, pero la corta vista de aquel ninja le estaba poniendo peor de los nervios. -Pero no vamos a dejar a una niña de quince años al lado de un tipo de más de veinte. ¿O acaso quieres ver a tu protegida desnuda?

Kahad cerró los puños, pero no dijo nada, mientras que Emberlei se giró a verle.

-¿Es eso lo que quieres Kahad? ¿Por eso no esperabas a que abriera la puerta cuando picabas en mi cuarto?
-¡No señorita! ¡No es para nada eso! -Empezó a decir atropelladamente Kahad. Definitivamente aquel grupo estaba formado por retrasados mentales. -¡Mi misión es protegerla! ¡¿Cómo voy a hacerlo si estoy en otro cuarto?!
-¿Acaso no entiendes por qué está Ylenia en su cuarto? -Preguntó Ankar entonces, a lo que el teñido lo miró confuso. -Ylenia, por mucho que te duela, puede que sea más fuerte que tú, pero para más inri, es una mujer. ¿Piensas que ella dejaría que alguien le hiciera algo a Emberlei?
-¿Y si tengo que protegerla de vosotros? -Preguntó mordaz el ninja, recibiendo un golpe en la espalda de parte de Onizuka que casi lo tira.
-Va, deja de ser tan idiota y métete en tu camarote. -Se giró a Dreighart y le dio una palmada en la espalda. -Vigila lo que dices, no vaya a ser que se lo tome a mal el señorito.
-Descuida. -Fue la única respuesta que dijo el ladrón con una sonrisa decaída.

Al final, pese a las protestas de Kahad, el grupo se dividió para dejar sus pertenencias y reunirse en la cubierta. Quedaba todavía un rato para que el barco se hiciera a la mar, por lo que no sentían el movimiento de las olas. Se quedaron juntos en el medio del lugar mientras Ankar empezó a dar pequeñas órdenes.

-Intentaremos estar siempre alerta. Nunca sabremos si los monstruos vienen por la mañana o por la noche, o incluso cuando acabemos de acostarnos, por lo tanto tendremos que estar con un ojo abierto. ¿Podréis hacerlo?
-Ya sabes que no duermo mucho. -Contestó Ylenia cruzándose de brazos. -Siempre puedo saltar de la cama en menos de dos minutos.
-Por nosotros no creo que haya problemas. -Habló ahora Dreighart junto a Kahad. -Teniendo en cuenta nuestras profesiones, no creo que tardemos mucho en despertar tampoco.
-Durante el día, haremos entrenamientos para coordinarnos entre nosotros. -Explicó Ankar mientras asentía. -Así estaremos preparados para siguientes batallas, y no nos tomarán desprevenidos. Tenemos todo un mes para entrenar y si vienen monstruos, será un buen modo para poner en práctica el entrenamiento.

El grupo siguió hablando hasta que escucharon las campanas que anunciaban la salida del barco que los iba a llevar hasta Tycoon.

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La nieve caía en forma de tormenta, y su nublada vista no le dejaba observar donde se encontraba.

Trató de levantarse poco a poco, y luego se giró hacia los lados, intentando vislumbrar algo. Solo veía aquel manto blanco que cubría aquella zona que parecía ser montañosa.

Empezó a correr, gritó un nombre, pero solo recibió su propio eco. Sus nervios empezaron a aumentar, y sus lágrimas empezaban a caer congelándose en sus mejillas.

Al cabo del rato divisó algo... una silueta a lo lejos que inmediatamente reconoció. Corrió desesperadamente hacia aquella figura, tropezando y sintiendo el frío en su boca. Se levantó y volvió a correr, dejando sus huellas en el lugar por donde pisaba.

Consiguió al fin acercarse a ella, pero al instante todo cambió. La figura cayó al suelo, dejando oír un pequeño susurro al aplastar el suave algodón gélido con su cuerpo. La nieve se teñía de rosa irrealmente, como si no fuera del ambiente. El pánico se adueñó de él, y se acercó a trompicones hasta estar de rodillas a su lado.

La abrazó con fuerza mientras sus lágrimas se convertían en un torrente de lluvia que caía sobre su bello rostro y brillaban como cristales de hielo. El viento susurraba una canción de tristeza y soledad que se sumaba a su llanto infantil. Sin embargo una nota discordante en esa canción le hizo mirar, apartar la mirada de aquello que más quería...

Y el terror empezó a fraguarse en su interior cuando vio, entre la tormenta blanca, dos ojos llameantes, como si tuvieran vida propia, como si centellearan en carmesí a través de la blanca nieve. Los ojos se acercaron un poco a él, siendo acompañados de una enorme sombra negra, y un fuerte olor a azufre le golpeó en el rostro, a través del viento y el frío.

Las fauces de esa monstruosa sombra se abrieron, y un rugido surgió de ellas con tanta potencia que asustaría al paladín más curtido de todos.

Pero antes de abrir de nuevo los ojos, le pareció que ese rugido era más parecido a una carcajada.

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Se levantó rápidamente de la cama dando un pequeño grito, con la respiración acelerada y sudando bajo las mantas. Miró a su alrededor un momento para recordar que estaba en la posada de Baron, en su habitación. Se frotó el rostro con las manos y se estiró los largos cabellos blancos típicos de la raza viera. Con las manos se quitó el sudor que lo cubría y levantó las mantas que lo ocultaban bajo la cama.

Se puso de pie y abrió el pequeño armario que tenía en su habitación y miró su cuerpo en el espejo mientras se vestía. Las cicatrices de toda su vida brillaban en su cuerpo, algunas más marcadas que otras. Algunas plateadas y otras rojas. Pero todas se veían en su piel oscura. Hassle soltó un gran bostezo que casi le desencaja la mandíbula, y fue poniéndose su ropa rojiza con parsimonia y tranquilidad, aunque por dentro no sentía dicha sensación.

Su amigo en el castillo le había explicado tanta información que al principio pensó que debía de estar mintiéndole, pero sabía que no tenía por costumbre decir falsedades.

"Normal que no encontrara nada de Lemnar si ha estado escondido en el Templo de la Sombra Eterna" pensó mientras se abrochaba la capa roja encima de sus ropas.

Sin embargo, si quería encontrarlo tendría que encontrar antes a otra gente... Unas personas que están en una misión importante sobre los cristales.

"Únete a ellos -Le había dicho su amigo. -Te permitirá encontrarlo... ¿Y quién sabe? A lo mejor haces amigos de verdad."

Se colocó el sombrero de mago rojo en la cabeza y acariciaba la visera con dos dedos mientras empezaba a sonreír. ¿Amigos de verdad? Sería realmente interesante si eso pudiera pasar, pero viviendo su vida, seguro que no lo conseguiría... Pero todo en esta vida es una aventura, como decía su maestro.

Se miró al espejo mientras tomaba su estoque y lo colocaba en su cintura, acompañando a la larga daga que consiguió de su maestro tanto tiempo atrás. Ese sueño no podía haber venido en mejor momento... Le servía para recordarle qué era su razón de existir, su meta.

Tomó su bolsa, se la colgó por debajo de la capa y salió de la habitación. Todavía faltaban unas horas para que el sol fuera doloroso a los ojos, así que quería aprovechar el momento. Se encontró la posada algo vacía en las mesas de bar, pero la posadera estaba hablando con una muchacha que portaba un vestido vaporoso y blanco. Por alguna razón, el viera se acercó a la barra y esperó hasta que llegó la rechoncha mujer con algo de desayuno.

Cuando empezó a mojar pan en los huevos fritos, el mago miró de reojo hacia la chica, y se sorprendió cuando vio a la misma mirándole con una sonrisa enigmática. Hassle era experto en hacer esas sonrisas, pero no en recibirlas. Su cabellera color cacao era larga, y parecía una bailarina que acababa de levantarse, pero perfectamente peinada.

Pero algo en su mirada hacía que se perdiera en sus ojos verdes. Algo extraño, algo que él calificaría como... familiar. Pero esa sensación se esfumó cuando la chica se levantó y salió de la posada. Fue algo que él no sabría calificar... Pero para sus sentidos, aquella mujer se había llevado toda la luz que residía a esa hora de la mañana en la cantina.

Cuando la posadera llegó, Hassle la paró con una señal.

-Perdona mi pregunta pero... ¿Quién era la mujer de antes?
-Oh. ¿Ella? Es una danzarina que ha venido para las fiestas.
-Pero si las fiestas están a punto de acabar...
-Sí, pero por lo que se ve, baila tan bien que la propia reina Rosa la hospeda en el castillo.
-¿Sabes cómo se llama?
-Freyja... Pero no te hagas ilusiones. -Dijo la posadera riendo. -Han venido a cortejarla muchos hombres y siempre les da calabazas.

Ambos rieron un poco y cuando terminó su comida, dejó el dinero en la barra y salió al aire libre. El viento frío a esas horas se sumaba al cielo azulado y oscuro que empezaba a retirarse mientras el sol brillaba rojo tras unas nubes en el este. Se cubrió con la capa al sentir una ráfaga de aire frío, y agachó un poco las orejas mientras pensaba. Podría ir a ver a aquella chica, aunque fuera solo para saber porque le resultaba familiar... pero si lo hacía, seguramente no llegaría a tiempo para encontrarse con aquellos que están yendo a los templos. Su amigo le dijo que posiblemente debería dirigirse a Tycoon a velocidad de vuelo, y no quería llegar tarde.

Miró hacia el gran castillo de Baron, y al final decidió que, si tenía que irse, mejor sería antes de que el sol le quemara la piel. Se giró hacia una de las salidas de la ciudad y se preparó para tocar el silbato que llamaría a su chocobo negro. Ese viaje tenía un tinte de aventura, locura y diversión irresistibles... ¿Y quién era él para resistirse a lo irresistible?

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Tardó un buen número de horas en regresar al pueblo, y lo primero que hizo fue dejarse caer en la arena, recuperando fuerzas y aspirando el aire de la playa. No sabía cuánto había pasado, pero el sol estaba muy alto en el firmamento cuando Lomehin miró hacia el azul del cielo.

Estaba exhausto, pues había estado nadando desde el templo sin detenerse salvo para tomar aire en escasos momentos, o para derribar monstruos marinos que tenían la osadía de atacarle. Se recriminó el hecho de no tener escudo ya, pero la oscuridad había tragado irremediablemente aquella pieza de su equipo y ahora debía ir solo con su espada y su armadura.

Se levantó con dificultad y se revisó el cuerpo. Por fortuna, la mayoría de las heridas que había recibido tanto en el templo como en el mar no eran peligrosas, y con algunas pociones podría curarse prácticamente todo sin tener que recurrir a los servicios de un mago blanco. Se dirigió al agua y se limpió la arena de las manos y caminó hacia el establo de los chocobos. Allí se encontró con su montura, que lo fue a recibir, y salieron directos de nuevo hacia el puerto mientras el caballero oscuro se iba secando la ropa mojada.

Tenía que encontrar pasaje lo antes posible para poder ir al siguiente templo, pero tenía un gran inconveniente. Todo el mundo pedía un dinero realmente elevado por un simple pasaje, y sus fondos eran realmente escasos. Al final, después de tres horas preguntando y cuando el sol empezaba a esconderse vio a lo lejos un barco mercante que estaba siendo cargado. Miró con atención hasta que encontró a un hombre curtido, un auténtico lobo de mar, con larga barba blanca que andaba dirigiendo a los demás con una fuerte voz parecida más a un trueno que a palabras.

Se acercó con cautela, llevando su chocobo de las riendas y mostrando la espada amenazadoramente, pero con calma. Cuando estuvo delante del capitán, este lo miró de arriba hacia abajo, evaluándolo.

-¿Qué quieres, muchacho?
-Vengo para saber si puedo embarcar. -Dijo eligiendo cuidadosamente las palabras a usar.
-Los pasajeros ya subieron, pero no importa. Muéstrame tu billete.
-No tengo billete...
-Entonces podrás comprar uno en el pueblo para salir en el próximo.
-Necesito subir a este barco. -Lomehin tomó el brazo del capitán antes de que se alejara. Este lo miró con dureza.
-Son las normas hijo. Sin billete no se sube al barco. No eres mercancía, y no te puedo contratar porque mi tripulación esta al completo. Además, suficientes problemas tenemos ya en el mar. Lleva dos días revuelto y hay monstruos que atacan a todas las embarcaciones, hasta los pescadores han empezado a ir con algún tipo de protección. Yo mismo perdí un barco en el que por suerte no iba cuando se juntaron una tormenta, una bandada de monstruos y un par de barcos pirata. -Le dijo el capitán soltándose con dureza pero con amabilidad, sin un ápice de mala intención.
-¿Su tripulación tiene experiencia en batallas? -Preguntó entonces el caballero oscuro, a lo que el capitán lo miró curioso.
-¿A qué te refieres?
-El mar es un lugar peligroso... -Empezó a decir Lomehin apoyando la mano de las riendas de su chocobo en la empuñadura de su espada. -No solo por los monstruos, sino también por los piratas, como usted mismo ha dicho, y en estos días en que puede haber tantos problemas, un caballero oscuro que sabe apañárselas con las armas siempre puede ser de utilidad. -Sacó la espada y se la mostró al intrigado capitán. -Yo necesito subir a su barco, y ustedes necesitan a alguien que sepa despachar monstruos y piratas. A cambio de mi pasaje, yo ofreceré protección hasta llegar a Tycoon.

El hombre a cargo del barco examinó el acero oscuro, y después a Lomehin. Unos instantes de silencio los precedieron, en los cuales el de negro sabía que estaba debatiéndose en si debía o no aceptar esa petición, hasta que el hombre dio unas palmadas en el hombro del moreno con una sonrisa.

-Tendremos un viaje largo hasta Tycoon. Elige un catre después de dejar a tu chocobo en el establo.

Lomehin sonrió satisfecho y asintió, contento de que al fin pudiera tener un buen trato. Le gustaba más ser guardaespaldas que un simple pasajero, pues así podría seguir entrenando ese cuerpo humano que tanta falta necesitaba de ejercicio. Dio un pequeño empujón al chocobo y ambos subieron a la cubierta del barco, rumbo a su próximo destino.


2 comentarios:

Eratia dijo...

Bueno... no ha estado mal el capítulo, aunque ha habido un par de cosas que no me han cuadraro. Quiero decir... Kahad parece que se ha ha sacado pifias en todas sus tiradas que tuvieran algo que ver con sentido común y con tacto. Especialmente la última de ellas... entiendo que no confíe en el grupo, pero esa última está un poco (mas bien un mucho) fuera de lugar... Ylenia lo tiene en su lista negra... Que se vigile las espaldas.

Zeldas dijo...

Imagino que más adelante Linkaín explicará lo de Kahada, no por que sea mi marido lo justifico, pero en cuestiones de psique entiendo el por que se comporta así. Es un ninja y vaya que tiene sentido común, igual otras cosas que no puede exteriorizar.

Me ha gustado la entrada de Hassle =) hubiera sido guay encontrase con Frejya...oye xD que me debo hacer ilusión con algo mientras "Leh" nace.